El derbi sevillano

Como hace diez años

  • El Sevilla de Míchel tiene las peores estadísticas de la última década, sólo superadas por las de la 02-03.

El Sevilla va a afrontar el derbi del domingo en una situación extraña para él en los últimos años. Mientras desde la acera contraria le entregan con gusto el rol de favorito, los fríos números dicen que el eterno enemigo llega mucho mejor clasificatoriamente, en un puesto de Champions y con cuatro puntos de ventaja sobre un equipo que presenta los peores números de la última década. El Sevilla de Míchel, a las alturas de la jornada 11, es el peor desde la temporada 02-03, la primera de José María del Nido. Entonces, el Sevilla de Caparrós tuvo un inicio muy dubitativo, que logró enderezar con aquel recordado triunfo en el Camp Nou. Pero a estas alturas era decimosexto, con sólo 11 puntos. Ahora, los nervionenses son décimos, están perdidos en tierra de nadie después de cuatro victorias, tres empates y cuatro derrotas en once jornadas ligueras, con 13 goles a favor y 13 en contra y pésimas sensaciones como visitantes. Jugar en casa sí lo salva con creces, es su asidero.

A ello, la fortaleza casera, debe agarrarse el técnico madrileño, que no afronta el encuentro de la máxima rivalidad en su mejor momento, ni muchísimo menos. Es más, el mismo debe ser consciente ya que una derrota lo dejaría muy tocado, dado que su equipo no gana en la Liga desde el pasado 22 de octubre cuando se vio obligado a remontar ante el Mallorca. Va para un mes ya.

Los cuatro puntos sumados de los últimos 18 han desnudado las carencias de un equipo que si no fuera por la intensidad que sí muestra en casa poca confianza les daría a sus aficionados de cara al encuentro del próximo domingo. De hecho, hasta en la segunda peor clasificación a estas alturas desde el último ascenso, la 03-04, tenía mejores números el Sevilla de Caparros: los mismos 15 puntos y el mismo décimo puesto pero mejor diferencia de goles (16-14).

A estas alturas, Marcelino presentaba mejores estadísticas que Míchel. Es más, acababa de empatar en el Camp Nou y la euforia que desató este partido en la jornada décima le permitió capear el temporal de un empate en casa ante el Racing en jornada intersemanal. Pero, aun con estos dos empates, sumaba su equipo 18 puntos, tres más, con un superior balance goleador de 11-8 y sólo una derrota. Todavía tardaría mucho el técnico asturiano en hablar de la actitud de su equipo y en cuestionar por qué no era capaz de trasladar lo que entrenaba al campo. Míchel, en cambio, ya volvió a poner a sus futbolistas a los pies de los caballos cuando dijo en San Mamés que, al margen de planteamientos tácticos y de la culpa del entrenador, hay cosas que tienen que ver con el honor de defender una camiseta. Fue un mensaje directo al amor propio de los jugadores quizá motivado por la inminencia del derbi, o quizá por la realidad de que, por una cosa u otra, el Sevilla actual y su plantilla, como el año pasado, no tienen un mínimo de fiabilidad, mucho menos lejos de Nervión.

Pero el derbi se juega en el Sánchez-Pizjuán y el Sevilla está obligado a asumir el rol de favorito por esto mismo, porque en casa sí es fiable, dejando a un lado el cansancio mostrado ante un Levante que sí refrescó al equipo tras la Copa. Y porque Míchel sabe que todo puede girar con este partido. En San Mamés ya les envió a sus futbolistas el primer mensaje hacia el amor propio y durante la semana se multiplicarán. Pero no hace falta, es derbi y todo cambia.

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