El Fiscal

El nazareno y la cera

El encendido de un cirio.

El encendido de un cirio. / M. G. (Sevilla)

"Hermano, tome el cirio y espere al fondo del patio". Es la exhortación que marca el inicio de la estación de penitencia. La vida es esperar el momento de salida de la cofradía. Aguardar en un patio. O hacerlo en el coro del templo, en la primera planta de la casa de hermandad o en la capilla anexa. Siempre hay un sitio donde  el nazareno y la cera esperan el parto de la salida: de la noche a la luz, del silencio al bullicio, del calor al frío. La salida es brusca hasta que los cuerpos y la propia cofradía se ahorman. El regreso es duro, sacrificado e incómodo. Y al final, el gozo de la estación realizada. La vida es una cofradía de contrastes donde solo son permanentes el abrazo a la cruz, la cera encendida, la mirada al frente. En el fondo del patio siempre están los nazarenos que aguardan la salida. Están los de antes y los de ahora. Están todos aunque no los veas. Sólo hay que saber mirar. Los cirios encendidos a la espera de ser levemente alzados y en vertical. La cofradía, como la vida, avanza siempre de frente. Los nazarenos caminan. Volverán y sonará en el patio el estruendo de la cera clavada en  las cirieras como banda sonora del final. Del patio al patio.