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El dandy de la política

  • Curtido en mil batallas, el socialista alcanzó la Alcaldía casi imberbe y la mantiene hasta hoy amagando con marcharse

LA última vez que hablé con Cristóbal Fernández, no hará dos meses, me dijo que estaba mayor (50 años) y que se retiraba de la política para dejar paso a las nuevas generaciones. No le creí. Cristóbal es un zorro plateado (en el mejor sentido de la acepción) que ha vivido, vive y vivirá para la política. Es lo que mejor sabe hacer y de lo que no puede prescindir por más que quiera.

Curtido en mil batallas, alcanzó la alcaldía de Carboneras casi imberbe y hasta hoy, salvo un período de dos años. Auna como nadie, justifica como pocos y conspira más y mejor que en los torneos de la corte del Rey Arturo.

Ha estado en todas las batallas públicas y de su partido. No ha tenido horario, ni fecha en el calendario para arredrar a sus huestes o sujetar las bridas. Caballo desbocado o yegua mansa según convenga. Un arte reservado para pocos y del que Cristóbal Fernández puede presumir con elegancia, con porte y hasta, si me apuran, con señorío.

Fue guerrista, renovador, azorinista, nonista y martinista, aunque siempre ha sido de Cristóbal Fernández y de Carboneras. Distante a veces, cercano otras, y siempre con el porte debido. La sonrisa profiden y el alma puesta en cada obra, en cada gesto, en cada actitud. Quizá por ello es amado y odiado en la misma medida, aunque su capacidad de liderazgo es innegable. Y si no ya me dirán ustedes como ha sido capaz en la precampaña que ahora termina se nombrar su sucesor y cuando se le rebeló "cortarle la cabeza" (en sentido figurado) como hacía la reina de corazones en Alicia en el País de las Maravillas y regresar en loor de multitudes como el gran salvador, como el Felipe González dimitido en los años ochenta y aclamado por sus huestes jornadas después. Un dandy de la política.

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