Sevilla

Un paseo por los árboles singulares del Real Alcázar de Sevilla

Vista general de los jardines desde la altura que ofrece la Galería de los Grutescos. Vista general de los jardines desde la altura que ofrece la Galería de los Grutescos.

Vista general de los jardines desde la altura que ofrece la Galería de los Grutescos. / Juan Carlos Muñoz

Del naranjo de Pedro I al Árbol del Amor. De los Palos Borrachos a los sagrados Ginkgos. El Real Alcázar de Sevilla es conocido mundialmente por sus fabulosos palacios y por gran historia, pero la arquitectura de este monumento principal de Sevilla no se podría entender sin sus propios jardines. La relación nacida desde la época islámica se ha mantenido en todas las etapas por las que ha atravesado el recinto, creando una serie de conjuntos muy reconocibles y de relevancia universal en los que se han aprovechado los elementos anteriores y se han proyectado nuevas formas que, a su vez, han servido de inspiración para el futuro. El Real Alcázar de Sevilla cuenta con entre sus más de 2.100 árboles con ocho ejemplares calificados como singulares y otros cinco conjuntos de especial relevancia. Su contemplación es un auténtico deleite para los sentidos.

El Ayuntamiento de Sevilla ha publicado recientemente el primer Inventario de Árboles Singulares de la ciudad. Comprende 84 ejemplares calificados como “singulares” tras analizar un total de diez parámetros; 74 árboles notables (que no llegan a singulares aún) y 60 especies raras de la ciudad. El 16% de estos árboles que se pueden denominar únicos se encuentra en el recinto del Real Alcázar: 8 singulares y cinco conjuntos. Este periódico ha realizado un recorrido para conocerlos de la mano de Pedro Torrent, técnico de Parques y Jardines; y de José Muñoz Marín, junto a José María Moreno responsables de los jardines del Alcázar.

El magnolio protegido del Alcázar. El magnolio protegido del Alcázar.

El magnolio protegido del Alcázar. / Juan Carlos Muñoz

El Alcázar realizó en el año 2019 un exhaustivo inventario de sus árboles. El número de ejemplares se situó en 2.174. De ellos, casi el 50%, eran cítricos, fundamentalmente naranjos. Suman 1.053. De ellos, el más conocido es el de Pedro I, situado junto al cenador de Carlos V. “Se supone que es el más antiguo pero no se sabe a ciencia cierta. Un análisis mediante carbono 14 nos daría una fecha muy aproximada. Lo que sí es cierto es que para la boda del emperador Carlos, el 11 de marzo 1526, se plantaron naranjos en este lugar”, explica José Muñoz.

Uno de los palos borrachos el Alcázar. Uno de los palos borrachos el Alcázar.

Uno de los palos borrachos el Alcázar. / Juan Carlos Muñoz

De lo que no hay duda es que en los jardines del Alcázar ya existían naranjos amargos desde el siglo XII y está históricamente documentada su presencia en los huertos desde antes del siglo XV. El de Pedro I es probablemente el más antiguo. Su estado es muy frágil debido a su avanzada edad. Del árbol sólo quedan tres brazos y el tronco se encuentra completamente abierto.

Otra prueba de la presencia histórica del naranjo en el Alcázar son los que se sitúan en espaldera en los jardines de tradición hispano-musulmana. Se cortan como si fueran setos. La mayoría de ellos tiene una edad considerable como se puede apreciar en sus troncos.

El naranjo de Pedro I el Cruel. El naranjo de Pedro I el Cruel.

El naranjo de Pedro I el Cruel. / Juan Carlos Muñoz

La segunda planta de la Galería del Grutesco, que próximamente se abrirá a las visitas, ofrece una visión única del conjunto de jardines. Desde los renacentistas a los del siglo XIX y XX. De la tipología francesa a la inglesa. Uno de los ejemplares que se puede observar con detalle es una enorme buganvilla situada junto a la Puerta de Marchena. Tiene casi 18 metros de altura. “Ha engullido el ciprés. Por su envergadura tuvimos que ponerle una estructura metálica para su sustentación. Cuando florece en verano es una preciosa cascada de color rosa”.

El magnolio del Jardín de la Danza. El magnolio del Jardín de la Danza.

El magnolio del Jardín de la Danza. / Juan Carlos Muñoz

Desde las alturas se divisa a la perfección el ejemplar de magnolio del Jardín de la Danza que está incluido en el catálogo de árboles singulares de Sevilla. Tiene unos 200 años de antigüedad y, pese a que el clima no es el más adecuado para esta especie, se ha adaptado bien. “Por su edad ahora se encuentra en un estado de regreso”, señala Pedro Torrent.

Unas condiciones muy buenas para los árboles

Los jardines del Alcázar acumulan un total de 178 especies vegetales que suman más de 21.000 ejemplares. El clima de Sevilla, con unas temperaturas muy elevadas durante buena parte del año, no es el más adecuado para el desarrollo de muchas de ellas. Sin embargo, en este recinto se dan unas condiciones especiales que propician que los árboles salgan adelante. Además, las labores de mantenimiento y control que se llevan a cabo son muy importantes. “No les falta humedad durante la época estival. En los que pueden presentar riesgo de caída por su porte hacemos unas sustentaciones dinámicas de la ramas para que si caen queden suspendidas. Así evitamos las podas agresivas. Cuanto menos toquemos a los árboles, mejor. Sólo hacemos mantenimiento. Se revisan periódicamente”, advierte José Muñoz. Las propias murallas que rodean al recinto también ofrecen un gran confort bioclimático.

