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la indumentaria

La elegancia sobre el albero

  • La Feria es una fiesta de origen burgués en la que resulta esencial cualquier imagen que se proyecta de uno mismo, pues más que a ver, se viene a ser visto

La elegancia sobre  el albero

La elegancia sobre el albero

ELLOS./

Diego J. Geniz

La indumentaria del hombre en la Feria ha sido un aspecto menos analizado que la de la mujer. La contundente belleza de los trajes de flamenca ha eclipsado el vestir de los caballeros, el cual, no obstante, ha de cuidarse al máximo, pues se trata de una fiesta concebida más para ser visto que para ver. No olvidemos que esta celebración tiene un origen burgúes, por lo que la imagen que se proyecta constituye un factor de indudable importancia. Esencial.

Para hablar del hombre en la Feria hay que atender a la vestimenta usada cuando se va a pie y a caballo. Respecto a los jinetes, nada mejor que acudir a los consejos del sastre Fernando Rodríguez Ávila. A este sevillano se debe la recuperación del traje corto en el real, ya que su uso en la década de los 90 se encontraba a la baja. "Usar tirantes y vaqueros en la Feria, cuando se va montado a caballo, es una falta de respeto cultural". La crítica fue lanzada por Rodríguez Ávila en aquel entonces, lo que provocó la recuperación de las buenas costumbres. "Ya no se ven caballistas mal vestidos", refiere el sastre.

El atuendo es un traje "preciosista" por su colorido y sus líneas, tanto para los jinetes como para las amazonas. "Dentro de este vestuario hay distintas formas. La chaquetilla puede ir con solapa o sin ella. Para las mujeres, de terciopelo. Bordada o no", subraya este profesional, quien aportó una de las creaciones más importantes en dicha prenda: "Llevar la costura de la espalda a la conjunción de la manga, tomando el modelo de confección del chaqué". La arquitectura del hilo, el metro y las tijeras.

Vayamos ahora al feriante de a pie. Rodríguez Ávila hace dos precisiones. Para ir esta noche al alumbrado debe acudirse como se hace a una cena de gala, con traje completo y corbata. Para los demás días se puede prescindir de la corbata y optar por el formato más genuino: camisa abotonada, clavel en la solapa y sombrero de ala ancha. Una advertencia: "Clavel y corbata no se pueden llevar a la vez. Son incompatibles. Uno u otro".

Javier Luque, afamado personal shopper de Sevilla, también aporta varias indicaciones sobre la indumentaria masculina más recomendada para estos días de farolillos. La chaqueta es un elemento imprescindible para pisar el albero de Sevilla. La segunda piel. Un toque de elegancia que nos distingue de otras celebraciones similares en Andalucía. Se recomiendan los tonos claros para la mañana y los oscuros si se acude por la noche. La corbata, siempre aconsejable, aunque prescindible. Si no sabe hacerse el nudo, acuda a los buenos tutoriales que hay en Youtube. Si aún así no le convence, opte por no llevarla. En caso de lucirla, elija colores alegres. Lisos o estampados (con flores, lunares o rayas).

Y atención, muchísima atención a los complementos. Son los que otorgan el toque de distinción. Para bien o para mal. Un arma de doble filo. Combinen lo mejor posible el pañuelo, los tirantes, los gemelos para el puño y hasta los calcetines. Un elemento básico que le evita caer en cualquier abismo cromático es la camisa blanca. Liga con todo. Ante cualquier duda, Luque aconseja comenzar por la selección del traje y la camisa. Luego, la corbata y el pañuelo. Las chaquetas grises y azules siempre vienen bien con complementos celestes, verdes o rojos (y sus derivados).

No caiga en la tentación -tan de moda- de llevar los tobillos al aire. Déjela para otra ocasión. Y, por último, olvídese estos días de imitar el look de cuestionable gusto que exhiben ciertos futbolistas. Lo pueden acabar confundiendo con una atracción de la Calle del Infierno.

