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¿Aprobado o a septiembre?

  • Se acerca el final del curso, es hora de ver si se pasa o se repite

DOS días de campaña y 72 horas para las elecciones. Se acerca el momento clave. Decida cada cual por dónde va a ir su voto porque ya no queda tiempo casi para echarse atrás. Si tiene usted el vicio, asómese a las páginas web y vea los mítines definitivos. Si no, váyase a la playa o a la piscina y medite debajo del agua. Estamos ante el arreón final y ya toca llegar a los mensajes determinantes. Es hora, para unos y otros, de aventar el miedo al contrario. Es momento de advertir que llega el apocalipsis. Quedan 48 horas antes de que se piense qué hacer cuando se vaya a las urnas y comience la cosa de verdad.

Porque todo lo que ha transcurrido hasta ahora no es más que representación, teatro, pantomima. Quince días de bolos en los que cada cual ha contado el cuento de la buena pipa a la espera de que llegue el 27-J. Ahí es donde habrá que empezar a negociar. Será entonces el momento de la verdad y (casi) todos están ya en esa clave. Pero claro, habiendo terminado el cole, a ver cómo se las apañan para echar esas largas jornadas de negociaciones teniendo a los niños en casa. Gran problema de difícil solución. Ellos todo el día reclamando la conciliación, el camino entre iguales y la posibilidad de trabajar y cenar en familia y ahora se enfangan en estos menesteres.

En esta circunstancia sale ganando Pablo, hombre soltero y sin cargas. Mariano, Albert y Pedro lo tienen más complicado, pues atesoran a sus espaldas churumbeles que piden atención en según qué horas del día. Imaginemos un encuentro por todo lo alto que arranca por la mañana, temprano, cuando los niños aún no se han levantado. Ahí todos estarán de acuerdo. Pero si la cosa se extiende y llega el mediodía comenzará a sonar el móvil para preguntar si papá viene a casa, si se le espera para comer o si va a estar para pasar un rato en la piscina. Y ahí sólo Pablo está libre. A los otros les pesará la mala conciencia de padres desatentos. Y llegarán los reproches y las críticas porque "no me has llevado" a tal sitio o porque la parienta dirá que "no hay quien te vea". Y entonces empezarán la negociación y las bullas. Y todos, menos uno, tendrán prisa. Y todos, menos uno, tendrán que tirar de abuelos para cuidar a los niños.

El domingo, como ayer, se acabará el cole de estos chavales y llegarán las notas. Ya no habrá tareas diarias, exámenes trimestrales ni actividades extraescolares. Será el momento de dar la cara en casa y comprobar si lo aprendido durante el curso ha servido para algo. Como los bachilleres recién terminados, nuestro cuarteto se enfrentará al mayor examen de sus vidas. Será la hora de la verdad para todos y, a diferencia de quienes buscan la utópica conciliación, habrán de encontrar la formula de ir a trabajar y satisfacer a los niños. De casar el interés común con el propio. De pasar la reválida sin esperar la ayuda de los mayores. Igual que hay parques a los que los abuelos, por buenos que sean, no pueden llevar a los nietos, las notas son cosa de los padres. Esperemos que éstas de junio sirvan para recuperar el suspenso de diciembre. Porque si hay que ir a septiembre...

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