Gabriel Albiac: "El antisemitismo es el paradigma de la barbarie"
EL DARDO EN LA PALABRA. Catedrático de Filosofía, antifranquista en su juventud, rebelde con causa y preciso con las palabras, que tienen su significado y moldean el mundo, no al revés. Así lo expone Gabriel Albiac (Utiel, Valencia, 1950) en su última obra, El eclipse del padre. Una crítica de la razón woke (La Esfera de los Libros), donde tumba con argumentos esa religión laica importada de EEUU denominada wokismo.
Pregunta.–Tengo resaca. No estoy para eruditos, don Gabriel.
Respuesta.–Para la erudición están la biblioteca y la casa.
P.–Explíquele a mi tía Mariló, que tiene 80 años, qué es lo 'woke'.
R.–El delirio de pretender que se es lo que se quiere ser. Y, por lo tanto, todo está al alcance de la decisión arbitraria.
P.–Leo "razón 'woke" en el subtítulo de su libro y me acuerdo de Pío Baroja y la revista 'El Pensamiento navarro': "O es pensamiento o es navarro".
R.–Exactamente. Es una broma kantiana, pero naturalmente o es razón o es 'woke'. Habría que hablar de una especie de religión de suplencia, laica, que es en lo que se ha transformado el 'wokismo'.
P.–¿Cuál es su peligro?
R.–Que si confundes tus deseos con el ser, la realidad con el querer, acabas estrellándote contra el ser y contra la realidad. Puedo decir que quiero ser un águila imperial pero si me tiro de una torre, ya sabe lo que va a pasar.
P.–Es esquizofrénico.
R.–El grado de infantilización ha llegado a tal punto… El niño piensa que sus deseos son siempre realizables, pero que un adulto crea que si decide ser Ava Gardner, lo va a ser...
P.–¿Y el síntoma de que está triunfando?
R.–Ha pasado el ciclo de ascenso: cristalizó en EEUU, luego en Europa y finalmente, como siempre más excesivo, en este pobre país nuestro. La ley trans del Gobierno español no tiene equivalente en Europa. Aquí cualquiera con 16 años puede ir al registro y decir que cambia de sexo sin control médico. Es un delirio. El problema es manipular las palabras. Le hablas a un chaval de reasignación genital y suena incruento, pero es una amputación genital, una castración. No sé si un adulto puede exigirle eso a un cirujano, pero tengo claro que un menor no.
Es posible que Pedro Sánchez sea el mayor gigante hético, con hache, del siglo XXI"
P.–¿Todo empezó con esos padres que dicen ser amigos de sus hijos?
R.–Claro, eso forma parte de las demencias del último medio siglo. Un padre es una figura simbólica que estructura el mundo como una realidad ordenada.
P.–Dice mi amiga Paloma que hasta qué punto su sinceridad puede convertirse en crueldad si no utiliza la empatía.
R.–En el ámbito del conocimiento no hay espacios afectivos. Eso no significa que el sujeto que hace eso no tenga su espacio de afectividad ni su territorio personal e íntimo, pero como decía Saint-Just: "La vida privada es el templo de los ciudadanos, no se os ocurra ni rozarlo".
P.–Es filósofo porque, como dijo Rafael El Gallo sobre Ortega y Gasset, ¿hay gente 'pa tó'?
R.–No servía para otra cosa y me dediqué a esto.
P.–¿Adónde nos conduce la era de Narciso de la que usted habla?
R.–Al vacío. Es una tentación de la cultura occidental desde sus orígenes. El problema llega cuando el espejo pasa a estar dominando toda la realidad. Narciso tenía que buscar una laguna para asomarse y escuchar a lo lejos el eco; [coge el móvil] hoy tenemos permanentemente un espejo distorsionador. Lo fantástico es que por razones profesionales no puedes prescindir de él y, a la vez, es la máquina de control más perfecta jamás inventada: te proporciona exactamente la imagen de ti y del mundo que tú deseas, y a través de ese deseo controla cada instante de tu vida.
P.–"Gabriel Albiac es un lujo de nuestra literatura". Le debe una 'convidá' a Juan Bonilla.
R.–Sí, cuando acabe con usted he quedado con él para pagar esa comida.
P.–Leyó su tesis sobre 'El Capital' en la primavera de 1975 en la Complutense. ¿Siempre le ha gustado jugar con fuego?
R.–Puestos a jugar, mejor con fuego que con canicas. El riesgo es el elemento esencial del juego, los que hemos leído a Dostoievski lo sabemos bien.
P.–Hijo de militar leal a la República represaliado por Franco, militante del PCE en la clandestinidad… pero llevo 30 años escuchando que es facha.
R.–Mi padre fue condenado a muerte en el 39 y yo no hice otra cosa en la dictadura que meterme en líos de organizaciones antifranquistas, así que las majaderías me provocan risa. Si quienes utilizan el término facha tratan de hacer un apócope de fascista, que inicialmente no es el sentido de la palabra, no tienen ni pajolera idea de que el fascismo es exclusivamente la forma nacional del socialismo, que lo inventó Mussolini y luego Hitler. Usar términos anacrónicamente sólo lleva a desbarrar.
P.–Como estudioso de la obra de Spinoza, ¿cree que Pedro Sánchez es el mayor gigante ético del siglo XXI?
R.–Hético con hache quiere decir, ¿no? Es posible.
P.–¿Cómo lo recordará (a él) la Historia?
R.–Como el mayor farsante de la política contemporánea española y, cuidado, porque mire que ha habido farsantes, pero de este nivel ninguno.
P.–El antisemitismo, ¿ha vuelto al centro de la vida política europea o jamás se fue?
R.–Ha retornado al primer plano. Tras el asesinato de seis millones de civiles nadie en Europa podía usar inocentemente esa palabra, pero se ha hecho bajo un pequeño disfraz semántico: antisionismo en vez de antisemitismo y la cosa parecía de gran inocencia. Estamos retornando a las variedades más brutales y primarias de antisemitismo y me preocupa. Llegué a la política a los 15 años leyendo a Sartre, el padre del izquierdismo europeo, pero si en algo fue siempre inflexible es que la barrera que no se puede rebasar es la del antisemitismo. Es el paradigma de la barbarie.
También te puede interesar
Lo último