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Análisis

La procesión de la Virgen del Rocío. Más allá de la rotura del paso

La Virgen del Rocío, volviendo al santuario de forma precipitada.

La Virgen del Rocío, volviendo al santuario de forma precipitada. / Antonio Pizarro

Pasó con la Semana Santa de Sevilla, como ha ocurrido con tantas otras fiestas, sean religiosas o no. El Rocío tampoco permanece ajeno a ese cambio generacional que tanto influye en las formas y costumbres de las celebraciones masivas. El incidente del Lunes Pentecostés en el paso de la Blanca Paloma va más allá de la rotura de un banco y de las "debilidades estructurales" -en palabras del presidente de la Matriz, Santiago Padilla- que las nuevas andas puedan presentar. 

Hace bien la junta que gobierna la corporación almonteña en buscar soluciones técnicas a esta cuestión, aunque el propio Padilla reconoce que no es una cuestión fácil. También resulta oportuno su convicción de "no buscar culpables" en este asunto, después de todo el cruce de acusaciones que se han leído esta semana en las redes sociales y que tan fácil se lo pone a quienes colocan esta fiesta en el disparadero de críticas, burlas y caricaturas sobre el folclore andaluz, reduciendo la celebración a aspectos banales que ensombrecen la importante base religiosa que la sustenta. Los mismos que luego se rasgan las vestiduras porque un obispo recuerde en una homilía rociera la doctrina moral de la Iglesia. 

Volvamos al incidente de la procesión. Conviene relajar el debate, sosegarlo y analizar en frío una situación que no difiere mucho de otras fiestas que se han visto superadas los últimos años por el cambio de los tiempos. Nadie imaginaba en el arranque del siglo XXI que la Semana Santa de Sevilla iba a verse cuestionada en aspectos de seguridad, que la famosa "bulla" en la que todos los cofrades sabían moverse saltaría por los aires y que tuviera que inventarse algo como el Cecop que, décadas después, hasta contempla el uso de megafonía y la regulación del alumbrado público para casos de emergencia. Como tampoco pasaba por la cabeza de los viejos rocieros que el paso de la Blanca Paloma acabaría incorporando ingeniería aeronáutica para que no se viniera abajo en una procesión que, en su aparente desorden, siempre ha contado con una mínima organización, gracias a unos principios de respeto y colaboración compartidos por Almonte y las hermandades. Es lo que se llama adaptarse a los tiempos. 

Los incidentes ocurridos desde el año 2000 en la Madrugada sevillana han evidenciado que el público actual que acude a ver cofradías dista bastante del de otras épocas. Ha cambiado, como lo ha hecho la sociedad en sus valores. Una mutación que queda reflejada en las grandes celebraciones. El Rocío también la sufre y la procesión del Lunes de Pentecostés -el culmen de la romería y su momento más mediático- se ha contagiado de ese cambio generacional que explica, en gran medida, los problemas que se vienen detectando desde hace dos décadas.

Los valores de antaño

Donde antes primaba la constancia, ahora se impone la fuerza. Donde antes había respeto por quienes portaban las andas de la Señora, ahora existe una presión continua por acercarse a ellas. Donde antes se valoraba el papel que almonteños y hermandades tenían, por parte y parte, en esta celebración, ahora se ha impuesto un individualismo que amenaza con cegar toda capacidad de cordura y entendimiento. 

No se trata, como bien dijo Santiago Padilla, de buscar culpables ni de señalar a nadie. La procesión es de Almonte. Los almonteños tienen el privilegio inquebrantable de llevar ese lunes a su Patrona. Es su día grande en esta fiesta compartida. Un principio que ningún rociero antiguo cuestionaba. Ahora bien, esa pérdida de valores afecta a todos por igual, sin que importe el lugar de empadronamiento. 

Hasta hace 20 años la Virgen se venía en contadas ocasiones al suelo con un paso de la década de los 30 que pocas incidencias había sufrido. A comienzos del siglo actual se le empezó a cambiar la estructura interna para aliviar la carga. El paso se seguía viendo abajo demasiadas veces. En 2011 llegó el primer aviso. Aquella romería se partió el varal del paso y hubo que suspender la procesión a la mitad del recorrido. Meses después, el presidente de la Matriz, Juan Ignacio Reales, recién llegado al cargo, confesaba en una entrevista a Huelva Información que aquello era un "toque de atención muy serio". Se hicieron reuniones con el pueblo de Almonte y se mejoró la organización de la procesión. También se amplió la base del paso. 

El segundo aviso

La rotura del banco en 2022 en unas andas recién estrenadas ha encendido la segunda luz de alerta. Ha ocurrido después de tres horas de procesión en las que el comportamiento del nuevo paso resultó bastante satisfactorio. Sólo se vino seis veces al suelo desde que la Virgen abandonó el santuario hasta el incidente. La Matriz y los responsables de su estructura aeronáutica seguirán trabajando para buscar una solución que haga conciliar las nuevas técnicas con los modos de llevar a la Reina de las Marismas.

Pero el remedio no sólo responde a una fórmula matemática de carga y resistencia, sino que requiere de otras medidas adaptadas a ese cambio generacional que llegó hace tiempo al Rocío, al igual que a otras tantas fiestas. Almonte, como pueblo sabio, sabrá buscarlas, con la colaboración indispensable de unas hermandades que, sin su participación, no se entiende una romería que ya ha traspasado el corazón de la vieja Europa. 

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