España

El Che Guevara se marcha... a Madrid

  • El bipartidismo resurge por la inconsistencia de los contrarios

Pablo Iglesias, al anunciar su dimisión este lunes.

Pablo Iglesias, al anunciar su dimisión este lunes. / EFE

Pablo Iglesias se aburre en el Gobierno, es un agitador más interesado en las luchas ideológicas que en la gestión y, en su imaginario, Madrid aún tiene pendiente una batalla. No pasarán. Esta vez, es el PP y Vox, y él, el salvador de la patria, el que detendrá a "la derecha criminal". Como el Che Guevara, se marcha a Bolivia, una vez alcanzada la revolución en La Habana. El bucle de la extrema izquierda no tiene final, y frente tiene a su imagen especular. "Comunismo o muerte", grita Isabel Díaz Ayuso.

Pablo Iglesias comunicó hace unas semanas a Yolanda Díaz que sería su sucesora al frente del partido, la próxima candidata de Unidas Podemos, pero los allegado de la ministra de Trabajo no terminaban de creerle. Este lunes por la mañana, poco antes de hacer pública su dimisión, Iglesias le anunció al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que se marchaba para presentarse a las elecciones regionales de Madrid y proponerle que Yolanda Díaz fuese la nueva vicepresidenta. Sánchez se tomará unos días, con tranquilidad, porque ahora dormirá mejor.

Podemos y Ciudadanos nacieron para adelantar a los dos grandes partidos surgidos de la Transición, pero al cabo de los años llevan camino de convertirse en gregarios o, simplemente, desaparecer. Cuando la pandemia del Covid todavía puede descargar una cuarta ola y cuando se cierne una crisis económica, el vicepresidente del Gobierno se baja del tren en marcha como última consecuencia de la bisoñez de Ciudadanos en la Región de Murcia. Sin conocer de todo a los dirigentes de su propio partido, el vicesecretario general de Arrimadas, Carlos Cuadrado, ya dimitido, organiza una moción de censura que ha terminado con la dimisión de un vicepresidente del Gobierno. La estupidez también es banal. 

A Ciudadanos le han abandonado los mismos poderes que le auparon, los empresariales y mediáticos, aquellos que confiaron en que Albert Rivera podría ser el Podemos de la derecha, un partido cool con tirón desde el centro izquierda para sustituir el liderazgo de Mariano Rajoy, en quien nunca confiaron. Fran Hervías se ha marchado al PP con el disco duro de Ciudadanos, una traición ausente de dignidad, previo pago de sus conocimientos para impedir la moción de censura de Murcia.

Pedro Sánchez respira más tranquilo, dormirá bien, la participación de Iglesias en el Gobierno se hacía insoportable. La sucesora, Yolanda Díaz, ha demostrado que la izquierda también sabe gobernar cuando se emplea con pragmatismo. Sánchez es un hombre de suerte, de mucha suerte. 

El futuro de Pablo Iglesias en la Asamblea de Madrid no tiene ni la mitad de importancia de lo que escuchemos y leamos estos días. Madrid es una comunidad de segunda generación, lo que se decide el próximo 4 de mayo no es una legislatura, sino un mandato que sólo durará dos años. Ésa fue la razón por la que el PSOE prefirió que Ángel Gabilondo siguiese al frente de la lista socialista, la batalla épica para la que se prepara Pablo Iglesias está en otra categoría a la que él ha venido jugando hasta ahora.

Sin él, Ciudadanos tendría graves problemas para decidir si apoya en una investidura a Isabel García Ayuso o a Ángel Gabilondo; ahora, con Pablo Iglesias, los naranjas, si llegan, no se arrimarán a una coalición de izquierdas.

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