Por la boca muere el político

Política El último exceso fue del alcalde de Valladolid con sus declaraciones sobre Pajín

Las hemerotecas están llenas de insultos, tacos, meteduras de pata o salidas de tono que se producen en todos los partidos y pasan factura tarde o temprano

Esther Aguirre (Efe) / Madrid

29 de noviembre 2010 - 05:05

Llamar "tontos de los cojones" a los votantes de la derecha, calificar de "mariposón" a un líder, "hijos de puta" a sus compañeros de partido, "gilipollas" a un primer ministro como Tony Blair o referirse a los "morritos" de una ministra son algunos de los excesos verbales de la clase política española.

Y es que España tiembla cuando sus políticos hablan y dicen verdaderamente lo que piensan. Sus reflexiones, muchas de ellas desafortunadas -con alusiones machistas- y otras más sutiles pero demoledoras para atacar sin piedad al rival, no pasan inadvertidas, sino todo lo contrario: provocan ríos de tinta.

Las hemerotecas están llenas de esos insultos, tacos, meteduras de pata o salidas de tono de nuestros políticos y es que éstas no entienden de siglas, se producen en todos los partidos políticos y pasan factura, tarde o temprano, a los que las pronuncian. "Si te dedicas a la política, piensa antes lo que hablas". Esta debería ser una máxima de todos los gobernantes y políticos porque como dice el refrán "en boca cerrada no entran moscas".

Pero lo cierto es que no aprenden. Una y otra vez pronuncian expresiones ofensivas, la más reciente ha sido la del alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, quien, a propósito del nombramiento de la ministra de Sanidad, Leire Pajín, comentó: "cada vez que le veo la cara y esos morritos pienso lo mismo".

León de la Riva aseguró que "tuvo un exceso verbal al reconocer en voz alta" lo que alguna vez ha pensado "respecto al aspecto físico de la ministra" y que al alcalde "recuerda a un personaje de dibujos animados".

A buen seguro que esta frase quedará en los anales de los desatinos, al igual que esta otra: "¿Por qué hay tanto tonto de los cojones que todavía vota a la derecha?", del presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), Pedro Castro.

"Escucho todo lo que dices y veo todo lo que haces", fue una frase sonada del hoy vicepresidente primero y ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, que debió pronunciar en un claro arrebato de omnipresencia cuando contestaba al diputado Carlos Floriano.

Otras declaraciones le jugaron una mala pasada al mismísimo presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, como aquella en las que admitía que les convenía que hubiera "tensión" para que los votantes no se relajaran, sin saber que le estaban grabando.

Jordi Sevilla, responsable económico antes de que los socialistas volvieran a La Moncloa, metió a su jefe en un buen lío cuando todavía era líder de la oposición, al explicarle que "dos tardes" serían suficientes para aprender lo que necesitaba de Economía.

El presidente del PP, Mariano Rajoy, ha tenido también frases muy reveladoras, como la que pronunció en vísperas de la Fiesta Nacional en la que le explicaba a Javier Arenas que al día siguiente tenía "el coñazo del desfile" y apuntaba: "en fin, un plan apasionante".

Pilladas aparte, los insultos se personalizan, la mayoría de las veces en público, para tratar de provocar un runrún que fulmine al rival: el ex vicepresidente Alfonso Guerra dijo de Rajoy que era "un poco mariposón" y el vicesecretario general del PSOE, José Blanco, que se le veía el "plumero".

Sin embargo, no todas las ofensas se dirigen a sus adversarios, prueba de ello son las que el presidente del Congreso, José Bono, dijo de sus propios compañeros: "hay mucha gente santa, algún malo (...) y los del partido propio que son unos hijos de puta", o a mandatarios extranjeros, como al entonces primer ministro británico, Tony Blair, al que calificó de "gilipollas".

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, también suele dejar perlas en las hemerotecas como cuando se alegró de dar un puesto en Caja Madrid a uno de IU a costa de un "hijoputa", en concreto del consejero Fernando Serrano.

A Federico Trillo los micrófonos le jugaron una mala pasada cuando era presidente del Congreso con el "manda huevos" que pronunció durante una sesión de control al Gobierno, exclamación que por simpática se convirtió en una de las más recordadas en el hemiciclo.

En fin, la historia es interminable, pero para firmar la paz con los políticos lo mejor será suscribir un acuerdo, como el que propuso Rodríguez Zapatero, para "estimular, para favorecer y para follar", en uno de los lapsus más divertidos que se recuerdan en la historia política del país.

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