Cuando la noche acababa las palmas empezaban a sonar desde el hogar de los trianeros en El Rocío. Las campanas de la casa doblaban como aviso. La Virgen del Rocío dejaba la Plaza del Acebuchal para entrar en la calle Real. El brillante simpecado trianero, colocado delante de su carreta, eclipsó por unos minutos el rótulo luminoso de seis letras: Triana.
La Virgen salió entre vivas de su visita a la bicentenaria corporación. Las primeras luces del Lunes de Pentecostés pusieron un simbólico broche a una visita llena de luz.
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