Opinión

Prostitución en tiempos de coronavirus

  • La autora denuncia que la alarma por coronavirus hace a las prostitutas más vulnerables y les deja sin la protección que tienen en países donde el comercio sexual está regulado

Mercedes Peña González. Abogada

Mercedes Peña González. Abogada

Dicen que es la profesión mas antigua del mundo, quizás estés en contra, la encuentres inmoral, incluso te puede parecer pecado. Puede que estés a favor, que seas consumidor ocasional o un cliente habitual. Pienses lo que pienses, es una realidad que no se puede negar, la prostitución existe. Existe, y en nuestro país está en el limbo de la regulación legal. La polémica por la creación de un sindicato de trabajadoras sexuales, cuya inscripción en el Ministerio de Trabajo fue anulada tras manifestar la ministra del sector que le habían metido “un gol por la escuadra”, llevó al Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a asegurar que "la prostitución no es legal en España”.

Pero lo cierto es que la prostitución en España no está regulada como tal, ni es legal ni ilegal en sí misma, a diferencia de otros países como Holanda o Alemania, en los que es una actividad legal y regulada. El Código Penal español sí castiga con penas de prisión la trata y el proxenetismo, y la Ley de Seguridad Ciudadana persigue desde 2015 al cliente, en el caso de que pague por servicios sexuales “en zonas de tránsito público” donde pueda haber menores, como parques y colegios. Al margen de estas leyes a nivel nacional, los ayuntamientos tienen capacidad para sancionar la prostitución en la vía pública en sus ordenanzas municipales.

Pero mas allá de esta normativa, no existe una regulación, la actividad existe, y lo hace bajo un amplio espectro, desde las escorts que trabajan para agencias de lujo, la prostitución que se desarrolla en saunas, clubs de alterne o entretenimiento, hasta la más común y desprotegida, la que se desarrolla en la calle.

Cruz Roja y Médicos del Mundo han alertado, con ocasión de la pandemia, del cierre de estos locales, tras la propagación del coronavirus, la imposibilidad de estar en la calle y la propia peculiaridad de la actividad, que hace que un gran número de mujeres dedicadas a la prostitución se encuentren en una situación de absoluta desprotección y vulnerabilidad. Totalmente desamparadas desde el punto de vista económico, cuando a veces tienen hijos que dependen de ellas en exclusiva, y en un desamparo que las hace estar más aún a merced de proxenetas y mafias.

La prostitución es un tema que se mantiene al margen del debate social, con ciertas dosis de hipocresía, y con absoluta irresponsabilidad por parte del Gobierno que habla de una ilegalidad inexistente y se resiste a dar regulación a esta realidad social. La falta de regulación hace aún más vulnerables a las mujeres que ejercen esta actividad, en el día a día, y no digamos en tiempo de coronavirus. Algunas mujeres se verán obligadas a arriesgar su salud y la salud de sus clientes para poder subsistir, porque en este mundo hay también adictos a los que ningún virus va a frenar.

Países de la Unión Europea como Alemania y Holanda no han dudado en regular la actividad. La venta de sexo es un elemento fijo de la liberada vida nocturna de ciudades como Berlín o Ámsterdam. Alemania y Holanda son dos de los países pioneros en la regulación del comercio sexual.

Esta actividad también se ha visto interrumpida por la expansión del coronavirus en Alemania. El virus ha causado temor e incertidumbre entre las aproximadamente 200.000 trabajadoras sexuales en Alemania, donde la prostitución fue legalizada en gran parte hace casi 20 años. Desde la Asociación de Proveedores de Servicios Sexuales y Eróticos (BESD son sus siglas en alemán), explican cómo las trabajadoras de su asociación se están retirando por completo del negocio en este momento por motivos de seguridad.

Aunque se quejan de que, a diferencia de otros trabajadores, la mayoría de las trabajadoras sexuales no se benefician directamente del paquete billonario de préstamos que ha ofrecido el gobierno alemán a empresas que corren el riesgo de arruinarse por el brote de coronavirus. Las trabajadoras sexuales son autónomas, y podrían, especialmente las que lo hacen a tiempo completo, necesitar ayuda. Para estas trabajadoras autónomas, una cláusula en la Ley alemana de Protección contra Enfermedades Infecciosas podría permitir que las trabajadoras sexuales independientes pidan compensación por la falta de ingresos, y tendrán que hacerlo, pues las autoridades berlinesas han ordenado el cierre temporal de todos los recintos de ocio, incluidos los prostíbulos.

En Holanda, el famoso Barrio Rojo de Ámsterdam se ha visto afectado de forma similar después de que el gobierno decretó el cierre de escuelas, bares y restaurantes, dejando claro que los clubes sexuales también se ven afectados. Desde mediados de marzo, las calles junto a los canales, siempre abarrotados de turistas, están desiertas. Las ventanas donde suelen posar trabajadoras sexuales ligeras de ropa están vacías. Algunas con carteles indicando que habían cerrado debido a las restricciones por el coronavirus.

En Ginebra, donde se encuentra la sede europea de Naciones Unidas, se ordenó el cierre de todos los servicios y comercios no esenciales, incluidos barberos y peluquerías y "actividades de prostitución”.

A diferencia de España, que se resiste a dar una regulación a esta actividad, todos estos países tienen una regulación que brindará protección a estas mujeres, lo que evitará que se vean sumidas en la indigencia económica, y lo que es aún peor, en manos de mafias y proxenetas.

Porque como dijo Aurel Johannes Marx, propietario del burdel berlinés “Lankwitzer 7”, uno de los más conocidos de esta ciudad, en una reciente entrevista: "En algún momento va a pasar, y entonces las cosas funcionarán de nuevo”. Pocos empresarios se atreverían en este momento a augurar con tanta rotundidad el resurgir de sus negocios. Pero claro, él sabe de lo que habla, es la profesión más antigua del mundo.

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