España

Editorial: Nueva farsa en el final de ETA

NO será probablemente el último, pero el montaje propagandístico organizado ayer por la organización terrorista ETA en Bilbao revela un intento a la desesperada de disfrazar su derrota definitiva simulando una negociación con el Estado democrático que no se ha producido. Amparándose en una comisión de mediadores internacionales que no pueden mediar porque carecen del reconocimiento de España y Francia, la banda montó ayer una escenificación puramente teatral para aparentar una voluntad de acabar con la violencia ejercida por ella misma durante cuarenta años, a través de una inutilización parcial de sus armas y explosivos que aún está lejos de lo que la sociedad vasca y española exigen: el desarme total y la disolución de la organización. También son una exigencia de la nueva situación creada por algo que ETA se niega a asumir plenamente: su derrota a manos de la democracia, que no ha sido fruto de ninguna negociación, sino de la lucha firme y denodada de las Fuerzas de Seguridad y los jueces y fiscales, la unidad de las fuerzas políticas democráticas que los han dotado de los instrumentos legales precisos, la serenidad y la resistencia del pueblo español y la cooperación internacional tras un largo y doloroso periodo de incomprensión y pasividad. La única verdad es que la banda terrorista que tantas víctimas se ha cobrado en su incuria asesina y tanto dolor ha causado en miles de familias ha sido vencida sin haber conseguido ni uno solo de sus objetivos. Ni siquiera la liberación de los etarras presos por los crímenes que cometieron han logrado convertirla en producto de intercambio por su decisión forzada de dejar de matar y abrir una tregua que, más pronto que tarde, se transformará en la ansiada paz en el País Vasco. El último fracaso de ETA será precisamente la evidencia de la imposibilidad de arrancar una amnistía para los asesinos convictos y confesos tras un juicio justo a cambio de formalizar su renuncia definitiva a la violencia. Y será así por mucho que intenten graduar el proceso de su disolución volviendo a la internacionalización del conflicto sobre la base de impulsar una mediación que no hace ninguna falta y ganar, con ello, la respetabilidad que nunca van a conseguir. Si matando, extorsionando y coaccionando a miles de españoles no alcanzaron ningún avance en su proyecto totalitario, difícilmente van a obtenerlo motando espectáculos propagandísticos de tan corto recorrido. Cualquier hipotética muestra de generosidad que pueda plantearse el Estado democrático en el futuro, si es que fuera conveniente, tendrá un punto de partida inesquivable: la disolución de ETA.

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