¿Cómo pueden las empresas beneficiarse de la investigación académica?
Los investigadores tendrán que centrar cada vez más sus trabajos en materias que sean útiles al tejido productivo
Una percepción generalizada por parte del entorno empresarial es que la Universidad es “muy teórica” o está alejada de la realidad. ¿Hasta qué punto esta creencia es cierta? ¿Se están aprovechando realmente todas las fórmulas de colaboración entre el tejido empresarial y la academia para aunar lo mejor de los dos mundos?
Por una parte, las universidades y los centros de investigación se consideran un actor clave del ecosistema emprendedor y de innovación, y una valiosa fuente externa de conocimiento para la innovación abierta, que se ha convertido en un imperativo hoy día.
Por otra parte, el impacto social, o aplicación de conocimiento científico y/o resultados de la investigación en entornos no académicos, es un criterio que tiene actualmente un mayor peso, tanto en la evaluación de proyectos de I+D+i a nivel europeo, nacional y autonómico, como en la evaluación del PDI (Personal Docente e Investigador) universitario para su promoción u obtención de méritos académicos y complementos retributivos.
Esto abre un nuevo escenario en donde muchos equipos de investigación se verán más “obligados” a centrarse en problemas que vale la pena resolver, parafraseando a Steve Blank. Dicho de otra manera, la investigación en general, y en el área de empresa en particular, va a tener que responder en gran medida a necesidades reales relevantes para la sociedad y para el mundo empresarial.
Por tanto, el impacto social será a partir de ahora más un “deber”, pasando a ser un requisito empezar la investigación, como diría Simon Sinek, por el por qué (la toma de decisiones informadas en el caso de la gestión), pero además habría que pensar en el para quién (grupo de interés que va a usar las conclusiones de la investigación). De hecho, en un reciente artículo publicado en BRQ Business Research Quarterly, el profesor Aguinis plantea un modelo del impacto académico que incorpora los distintos grupos de interés, afirmando que “debemos saber a quién impactamos y cómo afecta a los distintos beneficiarios, incluidos otros investigadores, estudiantes, organizaciones, comunidades y la sociedad”.
Este nuevo panorama representa una oportunidad para las empresas, dado que van a poder sacar más provecho de la investigación que se hace en la Universidad. Sin ánimo de ser exhaustivos, se presentan algunas fórmulas de colaboración entre el tejido empresarial y la Universidad:
Metodología en acción
Una de las vías de cooperación es la llamada investigación en acción o action research (AR). En el ámbito empresarial, esta metodología integra a investigadores y empresas en todas las etapas del proceso de investigación, basándose en relaciones de colaboración y requiriendo una participación activa de ambas partes. La AR ayuda a las organizaciones a comprender mejor sus problemas reales, así como a analizarlos y/o resolverlos con acciones conjuntas de investigación y consultoría, al mismo tiempo que se genera conocimiento científico. Los sabáticos del profesorado universitario, con estancias o periodos en los que trabaja en una empresa, son una manera de beneficiarse de esta alternativa.
Doctorado industrial
Una de las opciones que existe al hacer una tesis es la Mención de Doctorado Industrial, que implica desarrollar un proyecto de investigación de interés industrial, comercial, social o cultural en una entidad, empresa (privada o pública) o administración pública. El doctorado industrial persigue fomentar la colaboración, la transferencia y el intercambio de conocimiento entre el mundo académico y el tejido económico y social. Las empresas pueden buscar candidatos/as que hagan el doctorado industrial para poder incrementar sus conocimientos en un determinado campo en el que quieran adentrarse o destacar.
Con menor profundidad, los TFG o TFM permiten a las empresas, la posibilidad de obtener información sobre un problema o tema que les interese, prácticamente a coste cero. Para ello, podrían enviar propuestas de TFG o TFM a los Centros de las Universidades y a las Comisiones Académicas de los Másteres, respectivamente. E incluso, podrían combinarlo con la realización de prácticas curriculares para conseguir sinergias. Ya se convocan premios al mejor TFG o TFM desde distintas instituciones, pero de este modo se definirían previamente los contenidos que se buscan.
