“En Granada mueves una piedra y te sale una historia”

José Luis Gastón Morata | Escritor de novela histórica

José Luis Gastón Morata
José Luis Gastón Morata / MG
Andrés Cárdenas

13 de enero 2021 - 05:00

Ha sido durante 42 años médico en activo y entre consulta y consulta se ha dedicado a escribir novelas, sobre todo relacionadas con la historia de Granada y de Andalucía. Entró en el mundo de la literatura con un libro en el que relataba curiosidades médicas y le siguió ‘El perfume de bergamota’, considerada como una de las obras cumbre de la novela histórica andaluza. Ahora está de nuevo en los escaparates de las librerías con ‘El estupro del rey’, una novela ambientada en Toledo, Almería y la Granada que está a punto de ser reconquistada por los Reyes Católicos.

–Otra novela histórica. Se ha empeñado usted en que conozcamos bien Granada en el pasado.

–Granada tiene un atractivo literario que supera al de otras ciudades, por pasado, paisajes y paisanaje. “Granada tiene su encanto y el de todas las demás ciudades”, decía Antonio Machado. Matías Méndez Vellido, miembro de la cofradía ganivetiana del Avellano afirmaba a finales del XIX que bastaba “subirse a una silla para contemplar un hermoso paisaje”. Yo creo que en esta ciudad basta mover una piedra para encontrar una historia que merece un relato.

–‘El estupro de Rey’ está basado en el engaño de un monarca para satisfacer sus deseos sexuales con una muchacha. España ha tenido reyes muy fogosos.

–Y consejeros, ministros, eclesiásticos, profesores, albañiles, fontaneros, periodistas, médicos... Quien tiene poder y lo ejerce mal, puede cometer tropelías a diario. La prepotencia sea regia, gubernamental, económica, religiosa o de cualquier tipo puede ser muy peligrosa. La frase “¿sabe usted quién soy?”, no la suelen pronunciar los dementes que desean averiguarlo, sino poderosos que aspiran a ejercer su potestad.

–¿Transcurre el relato únicamente en Granada?

–No. Se inicia en Toledo, se pasea por el reino de Murcia, tiene varios capítulos dedicados a Almería, las Alpujarras y Guadix, y termina recalando en Granada.

–El padre de la muchacha es un médico judío de Toledo. Me imagino que le ha servido mucho su profesión de médico para ambientar la novela.

–Después de 42 años de ejercicio profesional sigo enamorado de la Medicina y en la mayoría de mis relatos, un médico o un sanitario, tienen papel relevante. Al igual que transmito a los lectores mis conocimientos sobre Granada, me gusta comunicar algunas experiencias médicas. Aunque la medicina reflejada en la novela es de varios siglos atrás, la práctica médica es un arte basado en la ciencia de cada momento; la empatía médico-enfermo es igual antes y ahora.

–Tengo entendido que Granada por entonces estaba muy adelantada con respecto a la práctica de la Medicina.

–Granada ha contado siempre con grandes profesionales médicos. Baste recordar que época nazarí, en el siglo XIV se fundó el Maristán, el primer manicomio existente en Europa, adelantado cuarenta años al hospital de Bethlem en Londres y al del padre Jofré en Valencia. Es el único hospital islámico del que hay constancia en los ocho siglos de presencia musulmana en la península. Durante la pandemia de peste negra que asoló el mundo conocido en ese siglo, el reino nazarí fue el que menos morbilidad y mortalidad padeció en comparación con los otros reinos peninsulares (Castilla, Aragón, Navarra y Portugal).

–¿Fue Fernando de Aragón un buen rey? ¿Y Boabdil?

–No me atrevo a juzgarlos porque no soy historiador. Fernando ayudó a Isabel a que Castilla, y a la postre España, fuese un reino importante para codearse con Inglaterra, Francia y el Imperio Sacro Germánico. Boabdil, fue preso de las circunstancias, e intentó defender el reducto musulmán de la península que estaba condenado a desaparecer desde la batalla de las Navas de Tolosa, dos siglos antes. Por desgracia, un granadino muy mal tratado por la historia.

–¿Cómo era Granada en aquella época?

–Una de las más pobladas de la península. Frente a los cuatro millones y medio de castellanos, los ochocientos mil aragoneses, los ochenta mil navarros y el millón de portugueses, al reino de Granada se le calcula una población entre trescientos y cuatrocientos mil habitantes. Se asegura que la capital contaba con cincuenta mil. La ciudad era un caserío distribuido en arrabales perimetrados por murallas y puertas, con calles estrechas y tortuosas, pocos ensanches y casas unifamiliares de una o dos plantas, y pequeñas, en las que se aprovechaba negocio y vivienda.

–¿Fue justa la expulsión de los judíos?

–No conviene juzgar con criterios actuales lo ocurrido cinco siglos atrás. Habían sido ya expulsados de Francia, Inglaterra, de las tierras de los Habsburgo y de varias repúblicas y ducados italianos. Constituían el uno y medio por ciento de la población y se les impuso unas condiciones inicuas para emigrar. Es curioso, pero los poderosos de los reinos españoles recurrían a financieros y médicos judíos. Lo que si estoy seguro es que fue una pérdida de cultura, ciencia y bagaje humano muy importante.

–¿Lo hicieron bien los Reyes Católicos con los moriscos?

–Incumplieron los pactos firmados, las Capitulaciones de Santa Fe, en menos de ocho años. El despotismo sobre los granadinos originó la revuelta del Albaicín en 1499-1500 y la consecuente pragmática que obligaba al exilio o al bautismo. Los convertidos que permanecieron, los moriscos, fueron vejados por Carlos I y Felipe II, hasta su expulsión definitiva con Felipe III en 1609. Por cierto, Felipe II y Felipe III buscaron médicos moriscos para ser atendidos ellos y sus familiares.

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