Francisco Sánchez Legrán

Activo y activista

  • Este mecánico tornero de la antigua Hispano Aviación es el fundador del mayor movimiento en defensa de los consumidores de ámbito nacional. Facua es su tercer hijo, la entidad por la que ha dado media vida

Francisco Sánchez Legrán

Francisco Sánchez Legrán / Rosell (Sevilla)

HAY gente que acaba desencantada de la política por algún motivo y se aleja de ella para siempre, termina lamiéndose las heridas en privado, largando por las tabernas o cambiándose de partido para poder trepar. Hace poco vimos nada menos que a un presidente de la Comunidad de Madrid pasarse del PP a Ciudadanos. El garridazo que permitió a Zoido ocupar un puesto digno en la lista por Europa en el tiempo de descuento y abandonar el último sitio del autobús donde, en principio, lo colocó Pablo Casado. ¿Recuerdan a Jorge Vestrynge? Sí, el que pasó de la derecha a la izquierda, de estar a la vera de Fraga como secretario general de Alianza Popular a ser considerado por Pablo Iglesias nada menos que como el precursor de Podemos. Cosas veredes...

Francisco Sánchez Legrán es un sevillano nacido en la calle Don Fadrique que vivió la Transición como comunista, militante de las Comisiones Obreras y promotor de los primeros movimientos vecinales. Con los años fue muy conocido por su intenso papel como presidente de Facua en defensa de los consumidores. Cuando Carrillo dejó el PCE, Sánchez Legrán decidió que era la hora de dejar la militancia. Eso de integrarse en las filas socialistas no le convenció nunca. Probó algo en el PTE, pero sin mucho arraigo. Principios se llaman. Sus ideas y acciones lo llevaron a la comisaría de la Plaza de la Gavidia con una frecuencia con la que hoy le saldría rentable sacarse un bonobús. Fue un adolescente que se llevó galletas que no eran precisamente de chocolate. Y a veces en una cantidad considerable. Por lo menos no le dejaron sordo de un oído como a Curro Rodríguez, el que fue senador y gran fontanero del PSOE.

A finales de los sesenta y principios de los setenta, este activista vecinal conoció las celdas de las cárceles de Sevilla, Carabanchel (Madrid), Badajoz, Cáceres, Jaén y El Puerto de Santa María. La estancia de mayor duración fue en el Castillo de Santa Catalina en Cádiz, sufrida durante la prestación del servicio militar.

Paco Sánchez Legrán cumple años dos veces. Tiene una edad real y otra oficial, algo habitual en aquellos tiempos de desbarajustes entre los certificados médicos y los registros civiles. Nació el 10 de enero de 1949, pero en el DNI figura que fue el día 12.

Su puesto de trabajo estaba primero en la Hispano Aviación y después en CASA, hoy Airbus. Era mecánico tornero. Dicen que de su oficio le viene ser milimétrico a la hora de tomar decisiones. Pidió una excedencia para dedicarse a la defensa organizada de los derechos de los consumidores. Se la dieron como si fuera un dirigente sindical, cosa que hoy algunos consideran todavía como un hecho insólito. 

Su hábitat natural está en la calle Jabugo, en el barrio del Fontanal, tras haber vivido unos años en el Cerro del Águila. En los dos barrios ha ejercido de dirigente vecinal cuando había que despertar el sentimiento reivindicativo de los consumidores ante los atropellos en las facturas de la luz, el agua o el gas. Todo estaba por hacer en este terreno hasta que sacó adelante la Federación de Asociaciones de Vecinos, con sede primero en la calle Pajaritos y después en la Resolana. Fundó en principio la antigua ACUS que después pasó a ser la actual Facua. De Sevilla a Andalucía y después a toda España en cuanto se dispararon las quejas de usuarios de todas las ciudades y pueblos del país. Entonces se apostó por una implantación nacional que hoy perdura y con mucha potencia gracias a la existencia de Internet.

Muy pronto se jubilará como presidente de Facua, donde su hijo Rubén es la imagen habitual en los telediarios nacionales. Rubén, que se mueve como pez en agua en las redes sociales, es tan temido por unos como admirado por otros.

Sánchez Legrán se jubiló cuando le tocaba, pero alguno de sus compañeros de profesión dicen que nunca cesará en su carácter activista, el mismo que le llevaba los fines de semana a estar tecleando en la Olivetti las cartas, protestas y oficios de la asociación en defensa de los consumidores.

