Manolo García, una bendición para la Macarena
El Fiscal
Hay cofrades de reconocido prestigio que son una bendición para la cofradía de sus vidas
Con la bulla de los días, los empujones de la actualidad, la crispación de las sesiones del Parlamento y los rodeos por las obras en las calles, se nos ha pasado un momento cumbre, de esos que se viven poquísimas veces. A don Manuel García, nuestro querido y entrañable Manolo García, el de la Macarena, el hijo de Esperanza, el correoso concejal y eficaz teniente de alcalde del Ayuntamiento de Sevilla, le han dado una medalla especialísima en su casa. ¿Que cuál es su casa? La Hermandad de la Macarena. Leva más de 90 años de hermano, de fidelidad y lealtad a la corporación, de ejemplo para los más jóvenes, de asidero en tiempos de crisis, de estandarte de los valores que nunca se deben perder, de asunción de responsabilidades cuando ha tenido que ejercerlas, de saber estar en segundo y tercer plano cuando así lo han requerido las circunstancias, de dar consejo y ofrecer orientaciones, de llevar ante la Virgen a quienes han necesitado tenerla cerca para llorar una ausencia, buscar consuelo, ser padres o pedir una gracia; de luchar en los despachos de Madrid las subvenciones, de levantar el teléfono para conseguir apoyos para tantas causas, de sufrir, ay, cómo no, porque en las cofradías también se padece. Y se olvidan los padecimientos cuando Manolo, nuestro Manolo, se sienta ante la Virgen con el Santísimo Sacramento siempre cerca, muy cerquita. Y allí se queda en silencio, oculto entre los devotos. Porque la vida es eso que pasa cuando no se está ante la Virgen de la Esperanza.
La Hermandad de la Macarena le ha concedido a Manolo una medalla muy especial. Una nueva distinción, además de la del prestigio, que es la más difícil en la sociedad de hoy en general y en las cofradías en particular. Y Manolo lo tiene ganado a pulso. Manolo es una bendición para su cofradía, cada día lo es más. Dios guarde a este macareno de relumbrón, un gran hermano mayor, un sevillano comprometido, un trabajador cinco estrellas que un día nos contó las palizas que se pegó en las madrugadas de los mercados para sacar a la familia adelante y ganarse el porvenir. Sin quejarse, con vocación, con raza, con esos valores hoy tan denostados. Hace tiempo que Manolo, que cuenta con muchos reconocimientos, debería tener una calle dedicada en la ciudad por la que se desvive con su pasión, con sus criterios, con sus formas de hombre rotundo en sus convicciones. ¿Por qué no los jardines donde ensaya la Centuria Romana? Bienvenida sea la nueva medalla. Y bienaventurada la hermandad que tiene a Manolo como leyenda vida del mejor y más puro macarenismo.
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