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La alegría de Asunción, la calle sevillana de los domingos

La Caja Negra

La ciudad se reencuentra consigo misma en el barrio de Los Remedios, donde es posible la convivencia cada fin de semana

Otro resbalón en la Plaza Nueva

La ciudad imposible, la ciudad soñada

La calle Asunción, el pasado domingo. / M. G.

El centro de Sevilla puede ser insoportable un domingo por la mañana. De hecho lo es. Primero, porque cada vez hay menos bares para tomar el desayuno de siempre, mucho menos en el festivo por excelencia de la semana. Y en segundo lugar porque las principales calles y plazas están invadidas de visitantes que solo salen del circuito habitual del casco antiguo (de las Setas a la Puerta de Jerez) para visitar la Plaza de España, que sufre los mismos efectos. Una Plaza de España que, por cierto, se ha podido admirar tomadas por los sevillanos con motivo del traslado de la Esperanza de Triana. El residente del centro huye de sus calles los viernes siempre que sea posible. Tierra de por medio. Desde los tiempos del alcalde Monteseirín, algunos años antes de la explosión del turismo, el centro fue concebido para el visitante. Se complicó el acceso directo en transporte público (desaparecieron los autobuses de la Avenida y de la Encarnación) y se apostó por calles para el paseo y la estancia en veladores. Se acabó eso de coger un autobús urbano en Rochelambert o el Cerro del Águila y bajarse en la puerta del comercio Loewe de la Plaza Nueva. Al mismo tiempo florecieron los centro comerciales con aparcamiento gratuito en las grandes concentraciones urbanas. ¿Quién iría a partir de entonces al centro en coche para sufrir la cola de espera de la calle Baños y hallar plaza donde dejar el coche en el estacionamiento de la Concordia en el mejor de los casos? Mucho mejor la opción del Nervión Plaza o el Lagoh, o los centros comerciales del Aljarafe. De casa al párking. Y del párking a casa sin soportar estrecheces y atascos. No se ve la Catedral, pero para eso están las postales.

Si cada vez es más inhóspito el centro de Sevilla un domingo por la mañana, en cambio es cada vez agradable el paseo por la calle Asunción, que parece ser la reserva de sevillanos de un casco antiguo sacrificado en el altar del culto al turismo. El mercadillo que se organiza los domingos en Asunción es la mar de agradable, la calle no resulta incómoda de pasear pese a los puestos, que son muy atractivos. El barrio de los Remedios, tan criticado durante décadas por la trama urbana sin zonas verdes, se ha convertido en un tesoro en muchos momentos de la semana. Los domingos hay una cantidad suficiente de bares abiertos, con veladores que conviven con el tránsito peatonal, e incluso varios comercios que aprovechan el ambiente de compras. Asunción no tiene monumentos, pero sí cierta paz de pueblo que antes se disfrutaba también en el centro de la ciudad. En Asunción no se siente uno un extraño un domingo por la mañana. Y se comprueba que el barrio ha rejuvenecido después de un período en crisis que fue motivo de análisis y comentarios. El salto generacional no se terminaba de dar con la crisis económica, como esas playas donde los hijos no se han podido comprar piso propio y siguen apurando el de los padres. La segunda residencia es un inalcanzable, pues el problema actual es encontrar la primera. Los cuadros de la caza del ciervo en las salas de espera de las consultas médicas de Los Remedios se han resistido mucho tiempo. Nova Roma y Ochoa cayeron, pero los ciervos aguantaron con esos perros de rostro agresivo a la espera de la orden para aproximarse a la incauta presa. En Los Remedios todo pareció quedarse antiguo, congelado, vintage. Y ahora se nota el retorno a la vida, aunque solo sea por contraste con la evolución del centro. El restaurante Río Grande o las instalaciones del Círculo de Labradores de la calle Juan Sebastián Elcano son dos ejemplos de actualización sin perder el sello original. Altadis y el proyecto Jardín de las Cigarreras marcarán un antes y un después en el río y en el barrio. Pero, sobre todo, Asunción permite eso de lo que tanto presumen los alcaldes: la ciudad habitable. Pasear, comprar, sentarse en un velador sin invadir o entorpecer a nadie. Y una buena oferta de transporte público sin olvidar el carril de bici. Sentirse cómodo donde uno vive. En definitiva, convivir. Asunción es la calle donde Sevilla se reecuentra consigo misma un domingo por la mañana.

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