Julia Navarro | Escritora
"Un hurra por quienes dicen no"
Padre Ángel | Sacerdote y fundador de Mensajeros de la Paz
El sacerdote Ángel García Rodríguez (Mieres, 1937), más conocido como Padre Ángel, es fundador de la ONG Mensajeros de la Paz, galardonada con el premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1994. Es párroco de la iglesia de San Antón de Madrid, abierta las veinticuatro horas del día para alojar a personas sin techo. En 2016 impulsó el restaurante Robin Hood, un establecimiento normal durante el día, pero que, a partir de las siete de la tarde, ofrece cena gratuita a personas desfavorecidas. Acaba de publicar Un mundo mejor es posible (Alienta, 2019), en el que lanza un mensaje esperanzador sobre el progreso de la sociedad.
-¿Es posible un mundo mejor?
-Sin duda alguna. Y lo digo no por buenismo, sino con argumentos. Nunca en la historia de la humanidad se han reunido 170 jefes de Estado para erradicar la pobreza y el analfabetismo. Es verdad que no se ha conseguido todo, pero hoy muere menos gente por hambruna que hace 200 años.
-Pero en la sociedad ha calado la sensación de que estamos peor que nunca. ¿A qué se debe?
-Creo que hay muchos agoreros. Nadie puede decir que la medicina hoy no está mucho mejor ni que nuestros niños están más preparados que nunca. El mundo que vamos a dejar a nuestra juventud va a ser mucho mejor, sin duda alguna.
-¿Hay correlación entre la pérdida de la religiosidad y el pesimismo sobre el futuro?
-No lo creo. Quizás hay menos gente practicante, pero pienso que cada uno nace con algo de instinto religioso. Pero eso de ser católico, apostólico y romano ya no se lleva. Hay que dejar a los demás que sean lo que ellos deseen.
-¿Es consciente de que su punto de vista es una rara avis en la iglesia actual?
-Puede que sea algo raro, pero también es de sentido común que tengamos abiertas las iglesias las 24 horas o que dejen a los inmigrantes pasar sin poner tantas vallas.
-¿A qué achaca la distancia entre la sociedad y la iglesia?
-A veces hay que creer más en lo que uno hace. El problema de la iglesia no es si los sacerdotes se casan o se dejan de casar, sino si estamos cerca de los pobres. A veces nos falta autenticidad y creer en los proyectos.
-También hay personas que tienen fe, pero se sienten excluidas de la iglesia por estar divorciadas o por ser homosexuales.
-Si algunos están apartados es porque los hemos apartado nosotros. Pero este Papa ya nos ha dicho que hay que volver a abrir las puertas de las iglesias.
-Usted está muy pegado a la realidad de la calle. ¿Realmente hemos superado la crisis?
-Nadie duda de que hemos pasado la crisis. Pero la gente que estaba en una profunda crisis, los que no tienen casa, siguen estando ahí. Sin duda hemos mejorado, pero también hay muchas familias que no llegan a final de mes. Hay que luchar y no hay que quedarse en lo bueno.
-¿Qué llevó a un niño nacido en la Asturias profunda a dedicarse con tanto ahínco a los demás?
-Los ejemplos de mis padres y de los sacerdotes que había entonces de querer y dejarse querer por las personas. Yo creo que uno es feliz cuando ve que es posible hacer el bien común.
-¿Es cierto que quiso devolver un donativo de Franco y no lo hizo por miedo a ser fusilado?
-Eso fue en plan figurativo. Cuando llegó el donativo lo devolví porque creía que era poco dinero. Y el gobernador civil me dijo que "si no lo coges, a ti y a mí nos puede fusilar". Era una broma del gobernador.
-¿Cuánto dinero era?
-Unas 2.000 pesetas. Para lo que yo esperaba era muy poco. Pero esas cosas se hacen sin pensarlas. Si hoy Moncloa me ofreciera algo parecido, no sería tan valiente como para devolverlo.
-¿Qué hizo con el dinero?
-Tengo el billete enmarcado.
-Después de tantos años, ¿qué es lo que más le enorgullece de Mensajeros de la Paz?
-Alguna campaña que hemos hecho como la de Querer más que un hijo para niños discapacitados. Y el ejemplo de tantos cooperantes, voluntarios o misioneros, algunos de los cuales han perdido la vida. Eso te anima a seguir. Vivimos en un mundo solidario, donde no solamente hay Vicentes Ferrer o Madres Teresa de Calcuta, sino que hay muchos con nombres menos pomposos que también deben ser tenidos en cuenta.
-¿Cómo le gustaría ser recordado?
-Como decía Enrique Tarancón, como ese hombre bueno que amó y quiso escuchar, y que le da gracias a Dios por haber tenido tanta gente buena a su lado como he tenido yo.
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