La vida es...

La vida son recuerdos muy lejanos de una infancia en casa de los abuelos maternos en Cádiz antes de venirse definitivamente a su Sevilla natal. Está criado en el seno de una familia de tres hermanos. La vida es un estilo austero, de comunista chapado a la antigua, que cuida la dieta y que no comete excesos. Nada de Feria y, eso sí, buen observador de la Semana Santa desde su ateísmo confesado. Le gusta vivir la principal fiesta de la ciudad desde el respeto y la curiosidad. La vida es no haber querido nunca buscar a los agentes que le trataban con escasa amabilidad, digámoslo así, en los despachos de la Gavidia. Nunca ha dado muestras de rencor ni le ha movido un sentimiento de venganza. Su particular ejercicio de memoria histórica, cómo no, ha sido el activismo con visión de futuro. Dicen que jamás se chivó de otros compañeros del entonces clandestino PCE, jamás reveló las identidades. Un día pensó que en la Gavidia acababan sus días, pero lo dejaron irse. Eso sí, con la cara literalmente volada. La vida es concebir el afeitado como una liturgia, despacio, sin prisas. Siempre ha sido un comunista sin barba. Y desde hace muchos años es un comunista sin barba... y sin carné.

La Facua que fundó este Paco ha vivido su agosto con el caso Magrudis, pero antes protagonizó otros muchos hitos. Lejos quedan aquellos orígenes en que Sánchez Legrán combatía contra los abusos de la antigua Sevillana de Electricidad y lograba multas contra grandes empresas suministradoras en los albores de la democracia. Las quejas de los vecinos de la década de los setenta eran sobre cuestiones básicas de luz y limpieza provocadas por tarifas irregulares. ¡Cuántas veces fue llamado traidor por los gobiernos comunistas de muchos pueblos donde Sánchez Legrán elevaba denuncias con éxito!

Un día avisó al creciente equipo de Facua que se acostumbraran a las críticas de todos los partidos. Los de derechas los tildarían de rojos y los de izquierdas de traidores. El entonces todopoderoso Gaspar Zarrías quiso fagocitar a Facua en interés del PSOE, pero erró en el intento. Sánchez Legrán no ha tenido nunca complejos en aspirar a las subvenciones públicas de acuerdo con la legalidad.

Hubo un tiempo en que aspiró a la unión del movimiento de consumidores para no actuar en solitario. Pero pronto se dio cuenta de que, por desgracia, la fuerza estaba en que miles de consumidores se unieran en una entidad, y no en que las entidades se fusionaran en solo una. Tuvo claro que en defensa del consumidor había que actuar contra grandes empresas o contra una tintorería de barrio si era preciso. ¡Y cómo no recordar las anomalías descubiertas en el modelo de automóvil Peugeot 207!

Dedica escasas horas al ocio, acaso una visita semanal al cine. Mucho mejor si el largometraje es policíaco. Este sevillano enjuto no fuma ni bebe. Es aficionado al agua y a los zumos. Es un ejemplo de ciudadano espartano y duro como cuando se negaba a responder a las preguntas de la brigada político-social.

A finales de los noventa dejó de salir en los telediarios. Hoy sigue activo pero desde una posición más tranquila. Cuatro nietos centran su atención, sin dejar de mirar con orgullo que Facua tiene hoy 225.000 inscritos en toda España, de los que unos 60.000 pagan cuota anual. Hoy contempla con cierta pena la división de los partidos de izquierda, pues revive lo ya ocurrido. Y con nostalgia tal vez evoque la mesita de casa donde estaba un teléfono rojo sobre un mármol bajo el que se escondía el ejemplar de Mundo Obrero.

"Mi amigo"

Quizás uno de los mejores rasgos de la personalidad de quien fue rojo cuando tenía mérito serlo es que dice pocas veces “mi amigo”. Pero cuando usa esta expresión nadie duda de la que emplea con toda la carga de considerar, como decían los clásicos, que el amigo es el otro yo.

Muy poco le ha importado el qué dirán, salvo cuando su reputación personal ha entrado en riesgo. Su lema es que la credibilidad de Facua son sus asociados. El fundador se jubila. De adolescente correoso a abuelo apacible. De mecánico tornero a azote de las empresas de todo tipo y tamaño que si atropellan los derechos del consumidor. En Sevilla se dice que tiemblas más que un tabernero cuando Sánchez Legrán pide la hoja de reclamaciones.

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