Media docena de empresarios ha intentado reflotar la fábrica sevillana de loza La Cartuja Pickman
Ha estado a punto de cerrar en varias ocasiones pero ha sobrevivido hasta hoy con colecciones que forman parte de museos y que ya son un clásico en el ajuar doméstico de muchos hogares españoles
La fábrica de loza La Cartuja Pickman, otra vez al borde de la liquidación
El artífice de la fábrica de loza La Cartuja fue el británico Willian Pickman, quien llegó a España para abrir una tienda en Cádiz, aunque tras su muerte su hermano Charles recaló en Sevilla, donde decidió construir una fábrica de loza inglesa, la única que queda hoy en España. Con la desamortización de Mendizábal se adjudicó a Carlos Pickman el monasterio agustino de Santa María de las Cuevas, en la Isla de la Cartuja, hoy Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y sede de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA). En 1841 salían de los hornos de ese establecimiento fabril sus primeras piezas, para las que usó primero modelos ingleses y con posterioridad, grabados españoles.
Allí se hacía loza estampada, blanca de pedernal, pintada, china opaca,decorada sobre barniz por calco, usando colores como el negro, azul, marrón y el rosa. Los motivos eran arquitecturas fantásticas con figuras orientales y guardilla decorada por flores, realizando modelos exclusivos para la Casa Real, toda vez que en 1871 Amadeo I de Saboya le concedió el título de proveedora de loza inglesa de la Corona española. La loza era tan del gusto del rey que Amado I reconoció la labor empresarial del fundador de la fábrica y le otorgó el título de marqués de Pickman, que hoy da nombre a una calle en Sevilla.
La misma reina Isabel II visitó el taller, donde maestras inglesas del oficio enseñaban el arte de pintar la cerámica a aprendizas. La casi bicentenaria fábrica de loza La Cartuja Pickman, ubicada en el término sevillano de Salteras, ha surtido a los hogares españoles de vajillas, jarrones, ánforas, lámparas, ceniceros, pedernales, azulejos, pureras... en las que iba grabado el sello que garantizaba que habían sido producidas en la fábrica de la Cartuja de Pickman. Son tan preciadas sus piezas que muchas de sus piezas están presentes en museos de Sevilla, Valencia, colecciones particulares -casas de Alba y Orleans- y de Patrimonio Nacional. Hoy lucen sus vajillas destacados restaurantes, como Aponiente, de Ángel León. Además, entre los principales clientes de La Cartuja está El Corte Inglés.
La fábrica ha sobrevivido a la Guerra Civil, ha vivido la dictadura de Franco y la llegada de la democracia. La planta estuvo en la Cartuja hasta 1982, cuando se trasladó a Salteras (Sevilla), por el inicio de las obras de la Exposición Universal. La empresa ha pasado de manos en manos, entre ellas el holding Rumasa, el empresario Enrique Tatay; el asturiano Álvaro Ruiz de Alda, dueño de la fábrica de loza San Claudio, y el sevillano Emilio Portes, quienes intentaron reflotarla o perjudicarla, según el caso. En 2014 entró en liquidación tras dos años en concurso de acreedores y se hizo con la empresa Mario Vázquez Iriberri y Vicente Zamorano. Los socios deUltralta son Ana Zapata (86,50%) y Mario Vázquez Iriberri (13,50%), mientras que la comercializadora de sus productos es la sociedad mercantil La Cartuja Distribución 1841, propiedad de la madrileña European Lifting Company (86,5%), también vinculada también a la familia Zapata y Mario Vázquez. De igual forma, los suelos de Salteras donde se ubica la fábrica pertenecen a una sociedad mercantil vinculada a la familia Zapata.
Los momentos de gloria de la fábrica, cuando llegó a tener 22 hornos y 500 operarios, han pasado. Hoy cuenta con sólo cuatro hornos y poco más de 30 empleados. La fábrica vuelve a estar en la cuerda floja después de haber esquivado la liquidación en 2023, cuando el Tribunal Supremo no admitió el recurso presentado por la Seguridad Social para derivarle una deuda de 6,6 millones de euros generada por el anterior propietario. Ahora sus acreedores ordinarios han aprobado el convenio para abonar la deuda restante en diez años pero Utralta, la sociedad propietaria, no ha llegado un acuerdo de pago con la Seguridad Social o la Agencia Tributaria, acreedores con privilegio especial, lo que podría impedir el cumplimiento del convenio e ir a liquidación, según ha advertido al Juzgado Mercantil de Sevilla la administración concursal.
En cuanto su volumen de negocio, ha pasado de facturar 8 millones de euros en 1991 a sólo 865.999 euros en 2022, una caída de ingresos en la que ha influido notablemente la aparición del Covid en 2020, la huelga general del transporte en 2021 y el incremento de hasta el 300% del precio de la energía que provocó la invasión de Ucrania. Sus previsiones pasan por salir a flote tras aprobar el convenio y llegar a un volumen de negocio de 5,6 millones en 2032, según el convenio, que prevé la obtención de financiación externa mediante un préstamo a largo plazo por 1,2 millones de euros.
Entre los principales activos de la compañía estaban sus marcas, como La Cartuja de Sevilla, que puede ser usada en España en productos de loza y toda clase de artículos de cerámica, así como cristales o porcelana. En toda la Unión Europea tenía la marca La Cartuja de Sevilla desde 1841 para productos de cuero, imitaciones de cueros, utensilios para la casa y la cocina; y La Cartuja de Sevilla Pickmany Fábrica de Loza la Cartuja de Sevilla, para Alemania, Austria, Benelux, rusia, Francia, Italia, Marruecos, Mónica, Portugal y Suiza, para artículos de loza y cerámica.
Con autorización del Juzgado Mercantil, la empresa vendió en 2022 sus marcas de la fábrica de loza sevillana, destinando los 800.000 euros obtenidos con la operación a pagar los créditos contra la masa, pagar atrasos salariales y pagos pendientes a Hacienda. La marca quedó en manos de Nox Industrial, domiciliada en Madrid y propiedad de Juan Manuel Martín Buendía, según la herramienta Insight View, de Iberinform. Nox Industrial y Ultralta acordaron que la actual propietaria de la fábrica de loza podría recomprar la marca en los siguientes cuatro años, es decir, hasta 2026, si la empresa lograba superar el concurso y aprobar el convenio, acordándose un precio de compra diferente en función del año en que se ejerza ese derecho.
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