El conjunto de palmera washingtonianas. El conjunto de palmera washingtonianas.

El conjunto de palmera washingtonianas. / Juan Carlos Muñoz

La cica del Jardín de las Damas es otro de los ejemplares más destacados. Se presume que es el árbol de su especie más alto de España con sus 5,5 metros. Este es una pieza hembra. Originario de Japón, su antigüedad se calcula en unos 200 años tiendo en cuenta que suelen crecer unos cuatro centímetros en los años buenos.

El pacano, nogal americano, es uno de los árboles más altos del Alcázar con sus 37 metros. Ejemplar situado en los jardines del Marqués de Vega Inclán construidos sobre la antigua Huerta del Retiro. Su plantación, al igual que otros árboles frutales que aparecen en estos jardines, puede datarse de la fecha de construcción de estos, diseñados por José Gómez Millán entre 1913 y 1917. Otro ejemplar más antiguo en los jardines junto al Pabellón de Carlos V, fue abatido por decrepitud del árbol.

El Palmito del Jardín del León. El Palmito del Jardín del León.

El Palmito del Jardín del León. / Juan Carlos Muñoz

El palmito del Jardín del León es un ejemplar único. “Siendo una palmera autóctona no se entiende por qué no está más representada en la ciudad”, indica Torrent. El ejemplar ha alcanzado la singularidad por sus numerosos estípites. A diferencia de muchos de los árboles y palmeras del Alcázar, no se ha documentado su procedencia y fecha de plantación. El palmito elevado o palmera China, es otro de los singulares del Alcázar.

El árbol del amor. El árbol del amor.

El árbol del amor. / Juan Carlos Muñoz

Se encuentra en el Jardín de Carlos V, junto a la puerta el Privilegio. Este jardín presenta seis cuadrantes que, delimitados por setos de boj y de botoneros, albergan este magnifico ejemplar, junto con cipreses de Arizona, cinamomos, cufeas, lirios, agapantos, un almendro y cañas de Indias, entre otras especies. Entre las palmeras, el catálogo incluye el grupo de espigadas washingtonianas que se disponen junto a la tapia del Paseo de Catalina de Ribera.

La hoja del árbol del amor en forma de corazón. La hoja del árbol del amor en forma de corazón.

La hoja del árbol del amor en forma de corazón. / Juan Carlos Muñoz

El Cercis Siliquastrum, más conocido como Árbol del Amor, es por su tamaño el más antiguo de Sevilla. Sus floraciones son un auténtico espectáculo. Se llama así porque sus hojas tienen forma de corazón. También se le conoce como Árbol de Judas porque dice la tradición que fue un ejemplar de esta especie en la que se ahorcó después de traicionar a Cristo. Fue plantado en 1910-12 en el conocido como Jardín Inglés. Para ello Juan Gras y Prats, jardinero de la Casa de Campo y diseñador de los jardines de la Magdalena de Santander, hizo traer árboles de gran porte desde los sitios reales de la Granja de San Idelfonso y Aranjuez, entre los que destacaban, cercis, ginkgos, magnolios, olmos o cedros armónicamente dispuestos sobre un manto de suave verde.

La flor de un palo borracho. La flor de un palo borracho.

La flor de un palo borracho. / Juan Carlos Muñoz

El Real Alcázar cuenta, además, con varias agrupaciones de árboles que son singulares. Una de ellas la forman un fantástico conjunto de 13 cedros que se disponen en el Jardín Inglés. “Posiblemente vienen de los Jardines de Aranjuez por indicación de Alfonso XIII”, añade José Muñoz.

El conjunto de cedros. El conjunto de cedros.

El conjunto de cedros. / Juan Carlos Muñoz

Un conjunto que llama mucho su atención por sus características flores rosas son los Palos Borrachos. El más antiguo se encuentra junto al Cenador del León. Además de por su espectacular floración, llama la atención por los pinchos de su tronco. Son árboles de procedencia argentina. Este ejemplar concretamente dicen que fue regalado por una dama argentina en los años 40 a Joaquín Romero Murube, conservador de entonces. Se sospecha que esa persona pudo ser Eva Perón.

Los pinchos del tronco del palo borracho. Los pinchos del tronco del palo borracho.

Los pinchos del tronco del palo borracho. / Juan Carlos Muñoz

El último gran conjunto de árboles es el de los Ginkgos. Son diez. De origen oriental, donde los consideran sagrados, su plantación fue realizada por Juan Gras y Prats en 1911, con motivo de la creación del Jardín Inglés. Fueron traídos de los Reales Sitios de la Granja de San Idelfonso y de Aranjuez.

Los Ginkgos Los Ginkgos

Los Ginkgos / Juan Carlos Muñoz

La especie Ginkgo biloba es poco común en Sevilla al preferir climas más frescos para su desarrollo, pero existe representación tanto en los jardines del Alcázar como en nuevas plantaciones realizadas en otros emplazamientos de la ciudad, como en el Parque de María Luisa. Los ginkgos más representativos del Alcázar han prosperado en este emplazamiento gracias al microclima que genera la pradera con riego en conjunción con el dosel arbóreo, que genera unas adecuadas condiciones de ensombramiento y humedad ambiental. Hay ejemplares machos y hembras. Estas últimas producen un fruto muy característico, parecido a una ciruela, con una grasa más parecida a la animal que a la vegetal que produce un olor nauseabundo.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios