Un castillo como parque temático, Carlos de Inglaterra le saca partido a su residencia de vacaciones
La residencia de Balmoral es propiedad del monarca británico desde su adquisición por la emperatriz Victoria
'Victoria', una reina para conocer por las tardes
Carlos de Inglaterra, recuperado de su reciente ingreso, y los veinte años de la boda con Camila fuera del Reino Unido
El escocés castillo de Balmoral, residencia de verano de Isabel II, con sus 150 habitaciones y salones adornados con tartanes y cuernos de ciervo, fue donde falleció la soberana en 2022. Representa la continuidad de una tradición victoriana en la familia real británica y es uno de los lugares que está atendiendo con cuidado el actual monarca.
Con Carlos III el castillo de amplias zonas de caza se ha convertido en un monumento visitable, con visitas guiadas que están siendo todo un éxito. A lo largo de estos últimos meses el recinto de visitas de Balmoral ha estado cerrado por obras y reabre el 1 de octubre con toda la expectación. El pasado año inició este período de apertura y tras los preparativos para hacerlo más lucido de cara a las próximas fechas se han remozado los jardines y las salas de exposiciones.
Tras la reapertura del día 1 habrá un mercadillo del 17 al 19 de octubre y se erigirá un “paraíso invernal” de cara a noviembre y diciembre. Todo ello con vistas a ampliar los ingresos del monumento que sigue siendo residencia vacacional.
Esta etapa, marcada por la llegada anual de Carlos y Camilla en agosto para inspecciones y saludos locales, busca equilibrar la privacidad familiar con un legado sostenible, honrando el amor de su madre por el lugar mientras lo proyecta hacia un futuro más público y vibrante.
El Castillo de Balmoral, enclavado en las majestuosas Tierras Altas de Escocia, es una de las residencias más emblemáticas y privadas de la Familia Real británica. Adquirido en 1852 por la reina Victoria y su esposo, el príncipe Alberto, por la suma de 32.000 libras, el castillo se erigió como un refugio romántico inspirado en el estilo escocés victoriano, con torres puntiagudas, piedra gris y un vasto dominio de 20.000 hectáreas que incluye lagos, bosques y un río salmonero. Victoria, enamorada de su serenidad, lo convirtió en un símbolo de la conexión monárquica con Escocia, pasando allí veranos idílicos y fomentando tradiciones como las caminatas y las cacerías. A diferencia de otros palacios reales, Balmoral no pertenece al patrimonio de la Corona, sino que es propiedad personal del monarca, lo que le otorga un carácter íntimo y familiar, alejado del protocolo de Buckingham.
Durante el reinado de Isabel II, Balmoral se consolidó como el corazón emocional de los veranos reales, un lugar de retiro donde la reina encontraba paz tras sus deberes oficiales. Allí, la soberana pasaba agosto y septiembre con su familia, manteniendo rituales como el "white tie dinner" y las barbacoas informales, y fue precisamente en sus jardines donde se despidió de su corgi favorito,
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