Sevilla-Valladolid

El toque se impone a la mandanga (4-1)

  • El Sevilla convierte en plácida una tarde que podía tornar a desaborición a menos que las cosas se le torcieran. Los blancos apuestan por echar el balón abajo y golean al Valladolid con un fútbol basado en el buen gusto.

El Sevilla suma y sigue en la Liga. El conjunto de Unai Emery logró su cuarto triunfo consecutivo en el torneo doméstico gracias a un fútbol de toque que sirvió para desatascar un día tendente a la mandanga. Entre dos aguas, con la mente aún en el pasado por la dolorosa derrota en el derbi europeo contra el Betis y también en el futuro por el ansia de buscar el desquite lo antes posible, los blancos afrontaban una cita que se podía convertir en una desaborición a menos que las cosas comenzaran a torcerse un poquito. Las circunstancias antes señaladas, el fortísimo calor que caía sobre la ciudad a las siete de la tarde, la presencia enfrente de un Valladolid que tampoco podía servir como factor para motivar... Muchas cosas para propiciar una tarde de esas raras, pero no, el Sevilla fue capaz de no complicarse la existencia e incluso hizo disfrutar a los suyos con una goleada. 

Bastante tendría que ver con ese desenlace la apuesta de Unai Emery. El técnico vasco, con Marko Marin por fin implicado en los entrenamientos, recordó la apuesta con la que arrancó el curso y metió a tres jugones por detrás de Gameiro para aprovechar ese factor climatológico del calor. Lo ideal cuando se juega así es realizar el menor gasto energético posible y para que ello suceda lo mejor es tener la posesión del balón el mayor tiempo posible. Y está claro que con Reyes, Rakitic y Marko Marin en la generación del fútbol eso siempre es el objetivo.

Claro que también iba a ser difícil la recuperación del esférico cuando éste cayera en posesión del adversario, pero para eso ideó Emery algo con lo que no partía en aquel verano en el que se iban uniendo cromos a la plantilla sevillista. Nada de colocar a Rakitic como segundo medio centro, ahí estaban Iborra y Cristóforo para barrer todo lo que pudieran o, al menos, para que el Valladolid no pudiera llegar con el balón controlado hasta Pareja y Fazio. ¿Y las bandas? Para los dos laterales, principalmente, y para todos los futbolistas que fueran cayendo en un momento puntual por ellas, incluido un Gameiro con la misión de buscarse los espacios en la seguridad de que tendría un verdadero manantial de pelotas servidas por los visionarios que tenía detrás.

Ése fue el planteamiento de partida, seguramente las ideas que manejaba Emery a la hora de plantear este encuentro, pero es evidente que después hay un contrincante, en este caso el Valladolid, que no está demasiado de acuerdo con ello y trata de echar abajo esos planes. Durante el primer tramo del encuentro, el dominio era blanquirrojo, pero la verdad es que el toque, continuo y sobre todo cuando pasaba el juego por los pies de Marko Marin, carecía de mucha profundidad. El Sevilla tocaba y tocaba y, además, lo hacía con cierta velocidad para impedir que el rival pudiera llegar a incomodarlo con su presión, pero el riesgo se minimizaba para tratar de no perder la posesión. Que luego cuesta mucho trabajo recuperarla, pensarían los Marko Marin, Reyes y Rakitic.

Sin embargo, el aficionado propio estaba satisfecho con lo que estaba viendo, su equipo apostaba por tocar repetidas veces. Lo hacía hasta que Marko Marin decidió que el Valladolid ya estaba lo suficientemente aletargado como para aprovechar que había caído en las redes. Más o menos, con mucha menos calidad lógicamente, es algo parecido a la propuesta del Barcelona. El alemán, al que Emery había devuelto a la titularidad después de mucho tiempo, se salió del guión, condujo por el centro dejando atrás rivales con facilidad y penetró en el área para invitar a Sastre a derribarlo. El vallisoletano cayó en la trampa como un pardillo y el penalti no pudo ser más claro a los ojos del internacional Velasco Carballo.

Era una tarde complicada si las cosas se le torcían al Sevilla, pero Rakitic se encargó, esta vez sí, de transformar la pena máxima y ya nada sería igual, pues estaba claro que el triunfo sería para los anfitriones. Los tres mediapuntas comenzaron a gustarse incluso y, por este orden, Marko Marin, Reyes y Rakitic, en un empalme tras jugada espectacular, coquetearon con el gol antes de que el alemán volviera a romper la línea del Valladolid. Esta vez habilitó a Gameiro en su desmarque y el francés puso su firma a la exhibición que de buen gusto que propugnaba entonces el Sevilla.

Dos a cero al descanso, Emery había conseguido su objetivo de sacarle partido al fútbol de toque y la mandanga dejaba de serlo desde el mismo momento en el que se veía acompañada por la efectividad ante el gol. En la segunda mitad todo caminaría por idéntica senda hasta que Gameiro debió sumar el tercero en una falta ensayada perfecta. No fue ahí, sin embargo, y sí en otro penalti, éste regalado por Velasco Carballo. El Sevilla había sido capaz de no complicarse la tarde y eso tiene su mérito. Sobre todo si lo hace a través de un fútbol de toque que, cuando se gana, es el nirvana para los aficionados al fútbol.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios