clásica

Judith y el éxtasis

  • Para el tercer disco editado en su propio sello, la pianista Judith Jáuregui se centra en la enigmática figura del compositor ruso Alexander Scriabin.

La pianista donostiarra Judith Jáuregui dedica a Scriabin el tercer disco de su sello, Berli Music.

La pianista donostiarra Judith Jáuregui dedica a Scriabin el tercer disco de su sello, Berli Music. / Pedro Walter

Nada hacía suponer en el inicio de su carrera como pianista y compositor que el ruso Alexander Scriabin (Moscú, 1872-1915) acabaría ocupando un lugar de excepción en el panteón histórico de la extravagancia musical. Gran virtuoso del piano, sus primeras obras entroncan con facilidad con el mundo del Romanticismo de Chopin y de Liszt, pero hacia finales del siglo su música empezó a cambiar, haciéndose cada vez más misteriosa y mórbida. Surge entonces en él la idea del éxtasis. "Yo soy un instante que ilumina la eternidad. Yo soy afirmación. Yo soy éxtasis", escribe para su cuarta sinfonía, de 1908, que titulará justamente Poema del éxtasis y estrena en Estados Unidos.

Y con esta cita ha querido Judith Jáuregui (San Sebastián, 1985) abrir su cuarto trabajo discográfico en solitario, el tercero para su propia marca. "Siempre he tenido una gran admiración por la música de Scriabin, y además es uno de los compositores que más trabajé en mis años de estudios en Múnich con Suchanov. El centro de X es Scriabin y es el Éxtasis. Abro el disco con la Sonata nº5 [obra del año 1907] que está vinculada con el Poema del éxtasis desde el principio, porque en la partitura figuran varios de los versos del poema, y ese es el concepto general. ¿Además esa X es la incógnita por el misterio de la música de Scriabin?, sí; ¿además la X representa el mundo más prohibido, erótico?, pues también. Su música era así. La partitura de esta obra por ejemplo está llena de anotaciones de carácter muy explícito".

El CD incluye también obras del período más convencional de la música de Scriabin, sus Preludios Op.15 y su Fantasía Op.28, y a su lado obras de Chopin (Balada nº1 y Nocturno póstumo) y del compositor, también polaco, Karol Szymanowski (Preludios Op.1). "Scriabin es la figura central del disco, pero quise añadir también de dónde venía su música (Chopin) y hacia dónde fue (Szymanowski). Quería reflejar que el centro del trabajo era la idea del éxtasis y después ir hacia atrás. Los preludios de Szymanowski son de la misma época de la Fantasía de Scriabin, en torno a 1900. Y los Preludios Op.15 son anteriores. Hago el viaje desde la música heredada de Chopin, la de los Preludios, que pongo justo después de la Balada, con lo que se aprecia que el universo es el mismo, aunque ya se aprecia algo que empieza a diferenciarse en Scriabin. Desde ese Romanticismo llego al posromanticismo más ruso de la Fantasía y luego ya a la especial personalidad de su última época con la Sonata, pero esa es la idea fuerte, la idea de lo sugestivo de Scriabin, por eso quise arrancar con ella. Es el éxtasis lo que marca el disco".

"La sustancia del mundo es amor y deseo. El instante último será diferenciación absoluta y unidad absoluta: el éxtasis. El éxtasis es una cima; en tanto que pensar, el éxtasis es síntesis absoluta; en tanto que sentir, el éxtasis es placer infinito y bajo esta forma espacial el éxtasis es manifestación extrema y a la vez destrucción", dejó escrito el músico ruso. "No sé si hay algo de destructivo en esta música. Yo veo genialidad pura". Reconoce Jáuregui que descubrió a Szymanowski en la preparación del disco. "Nunca lo había tocado. Pero una vez los conocí no me pude despegar de sus Preludios, obras muy vinculadas también al mundo de Chopin, de una belleza impresionante. El primero parece dedicado al Patético de Scriabin [incluido en su Op.8], el más famoso de los suyos".

En Aura, el anterior disco de la pianista vasca, se incluyen obras de Debussy y Mompou que tienen "una conexión espiritual con las del nuevo álbum. Felipe Santos [el autor de las notas para X] habla del éxtasis suspendido en el aire, y es justamente lo que siento cuando termino de tocar obras de Mompou y de Szymanowksi. Hay algo que te agarra ahí, algo muy fuerte, pero está en el aire, no llega a desencadenar la pasión tormentosa que sí desencadena Scriabin. Y aun así puede resultar igual de intenso".

Como su anterior CD, X fue grabado en la Beethoven Saal de Hannover con Christopher Adler como productor. "¿Hay que irse de España para grabar? Pues no. Pero cuando encuentras a alguien con quien tienes esa química es fantástico. Me gusta tenerlo como guía de la grabación, ha trabajado con músicos maravillosos y tiene un bagaje muy amplio. Es increíble cómo puede hacer cambiar el sonido del piano con sólo moverlo unos centímetros". No resulta sencillo explicar cómo se puede crear y mantener un sello discográfico con un mercado en contracción. "No es fácil, desde luego, pero me va bien. Berli ha sido mi apuesta y me ha dado la libertad que buscaba a la hora de hacer mis propios proyectos, de agrupar música de varios compositores dentro de un concepto unitario, que luego pueda mover en concierto. Es una suerte además poder grabarlos en estas condiciones, y en este sentido tengo que agradecer por supuesto el apoyo de la Fundación BBVA".

En los próximos meses Jáuregui volverá a tocar con la Orquesta Simón Bolívar de Venezuela, con la que ya colaboró hace unos años "en un proyecto muy bonito, con jóvenes, pero esta vez trabajaré con Gustavo Dudamel, que me ha llamado. Es una invitación muy importante. Probablemente hagamos el Concierto nº20 de Mozart. Me reparto el tiempo como puedo entre los recitales de solista y mis conciertos con orquesta. El repertorio romántico alcanza con la orquesta un brillo que es muy atractivo para la mayoría de los aficionados. Pero también he hecho mucho Mozart, Beethoven, un poco de todo. Hay muchas opciones, una vida no da para abarcar todo el repertorio maravilloso que tenemos los pianistas a nuestro alcance. Este curso tocaré el Concierto en sol de Ravel con la Orquesta de Murcia y luego tengo el de Schumann con una orquesta suiza".

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