El Fiscal

El tinto de Palomino

  • No hemos visto un solo paso, pero nos hemos llevado la alegría de ver a un maestro de priostía muy recuperado

Manuel Palomino, esta semana en el bar del pasaje de la calle Rioja

Manuel Palomino, esta semana en el bar del pasaje de la calle Rioja / Antonio Pizarro (Sevilla)

LAS manos de la Semana Santa. El hombre que puso a la cofradía del Valle en todo su esplendor. El creador de un concepto de vestir dolorosas y de un estilo de arte floral basado en ramos cónicos y bicónicos. El maestro de priostes que apuesta por la cera alta, los grandes altares de culto, la liturgia romana, el uso de la platería, los cánticos y todo lo que contribuya al boato y la solemnidad.

Manuel Palomino González es a la Semana Santa contemporánea en general, lo que en su día fue Juan Manuel para la Macarena en particular, lo que fue Dubé para Los Servitas, o lo que es hoy Francisco Carrera Iglesias para el Cerro del Águila. Palomino no se da ninguna importancia, rasgo de grandeza de la gente sencilla. Pero sabemos cuánto deben varias hermandades de Sevilla y de fuera de la ciudad a su criterio, buen hacer y sacrificio. ¡Y cuánto debe el propio Corpus! Ha sido de todo en San Bernardo el Silencio y en el Valle, ha vestido un buen número de vírgenes y ha dejado por escrito algunas de sus enseñanzas en varias publicaciones. Hace años que abraza la cruz de sus dolencias como buen nazareo del Silencio, donde ha sido desde diputado de Monumento hasta sufrido maniguetero de su Virgen de la Concepción.

Esta semana reabrieron las barras de los bares y reapareció Palomino por donde más le gusta:las calles del centro. No hemos visto ni un paso este 2020, pero el destino nos tenía reservado contemplar la gran alegría de ver a este maestro de la priostía muy recuperado, disfrutando de un tinto y de la lectura del ejemplar del día de Diario de Sevilla. Si esta es la nueva normalidad, bienvenida sea. Menudo brote verde, verde racimo de uva de la Custodia.

La primavera se irá pero nos dejará esta imagen de Palomino que tan buenos recuerdos genera. “No pararse, no pararse”. Y todos a limpiar plata en una priostía desordenada, con los jóvenes de faena con batas blancas, el soplete en acción para eliminar la cera más difícil y las bayetas pringadas de producto. No te pares, Manolo, no te pares. Nos encanta verte tomar el tinto de mediodía tras estos meses de encierro. Que nos cuentes de nuevo quién y dónde se hicieron los esmaltes de la corona de oro del Valle, o el caracol marino donde se porta el incienso la noche del Jueves Santo.

Que llenen la copa del maestro para que nos siga contando su Semana Santa, para que sigamos disfrutando la de autenticidad de sus relatos, de la verdad de su experiencia y de su amor por las hermandades y la Semana Santa, un amor exento de cualquier afán de notoriedad.

Cuánta grandeza en esa sencillez de camisa de manga corta, en las gafas de sol para pasar inadvertido, en los paseos en solitario marcado por un saludo breve y acaso algún comentario preciso. Veo a Palomino con su tinto y es que lo estoy viendo con ese capirote puntiagudo avanzado por entre las filas de cera morada de Jesús Nazareno por la Avenida para organizar la doble genuflexión ante el Santísimo con el inconfundible chasquido con los dedos. Y lo veo llegar a la casa de hermandad de la calle Alfonso XII, número 3, con la túnica de nazareno del Valle para revestirse con la de negro ruan.

Con la de personajes impostados que hay en este mundillo, la figura de Palomino engrandece un panorama mediocre. Quien conoce su trayectoria sabe de lo que hablamos. Quien sabe de su carácter reservado e intimista, tiene claro que jamás busca honores. Y quien ha visto su capacidad de trabajo y las horas que ha dedicado a las hermandades, no puede negarle un ápice de esa autenticidad tan escasa en estos tiempos. El mundo de la Semana Santa de maestros como Palomino tiene ya muy poco que ver con el actual. Ya perdimos a Miguel Román y Luis Becerra. Pero todavía nos llevamos la enorme alegría de reencontrarnos con una leyenda viva después de meses de vacío.

Un contraste llamativo

Ya nos resultó llamativo cuando algunas instituciones y entidades nos contaron que habían recibido una llamada para acudir con sus respectivos uniformes a la ceremonia del Jueves de Corpus en la Catedral. Y efectivamente pudimos ver batas y trajes de trabajo entre los ropajes de los canónigos y los chaqués de los siempre elegantes hermanos de la Archicofradía Sacramental del Sagrario. Nos resultó cuando menos llamativo, por no entrar más en el fondo del asunto. ¡En fin! Una iniciativa inocente, marcada por las buenas intenciones, pero que nos chocó. Tenemos que reconocerlo. No nos convenció, la verdad.

Qué alegría

Cuando me dijeron que el museo de las cofradías tardará dos años más. Lo siento por la buena fe de quienes trabajan en esta iniciativa, pero la considero perfectamente prescindible, como aquel centro de la interpretación de la Semana Santa que, por fortuna, se llevó por delante la crisis de 2008. La Semana Santa no tiene que ser interpretada. Lo llamativo de aquel proyecto era el simulador de bullas para que el turista de agosto se viera envuelto en una de ellas. ¡Eso sí que nos hubiera gustado! ¿Habría ladrones de cartera y otros personajes propios de las aglomeraciones? Siempre nos quedará la duda. Dejen el museo, por favor. El Ayuntamiento debe centrar sus esfuerzos en lo que mejor hace:la planificación de la seguridad y la aplicación de las tecnologías más modernas con tal fin. No se confundan de reto.

La devolución

Acusamos recibo de las quejas de abonados que aseguran que no son atendidos por un teléfono que es descolgado pero nadie responde, y de los que han perdido la paciencia porque no se les devuelve ya el dinero. Alegan que el Consejo prometió una devolución inmediata y que, al parecer, se demora a julio.

La dura realidad

Han ido perdiendo poco a poco la euforia de la supuesta victoria. No hay nada más falso que un prietas la filas en versión cofradiera. Todo el mundo quiere su dinero. Francisco Vélez nunca quiso devolverlo, ha sido obligado a devolverlo. Y no por concesión graciosa, que dijo un hermano mayor en una intervención sublime por las que hilan, sino para evitar males mayores. Sólo ahí acertó el presidente. Pasan los días y ahora viene la dura realidad. No, no ganó el Consejo. Ha sido obligado a devolver el dinero que nunca pensaba devolver

¿Y Hacienda?

Ojo porque la última palabra no ha sido dicha. El presidente es el único responsable de haber mezclado las sillas y el IVA. El único. El Consejo está amortizado.

El Lagarto de la Catedral

"Ya estamos en junio, inquieto Fiscal. De haber venido un coadjutor con derecho a sucesión ya lo hubiera hecho, ¿no? El otoño está a la vuelta de la esquina. ¿Para qué correr ahora? Tenemos un obispo auxiliar, estamos aún en días delicados. No, no hay prisa..."