Foros de encuentro
Desde las empresas se debería fomentar la asistencia de su personal a eventos en los que se tiene acceso al conocimiento de las Universidades e Institutos de Investigación. Un buen ejemplo es Transfiere, el foro europeo para la ciencia, tecnología e innovación, que se celebra este año del 12 al 14 de marzo en Málaga. Se trata de un encuentro sobre I+D+i, transferencia de conocimiento y oportunidades de negocio/inversión, que conecta a investigadores y profesiones de diversos sectores. Otro caso es ISPIM (International Society for Professional Innovation Management), que organiza congresos mixtos por todo el mundo que aglutinan al mundo académico y empresarial en torno a la gestión de la innovación. Otra práctica con mucha tradición en esta línea es la Asamblea de Miembros del Instituto de la Grasa (AMIG), un evento bianual que organiza desde 1969 este centro de investigación del CSIC en Sevilla. Su objetivo es reunir a la academia y la industria para discutir los temas de más interés en la actualidad en el sector de los lípidos alimentarios y productos oleaginosos, y dar a conocer a las empresas las últimas investigaciones llevadas a cabo dentro del instituto.
Coproducción
Las empresas o las administraciones públicas pueden participar en proyectos de investigación académica orientada a la práctica o a la política, respectivamente. Esta cooperación puede producirse en distintas fases de la investigación. Desde consensuar al principio los objetivos de la investigación entre los grupos de interés participantes, pasando por contribuir con la recogida de datos y/o financiar el estudio, hasta ayudar con la difusión de los resultados en medios o con una publicación (informe o libro). Un ejemplo de éxito de colaboración en este sentido es el acuerdo anual para la elaboración del Informe GEM (Global Entrepreneurship Monitor) de la provincia de Sevilla, entre Prodetur, sociedad instrumental de la Diputación de Sevilla, y las Universidades de Sevilla y Pablo de Olavide. Prodetur financia la recogida de datos con encuestas a la población adulta (APS) y a los expertos (NES), ampliando el tamaño de la muestra en la provincia, y recibe a cambio información actualizada para diseñar las políticas públicas de la Diputación.
Contratar investigadores
Mediante acuerdos de colaboración, una empresa puede encargar a un investigador individual o un equipo de investigación el desarrollo de un proyecto de I+D+i a medida o con un objetivo de conocimiento científico concreto. Los contratos de investigación son gestionados a través de las OTRIs (Oficinas de Transferencia de los Resultados de la Investigación) de las Universidades, en aplicación del artículo 60 de la LOSU (y antes del artículo 83 de la LOU). Las empresas deberían consultar la oferta científico-tecnológica de estas OTRIs (que en Andalucía forman ROA) por si les puede interesar algún tipo de conocimiento específico. Con este fin, se puede recurrir igualmente a las convocatorias anuales de ayudas a proyectos nacionales de colaboración público-privada.
‘Spin-off’ universitarias
Asimismo, las empresas y otras entidades, pueden acceder a los resultados de investigación que se generan en la Universidad contratando los servicios de sus spin-offs. Por ejemplo, MSIG Smart Management, una spin-off de la Universidad Pablo de Olavide, ofrece soluciones innovadoras en el ámbito de los sistemas de gestión y de ayuda a la decisión. En concreto, en los campos de la gestión de riesgos, continuidad de negocio, protección de infraestructuras críticas, ciberseguridad o evaluación de modelos de emprendimiento. Vinculada a la línea de investigación de esta spin-off, ha surgido también un proyecto en el sector educativo que propone un sistema de gestión para la resiliencia escolar ante la emergencia del bullying, un problema social agravado con las nuevas tecnologías.
En definitiva, este artículo pretende animar a las empresas e instituciones a aprovechar el talento y el esfuerzo en investigación que se realiza en la Universidad (con rigor científico y a un coste razonable), redirigiéndolo a lo que realmente les importa.
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