Simón Casas | Empresario taurino y escritor

Simón Casas: "Los ataques antitaurinos han fortalecido a los toros"

Simón Casas.

Simón Casas. / Lucía Forero

Simón Casas (Nimes, 1947) contagia entusiasmo al hablar de filosofía, de arte, de cultura y, por supuesto, de toros. Para este empresario y apoderado –antes torero- todas estas cuestiones son caudales que emanan de un mismo origen: la belleza y la verdad. Simón Casas tiene en la mirada un carácter de constante celebración. Es todo pasión a la hora de exponer sus ideas sobre la tauromaquia, sus argumentos a favor de esta liturgia; también a la hora de relatar sus recuerdos con Rafael de Paula o con Paco Ojeda; o sus memorias de niño francés en cuya familia se hablaba español, una lengua que fue decisiva en la educación del apoderado. El idioma determinó la personalidad. Tanto es así que Simón Casas, nos confiesa, quiso ser torero porque en su Nimes natal era la forma más pura de ser español. Todas estas historias las cuenta en su último libro, Pases y pases (editorial Demipage), en el que Casas reúne sus memorias. Una vida llena de hazañas novelescas, anécdotas memorables, lecciones ásperas y cornadas –de todo tipo-.

-Cuenta usted que se hizo torero porque buscaba una identidad.

-Así es. Mi idioma materno era el español, pues mi familia materna es de origen sefardí. Aunque yo estaba en Francia, tanto mi madre como mi tía y mi abuela hablaban español. Por lo tanto, enseguida me sentí de España. La ciudad de Nimes me ofreció la imagen para terminar de ser español. Esa imagen era la del torero. Un torero triunfante, que llevan a hombros por las calles de la ciudad. Para mí el español emblemático era el torero, y es lo que quise ser.

-Sus raíces son heterogéneas: antepasados sefardíes, Francia, España…

-Soy una suma de culturas de Oriente a Occidente. Lo que me enseñó a mirar a la tauromaquia, que es transversal a todas civilizaciones. La tauromaquia es también una mezcla de culturas, es de naturaleza heterogénea. Pienso que la tauromaquia es una fiesta que presenta a la muerte, que es también algo que todos conoceremos, algo en cierto modo heterogéneo. La tauromaquia crea belleza y emociones colectivas que unifican al pueblo. Todos los corazones y todas las mentes de la plaza quedan unificadas ante un pase de Morante de la Puebla.

-Lo de ser apoderado no fue una elección como la de ser torero. Usted se hizo apoderado casi de casualidad.

-Para mí ser apoderado es una manera de seguir siendo torero, aunque a través de los toreros que apodero. Es el caso de Alejandro Talavante. Vivir cerca de héroes así siempre nutre.

-Cuenta en el libro que usted llega a ser empresario taurino, en España, por su trato con los comunistas exiliados en Francia.

-Yo era un chaval que tenía quince años y que toreaba en plazas portátiles en Francia. En esta época, años sesenta, llegué a torear en París. Los que montaban y desmontaban la plaza portátil eran exiliados políticos. Yo no sabía nada de política ni sabía de la guerra civil española, porque casi no he ido al colegio. Pero esta gente que entonces conocí, anarquista y comunista, muchos intelectuales, llegaron a ser personas importantes en la Transición. Con el paso de los años ellos seguían hablando de mí. Uno de estas personas era Enrique Múgica. Aunque no lo conocí en París, él había oído hablar de mi historia. Un día me citó. Estuvimos dialogando. Y con mucha generosidad me dijo: “Ya eres empresario de toros en Francia, te voy a ayudar para ser empresario en España”. Múgica me puso en contacto con el presidente de la Diputación de Valencia. Y así me entregaron la plaza de toros de Valencia.

-Su ideología, afirma, ha cambiado con el paso de los años.

-Con veinte años todos deseamos una sociedad equitativa, y tenemos una tendencia de ser de izquierdas. Luego uno evoluciona. Ahora mismo he cambiado. Me sitúo en el ámbito de la derecha. Aunque confieso que las ideologías me molestan un poquito. Es una manera de encorsetar las mentes. Pero sí: desde hace muchos años soy militante en el campo de la derecha. Pienso que la izquierda no ha sido capaz de mantener su misión ideológica inicial, la del gobierno del pueblo para el pueblo.

-En Pases y pases escribe de José Tomás, Talavante, Rafael de Paula. ¿Cuáles han sido sus toreros, los que le han emocionado especialmente en la plaza?

-En el espacio de las expresiones artísticas no puede uno decir me quedo con esto o con aquello. Creo que no es bueno. Lo que más me inspira de los toreros es la técnica digamos mística, de misterio, de duende, lo que decía Lorca. Además de los que citas, adoro a Manuel Benítez, El Cordobés. Pero al arte no hay que acercarse desde el dogmatismo. En la tauromaquia cabe de todo. Entiendo que haya aficionados que prefieran un estilo u otro. Pero no lo que no es admisible son los dogmas del pensamiento. No admito el totalitarismo intelectual. Como ahora sucede con el wokismo.

-Le tengo ahora que preguntar por los toreros que han sido especialmente difíciles en los despachos…

-Con todos los que he tratado no han sido sólo grandes toreros, también han sido –y son- grandes personas. Con mucha generosidad. Es evidente: para ser capaz de jugarse la vida hay que ser generoso. En el sentido más profundo. Toreros como El Cordobés, José Tomás o Paco Ojeda han llegado a torear gratis para mí. No porque lo haya pedido yo, sino porque ha habido ocasiones en las que el día no se ha dado bien de público. Los apoderados de estas figuras a veces me han dicho: “Oye, Simón, hoy ni la gasolina te cobro”. Paco Ojeda, en dos tardes flojas de público, le dijo a su apoderado que no me pidiera nada.

-¿Cree usted que afecta a los toros la decisión del ministro Urtasun de suprimir el Premio Nacional de Tauromaquia?

-Creo que no. Afecta a mi alma de aficionado. El ministro de Cultura tiene derecho a pensar que la tauromaquia no le gusta, pero no puede hablar de ella sin hacer un esfuerzo analítico. Se equivoca Urtasun cuando dice que la tauromaquia es una crueldad. Tampoco entiendo cómo el ministro acepta una cartera que ya incluía los toros. Si yo fuese ministro intentaría entender por qué la tauromaquia. Lo que le reprocho al ministro de Cultura no es que rechace la tauromaquia, sino que no haga un esfuerzo para intentar saber de qué trata. Algo que forma parte de su cartera.

-¿Cree usted que desaparecerán las corridas de toros?

-No lo creo. Es un espectáculo único. Mucha gente lo rechaza, y entiendo sus motivos. Lo respeto. Pero la tauromaquia está tan presente en nuestra historia… No desaparecerá. De hecho, los ataques antitaurinos han fortalecido a los toros.

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