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Un húesped muy preciado

  • Antes de la campaña del descenso, hay que retroceder a la 1988-89 para ver a un Sevilla menos goleador fuera.

El Sevilla ha obrado en la primera vuelta como uno de los invitados más celebrados en los campos de España. Lejos de andar doblegando o haciendo hincar la rodilla al contrario, cosechando o llevándose botines, el equipo entrenado por Unai Emery, un dechado de urbanidad, ha permitido a los nueve anfitriones a los que ha visitado más sumas que restas. Tan preciado es el Sevilla como visitante que más que un huésped, discreto y comedido, ha parecido el consorte de un huésped.

Concluida la primera vuelta a domicilio con la derrota en Granada, el Sevilla luce un balance con ninguna victoria, cinco empates y cuatro derrotas (cinco puntos), un hecho insólito en la historia reciente del club, que no firmaba un primer tramo liguero a domicilio tan discreto desde la temporada del descenso, la 1999-2000. Anteriormente, hay que remontarse a la 1979-80, para ver a un Sevilla acabar la primera vuelta vacío de triunfos fuera de casa.

Una de las claves ha sido sin duda la escasa capacidad goleadora que el equipo ha ofrecido cuando ha salido de los dominios nervionenses. Cinco tantos anotados en nueve encuentros, de los que resulta un cociente de 0,56 dianas por partido. Dicho de otro modo, al Sevilla le hacen falta aproximadamente dos jornadas a domicilio para perforar una vez la portería del equipo anfitrión.

En el capítulo goleador, el conjunto sevillista comparte la penúltima posición como visitante de una hipotética tabla de goles a favor con el Levante (0,56 goles por partido), superando únicamente al Málaga (0,33), colista en este recuento estadístico.

Tan escasa ha sido la aportación realizadora de los de Nervión que habría que retroceder a la temporada 1988-89 para hallar un registro peor: solamente cuatro tantos marcó el Sevilla en la primera vuelta de aquel curso (un gol anotó en Sarriá -Ramón- y tres en el Benito Villamarín -Rafa Paz y Ramón (2)-).

Las mismas cinco dianas que en la recién concluida primera vuelta de competición hizo el Sevilla en la temporada 2011-12, con Marcelino, hoy entrenador del Villarreal, en el banquillo del Sánchez-Pizjuán: un gol anotó en el Benito Villamarín (Negredo), dos en El Madrigal (Negredo y Alexis), uno en La Romareda (Negredo) y otro, el quinto, en Vallecas (Escudé).

La ausencia de goles, como es natural en estos casos, comporta una escasez de puntos. Es lo que le sucede al Sevilla del presente curso, cuya puntuación en los desplazamientos se ha quedado en únicamente cinco unidades.

Al igual que en el caso anterior, hay que retroceder a la temporada del último descenso para encontrar a un visitante tan pobre en puntos: únicamente dos puntos sumó el Sevilla de la 1999-2000, sendos empates en el Sardinero y en Mendirroza, siendo aquel el preámbulo de aquella breve (y fructífera a la postre) catástrofe.

El retroceso en años es de consideración si lo que pretende es toparse con una peor primera vuelta del equipo blanquirrojo. Ocurrió en la campaña 1979-80. En aquel ejercicio, el Sevilla sólo empató un encuentro (0-0 ante el Barcelona), dejándose derrotas en el resto de los siete domicilios. En total, un punto en una Liga en la que los triunfos añadían dos unidades al casillero y los empates, como ahora, uno.

Tomando las estadísticas como lo que son, una mera referencia cuantitativa, es dable añadir que la discreta primera vuelta sevillista a domicilio está siendo contrarrestada por un sobresaliente primer tramo casero. Sin los siete triunfos consecutivos en Nervión, el equipo de Unai Emery podría estar pidiendo oxígeno y caldo calentito a los sucesivos anfitriones que le prepara el calendario. Y, ojo, porque entre las plazas venideras las habrá de magnitudes superlativas: Camp Nou, Santiago Bernabéu, Vicente Calderón, San Mamés y Mestalla, feudos en los que los futbolistas tendrán que ofrecer su semblante más incívico y, por qué no, llevarse algún cubiertito de casa ajena.

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