"Si una viñeta se pasa de reivindicativa salen a hacer rodar cabezas"
Raquel Córcoles | Ilustradora.
Raquel Córcoles (Reus, 1986) es la alter ego de Moderna de Pueblo, todo un fenómeno viral que cuenta con más de 800.000 seguidores en Facebook. Licenciada en Publicidad e ilustradora, acaba de publicar Coñodramas (Zenith), fruto del trabajo en equipo con Carlos Carrero. Un evento que coincide con el anuncio de la adaptación al cine de su anterior éxito, Idiotizadas.
-¿Cómo surge Moderna de Pueblo?
-Vine a Madrid a acabar la carrera y me quedé fascinada. Tuve un intento de blog, Mi vida en la ciudad, un fotolog, hice tres viñetas con un personaje, Moderna de Pueblo, pero lo abandoné. Cuando terminé los estudios y trabajaba en una agencia de publicidad empecé a buscar un segundo camino. Era la época en la que ya mileurista sonaba a rico (risas). Entonces di con una beca del cómic, recordé ese proyecto y decidí presentarme, por lo que abrí una página de Facebook para dar apoyo a mis viñetas. Gané la beca y las redes empezaron a funcionar muchísimo: cosa que subía se viralizaba al nivel de esa época. Una locura. Vi el filón ahí y empecé a hacer viñetas para redes, a salirme colaboraciones y a publicar el libro casi sin saber dibujar.
-En Idiotizadas pretendía combatir los estereotipos de género. ¿Qué persigue con Coñodramas?
-Busco continuar con la estela de Idiotizadas pero me he centrado en la trayectoria laboral, un tema que me parecía complejo en otras etapas de mi vida porque no tenía muy claro qué discurso podía aportar. Abordo los problemas que nos podemos encontrar las mujeres en nuestro ámbito laboral, desde Gordinieves, que tiene que lidiar con las hormonas y ser una persona estable y superprofesional, a Zorry, que tiene que deshacerse de su tufo feminista para ser aceptada en el mundo de los cómicos. Moderna, más autobiográfica, repasa los obstáculos que he encontrado, mi síndrome de la impostora y cómo lo he ido superando, para animar a las mujeres a deshacerse de los complejos que nos acompañan y nos ponen techo.
-¿Su éxito se debe a que naturaliza situaciones que son silenciadas o incluso tabú con sentido del humor?
-Sí. Es el don de saber simplificar cosas complejas y sacar a la luz temas incómodos de una forma humorística que hace que más gente se acerque a unas ideas que, si las presentas de manera más amenazante, quizás no llegarían a tanto público.
-Casi todas nos vemos reflejadas en sus viñetas. ¿Por qué muchos hombres son reticentes a leerlas?
-¡Están consentidos! Han tenido todo tipo de productos culturales en los que se veían reflejados y están muy acostumbrados a ser los protagonistas. Cuando hemos empezado a crear nuestras historias no se han interesado, nos han puesto la etiqueta femenino y nos han bajado un nivel en la escala del respeto. Ellos han marcado lo que es normal y cuando no los seguimos es que no lo sabemos hacer, no sienten que puedan aprender de nosotras... Simplemente falta interés.
-Persiste un falso concepto de feminismo que lo desvincula de la igualdad. ¿Es ése el principal problema?
-Siempre va a haber una parte del discurso que sea desacreditar el propio movimiento. Es un discurso que parece que nunca caduca con el que tendremos que convivir con la esperanza de que el mensaje cale en gran parte de la sociedad. Con las redes sociales todo se polariza. Yo lo noto mucho: me rodeo de gente muy diversa pero, cuando sales de tu círculo, hay otra parte muy en contra de lo que tú crees normal. Cuando una viñeta se pasa de reivindicativa, por ejemplo sobre mujeres y tecnología, en la que dices que lo tienen muy difícil porque hay mucho machismo en ese sector, viene una avalancha de gente que no pertenece a tu público como si fuesen gladiadores, a rodar cabezas. No hay afán de entender o matizar, sólo de destruir, de decir que nos inventamos las cosas, y muy poca voluntad de deconstrucción, como hemos hecho las feministas.
-Su libro trata de desmontar mitos o estereotipos sobre el feminismo (imagen, maternidad...) ¿Falta unidad entre mujeres?
-Yo noto muchísima unidad. De cara a mi carrera, aunque trabajo con Carlos, somos equipo mixto, lo que nos apetece es apoyar a otras mujeres y aprovechar que Moderna es una plataforma con mucha visibilidad para dar a conocer a esas mujeres y apoyarnos, ensalzarlas, porque necesitamos un statu quo de mujeres que demos otro ejemplo de cómo se pueden hacer las cosas, que las chicas jóvenes vean referentes que antes no tenían.
-También aborda temas como el constante juicio a la mujer, el techo de cristal, el empoderamiento femenino o el síndrome de la impostora. Parte de la sociedad cree que se trata de victimismo, que no existen o ya se han superado. ¿Qué les diría?
-Me río de esos conceptos, incluso de lo de víctima.... Llamando víctima a quien señala una injusticia lo único que haces es luz de gas, en lugar de centrarte en lo que señala te centras en el dedo y dices "qué víctima, tendrías que ser una mujer fuerte, no quejarte". Eso es lo que hago, seguir adelante aunque haya machismo, pero reivindicarlo sirve para dar pasos hacia adelante. Ninguna queremos ser víctima. La más valiente es la que no se lo calla.
-¿Qué le parece el término feminazi?
-Ya está casi demodé aunque se use mucho. Cuando nació me hacía gracia, me sonaba a feminista radical, en plan superempoderada. Ahora se usa como insulto, gente que no sabe lo que es el feminismo usa feminazi ante todo lo que le atufe a feminismo. Antes de pensar, insultar. Sucede mucho en internet: hay muy poca reflexión y se comenta incluso antes de leer.
-¿Cuál cree que podría ser la señal de que este debate está realmente zanjado?
-Es una utopía... Sería un mundo que persigue el feminismo en el que tu género no te condicionara a un destino o a un comportamiento, para nosotras y para ellos, en el que la diversidad reinara más que tener que seguir unos patrones para encajar.
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