La caja negra

Elogio de la resistencia

  • El alcalde se queda y en el PP admiten ya que no hay candidato alternativo a Beltrán Pérez. La pandemia ha modificado muchos planteamientos que se consideraban fijos. Y lo que queda...

Juan Espadas y Beltrán Pérez, en un acto en los días previos al estado de alarma

Juan Espadas y Beltrán Pérez, en un acto en los días previos al estado de alarma / M. G. (Sevilla)

El alcalde y el jefe de la oposición se tendrán que seguir viendo y entendiéndose. O al menos intentándolo. Espadas se queda en el Ayuntamiento. La pandemia y las circunstancias de debilidad del PSOE andaluz han cambiado todos los planes. De momento. Porque en política todo, absolutamente todo, tiene una naturaleza cambiante. Hay alcalde para rato, ha dicho Espadas. Claro, porque Susana Díaz también quiere ser secretaria general de los socialistas andaluces... para mucho rato.

¿Y en el PP? No hay movimientos para la candidatura. Patricia del Pozo, la consejera de Cultura y Patrimonio, quiere seguir en el Palacio de Altamira. Ni hablar de la carrera municipal. Rafa Carmona estaría deseando emprender la aventura, pero siempre pesa su pasado andalucista. El nombre del senador José Luis Sanz siempre está, pero nuevamente estaría necesitado de una operación de dimisión de la Alcaldía tomareña y un período de transición. Y a Ricardo Sánchez se le ve con más ganas de poder orgánico que de otra cosa.

La imagen que ilustra estas líneas pertenece al cóctel celebrado tras el acto del Día de Andalucía el pasado 28 de febrero. Tuvo lugar en los jardines del Palacio de San Telmo, donde Espadas fue de los pocos socialistas presentes. Eran días en los que cuidaba la clave andaluza... La instantánea se tomó sólo trece días antes de que se decretara el estado de alarma. Juan Espadas y Beltrán Pérez hicieron un prolongado aparte para comentar asuntos de la vida municipal. Tienen una relación correcta y mantienen varios canales de comunicación abiertos, pese a que en los Plenos o en las ruedas de prensa toca zurrarse de lo lindo. La verdad es que ambos se parecen en algunas cuestiones sustanciales. Espadas llegó a la candidatura a la Alcaldía en 2011 casi por descarte en el PSOE. “Candidatos que quieran ser candidatos”, pedía Griñán.

Espadas fue víctima colateral de los doce años de desgaste del gobierno de Monteseirín. Casi se ahoga en el tsunami del Zoido de aquellos 20 concejales. Hasta Torrijos (IU) declaró: “La derecha ha llegado para quedarse al menos ocho años”. Después fueron cuatro. Espadas cosechó el peor resultado del PSOE en unas municipales. Y aguantó desprecios, frialdades y conspiraciones. Su leal Miguel Bazaga le avisaba de todos los actos a los que en aquellos años asistía María Jesús Montero, ¿verdad Miguel?. Juan supo esperar a que las expectativas de Zoido se fueran no sólo apagando sino perjudicando al propio alcalde del PP. Con una pizca de buena suerte, siempre necesaria, logró la Alcaldía con un pacto de investidura con la izquierda radical. Desde allí se refugió en el viento de cola de la inercia de la ciudad y en la aceptación de la Sevilla Eterna. Y ahí sigue.

El caso de Beltrán Pérez

Beltrán Pérez fue artífice de la victoria de Zoido por su astucia y dominio de la militancia en los barrios. Después, fue relegado a un puesto secundario en el gobierno local por un alcalde que no quería muchas veces que le dijeran la verdad. “Echo de menos que hagamos política”, le dijo Pérez al entonces alcalde y hoy eurodiputado. Tras el naufragio electoral de 2015, antes de que la mesa de camilla del PP de siempre laminara su carrera, protagonizó un pulso interno que acabó ganando por el empeño que le puso y porque los entonces “oficialistas” subestimaron los apoyos que iba ganado poco a poco entre la militancia pepera junto con su equipo.

Aquella victoria interna, liderada por Virginia Pérez como presidenta, resonó en toda la España azul porque era insólita en un partido jerárquico. Una vez conseguido el poder orgánico, Pérez se enfrentó a una especie de doce pruebas de Hércules para conseguir la candidatura, con enemigos poderosos, por supuesto internos, que hicieron lo posible y lo imposible para lastrarlo. Incluso cuentan que un ex presidente provincial del PP pidió el voto para Espadas por los bares a antiguos compañeros universitarios de Pérez. La victoria de Juanma Moreno (al que Pérez le guardó lealtad desde primera hora) le abrió una oportunidad, pero el trastazo de los 66 diputados de Casado un mes antes de la elecciones municipales le pusieron imposible el reto, y eso que igualó los porcentajes de voto del hoy alcalde de Madrid con una campaña imaginativa… Ahora ha decidido aguantar como Espadas en aquel lejano ya 2011, trabajando despacio pero sin pausa en proponer un nuevo modelo basado en la ambición de ciudad e intentando reunificar el voto de centro derecha que es la única manera de llegar al gobierno, mal que les pese a algunos.

Así que todo indica que se tendrán que seguir encontrando. Sevilla es una ciudad que premia a los que resisten, a los que aguantan, a los que se quedan. Se las hace pasar canutas en una vida social intensa (propensa a los pelotas de canapé), una burocracia asfixiante y unos estamentos rígidos y un tanto provincianos (hay presidentes de colegios profesionales que llevan más de 30 años en el cargo), pero sin las ventajas presupuestarias de una urbe cosmopolita… Sevilla, como la vieja dama del poeta se deja querer muy poco a poco. Y cuesta un mundo todo. Por eso, como decía Cela, el que resiste tiene las opciones de ganar... Puede que los sevillanos tengan que votar a los de la foto en 2023. Ahora mismo la imagen es válida. Y es indudable que ambos son especialistas en resistir, porque sin sufrimiento... no se llega a ningún sitio.