ELLAS./

Pilar Larrondo

No hay día del año que una sevillana espere con más ilusión que aquel en el que -por fin- se coloca su traje de flamenca. Tras un millón de pruebas, de mil y un viajes en busca de los complementos adecuados y después de verlo colgado en una percha día tras día, ha llegado el momento de poder lucirlo. Traje regional completamente a la vanguardia y versátil en cuanto a tendencias se refiere, el de flamenca ofrece un sinfín de posibilidades a la hora de llevarlo y combinarlo. De ahí que muchas mujeres se atrevan con todo y en ocasiones, más que al real, parece que vayan a la pasarela. Por eso, es importante tener en cuenta una serie de claves a la hora de ataviarse con el traje de la alegría, el único que favorece a cualquier mujer que se lo ponga.

Si hay que hablar de hechuras y cortes, tanto Simof como We Love Flamenco han dado buena prueba de que este año en la variedad está el gusto. Canasteros, de neja, con volantes de capa... Todo vale, aunque guardando las distancias. Que diversos estilos se lleven la misma Feria posibilita que las mujeres puedan utilizar vestidos de años anteriores sin miedo a estar pasadas de moda. Por otro lado, tal variedad es garantía a la hora de dar con el que resulte más cómodo. Hasta ahí, bien por las pasarelas. Ahora toca pensar en la vida real, en el calor o el frío del albero, en las necesidades fisiológicas, en los brazos a la hora de bailar y en los pulmones si se quiere respirar. En la sencillez está la clave porque los complementos cada vez cobran más peso. Toca olvidarse de las faldas maxivoluptuosas, de los talles a la rodilla ceñidos hasta la asfixia y de mangas al estilo Locomia. Muy de moda hace unos años, el traje corto también merece ser desterrado. Gracioso en las niñas cuando son muy pequeñas, en las mujeres resulta poco favorecedor. Eso por no hablar de los tejidos. Si en pasarela puede que el cuero destaque, en el real es preferible recurrir al clásico popelín.

Femenino y sugerente, el traje de flamenca siempre busca resaltar la figura de la mujer. Por eso es habitual verlos muy ceñidos y con generosos escotes, tanto por delante como por detrás. Por comodidad (a mayor escote, mayor dificultad a la hora de que el vestido se encaje en el cuerpo), es preferible que los escotes se reduzcan un poco. ¿El más favorecedor? El que es en v, tanto por delante como por detrás. Éste, además de ser un clásico, ofrece muchas posibilidades a la hora de colocar el mantoncillo. A pesar de que las diseñadoras lo intentan, el escote de barco no es muy recomendable. En primer lugar, porque resulta incómodo; en segundo, porque es más propio de un traje de fiesta que de flamenca.

La anteriormente citada variedad de hechuras da licencias a la hora de plantear los diseños. No ocurre así con las mangas. Las tirantas, las mangas de farol y los volantes a la sisa son propios de los 90, no del siglo XXI. La manga, mejor larga y con discretos volantes. Resulta mucho más cómoda y práctica. En la vida real la mujer baila, picotea de la mesa y recoge jarras de rebujito de la barra, mejor que no lo vaya limpiando todo con su puño.

En cuanto a los complementos, éstos viven su mejor momento. Pero que ello no lleve a errores ni a combinaciones imposibles. Los pendientes se recomiendan grandes y llamativos pero sin intentar imitar a Alaska en la Movida. La flor, generadora de controversias, siempre sobre la cabeza y una sola. Ramilletes, coronas y demás, mejor para una boda; colocarla en el lateral, mejor para las extranjeras. En el caso del mantoncillo, su colocación es bien sencilla. Hay que evitar los mantoncillos a la cadera (nunca estuvieron de moda) o alrededor del cuello cual bandolero. Es preferible colocarlo jugando con los picos del escote, lo que aporta elegancia y sobriedad al traje de flamenca.

Fiesta en la que gustar presumir, el maquillaje se convierte en el perfecto aliado, aunque hay que recordar que menos siempre es más. No es necesario abusar de la chapa y pintura para estar guapa. La belleza natural sólo necesita un poco de rímel y unos labios rojos. Nada más. La cuestión capilar también bebe de la sencillez. Cola de caballo, recogido bajo o trenza de espiga; las grandes elaboraciones mejor para otro tipo de eventos.

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