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Isabel Sánchez | Secretaria de la Asesoría Central del Opus Dei

"La mujer para afirmarse no necesita pisotear al hombre"

La secretaria de la Asesoría Central del Opus Dei, Isabel Sánchez / Paola Guitérrez

La secretaria de la Asesoría Central del Opus Dei, Isabel Sánchez / Paola Guitérrez

Isabel Sánchez (Murcia, 1969) es la mujer con más poder dentro del Opus Dei. Tras licenciarse en Derecho, se trasladó hace 25 años a Roma para cursar los estudios de Filosofía y Teología. Publica ahora Mujeres brújula en un bosque de retos (Espasa), un relato donde cuenta historias sobre mujeres que son referencia para nuestra sociedad. Es la secretaria de la Asesoría Central el Opus Dei, un puesto muy cercano al prelado, Fernando Ocáriz. "Es humilde, inteligentísimo y un gran escuchador", afirma.

–Tengo curiosidad. Explique su cargo en el Opus.

–Soy la persona que hace cabeza en el consejo que ayuda al prelado de Opus a gobernar la institución. Ese consejo está formado por ocho personas, que luego se extiende a casi 40, porque funcionamos por todo el mundo. En realidad soy una más, pero sí, tengo una posición destacada.

–Es la mujer con más poder dentro de la Obra. ¿En qué se traduce?

–Tengo una mayor capacidad decisional en los temas que el prelado me concede en la colaboración con él en el gobierno. Como en todas las instituciones de la Iglesia, poder significa servir y estoy a disposición de las 50.000 mujeres que forman parte de la institución, intentando incentivar iniciativas que favorezcan a la mujer, cuidar su formación y estar pendiente de que se desarrollen en esos 80 países la Obra trabaja.

–Escribe sobre mujeres que son referentes e nuestra sociedad. ¿Necesitamos inspiración?

–Me parece que sí. Necesitamos inspiración y sentido. A veces en este mundo tan complicado perdemos el norte de hacia dónde vamos. Y la mujer nos señala un norte claro, que es la primacía de la persona, el cuidado de los que queremos.

–Dicen que su libro aporta una nueva visión del feminismo. ¿Por qué?

–No sé si es nueva, pero es la que defendería cualquier cristiano desde hace 20 siglos. Es una visión equilibrada, complementaria. Es un feminismo de la equidad, donde hay admiración por el hombre y por la mujer como personas capaces de hacer una sociedad mucho mejor de la que tenemos.

–¿Es eso ser feminista?

–Sí, es eso. Defiendo todo valor de la mujer, que para afirmarse no necesita pisotear al hombre.

–¿Se considera feminista?

–Lo soy, con ese feminismo de equidad y complementario que le he dicho antes.

–Imagine que es presidenta del Gobierno. ¿Tendría un ministerio de Igualdad?

–Tendría un ministerio de Igualdad que intentaría, entre otras cosas, llevar al hombre hacia el mundo del cuidado. Porque no sólo se trata de que la mujer llegue a todos los ámbitos profesionales, sino de atraer al hombre también hacia la corresponsabilidad con mucho gusto. No sólo por obligación, sino con gusto, que descubra el valor de ese campo.

–¿El hombre ha olvidado el cuidado de los demás?

–En parte sí, porque hemos dejado que eso lo relegara en la mujer. La mujer ha aprendido mucho, ha extraído ciencia del cuidado y mucho coraje, pero también ha asumido una carga que se vuelve insoportable, cuando los que tenemos que cuidar ahora son tantos.

–Son muchos.

–Estamos en un mundo que nos deja muy heridos y los cuidados no sólo los necesitan los ancianos en el final de su vida, sino también los que nacen, los jóvenes... Estamos todos llenos de heridas. Somos vulnerables.

"El individuo por sí mismo no puede afrontar este gran flagelo que es la pandemia del coronavirus"

–Esa vulnerabilidad se ha visto en las residencias.

–La pandemia ha acelerado y demostrado que este cambio tiene que hacerse pronto, porque no estamos preparados.

–¿Comparte la política de cupos?

–En general, esa política ha sido necesaria en varios países porque ha sido un camino intermedio para poder llegar a la igualdad.

–Sobre todo salarial.

–Hay desigualdad salarial en el trabajo y hay una gran desigualdad salarial en el cuidado. Imagínese, quien se dedique a cuidar de los que quiere se muere de hambre. No los retribuimos de ninguna manera.

–¿Ha estado en alguna manifestación del 8-M?

–Este año me ha pillado viajando y además estábamos en plena pandemia en Italia. Pero, bueno, interiormente, me uno a esa causa, a la causa de la mujer.

–¿Está la lucha feminista muy polarizada?

–Vivo en Italia hace 25 años y estoy lejos del debate español. Pero me he encontrado un debate muy enconado. Creo que estamos trabajando en un tablero antagonista entre hombres y mujeres. Y hay que llegar a un tablero de un diálogo mayor.

–¿La figura de la mujer en el Opus es reconocida?

–Dentro de la Obra, sí. Siempre estamos liderando en 80 países todo tipo de iniciativas: mujeres directivas de colegios, de hospitales... En ese sentido, sí. Fuera se conoce menos.

–¿Se practica la igualdad?

–Sí, porque es un valor cristiano. Las mujeres tenemos igual dignidad.

–¿Y en la Iglesia? ¿Existe esa igualdad?

–También. Me parece que esa revolución que todos queremos no es tanto la de la mujer sino la de los laicos. Hay asuntos que han sido asumidos por los sacerdotes, por los curas, como si fueran propios de ellos y no los son. Hay que hacer ahí una criba para que hombres y mujeres laicos, cristianos corrientes, que van a pie, se puedan ocupar de cosas en las que son expertos.

–¿Está cumpliendo el papa Francisco con las expectativas de cambio?

–El Papa nos está llevando a una grandísima coherencia con los valores del Evangelio. Está dando pasos muy valientes en campos como la pobreza, humanidad y también en el papel de la mujer. La está revalorizando mucho.

–Aunque todo el mundo se fija en que la mujer no puede dar misa. ¿Eso no lo podemos esperar?

–El Papa recibe un depósito de fe, el Papa no es el dueño de lo que la Iglesia cree. Y eso es una garantía para los cristianos, porque no va a haber un líder que va a cambiar las cosas como le conviene o como le parece. Aquí todos seguimos a Jesucristo y él se hace garante de lo que él dijo.

–Haga de analista. ¿Qué futuro nos espera?

–No puedo decir cuándo se acabará la pandemia, ojalá. Si la aprovechamos bien, nos va a levantar toda una corriente de solidaridad, nos va a centrar en las personas que queremos y, si correspondemos bien, nos puede ayudar a salir mejores. Pero eso significa que tenemos que ponernos a ayudarnos todos unos a otros. El individuo por sí mismo no puede afrontar este gran flagelo.

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