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La batalla por la Casa Blanca acentúa la profunda fractura social de EEUU

  • Sumido en la división, Estados Unidos se asoma a una profunda crisis institucional

Un globo parodiando a Trump con forma de pollo instalado cerca de la Casa Blanca.

Un globo parodiando a Trump con forma de pollo instalado cerca de la Casa Blanca. / EFE

No parece que la victoria de uno u otro candidato después de estas elecciones sirva como cicatrizante para cerrar la profunda brecha que en la actualidad resquebraja a la sociedad estadounidense. El discurso del republicano Trump, basado en el si no estás conmigo estás contra mí ha calado a lo largo de su mandato y se ha hecho aún más potente en la campaña de estos comicios. Su virulencia ha ido en aumento tras el cierre de las urnas, el inicio del recuento de votos, los primeros resultados. Trump lo avisó: no estaría dispuesto a aceptar la derrota. Si ésta se abate sobre én, habría sido debido a un fraude. No le bastó la provisionalidad de los números. En seguida se precipitó a cuestionarlos. Y a denunciarlos. Si les son adversos, es que son falsos. Si les son favorables, son limpios, auténticos, sin mancha.

Derrota o no aparte -lo que al cierre de esta edición está por ver-, lo que sí es cierto es que Trump ha vuelto a poner una buena carga de dinamita en la línea de flotación de las encuestas y los sondeos. De nuevo, como en 2016, han estado mucho más cerca de la pifia que del acierto. Sus indicadores llevaron a los demócratas a pensar en una victoria holgada. El marcador -y es provisional, no se olvide- indica que no es así. Si finalmente se produce el triunfo de los demócratas quedará constancia de que ha ocurrido de forma muy ajustada y al en los últimos minutos del partido, por no decir en la prórroga. Pero ahí está el caso de Florida. Trump volteó las encuestas y logró una valiosa victoria en Florida, como ya hiciera contra Hillary Clinton hace cuatro años. El trinfo del republicano fue de 3,4 puntos porcentuales de ventaja sobre el demócrata. Florida, el estado donde el presidente está empadronado desde 2019, en su mansión Mar-a-Lago de Palm Beach, le retribuyó así a Trump una campaña de mitines masivos sin máscara ni distanciamiento social a pesar de ser uno de los territorios más castigados por la pandemia del Covid-19.

Otro factor que ilustra esa división ha sido la participación que han registrado estas elecciones. La más alta en 120 años, lo que ofrece una idea del compromiso que -esta vez sí- ha brotado en la sociedad estadounidense, tradicionalmente ajena en su mayoría a intervenir en la elección de quien va a estar al frente de la nación como inquilino de la Casa Blanca. En este noviembre de 2020 han acudido a las urnas, y sin duda más agresivos y enfrentados que nunca, unos con el partido del burro y otros con el del elefante. Y con bastantes dosis de fanatismo: muchos amando a su mesiánico Trump, otros detestándolo. Y en ambos bandos, no pocos de sus integrantes odiándose.

Según las estimaciones actualizadas por el independiente US Election Project, al menos el 66,7% de los estadounidenses con derecho a voto participaron en las elecciones, la tasa más alta desde 1900, cuando ese índice fue del 73,7 %. Casi 160 millones de los casi 238 millones de estadounidenses con derecho a voto acudieron a las urnas o enviaron su voto por correo en estas elecciones, un auge notable respecto a los casi 139 millones de sufragios que se emitieron en las últimas elecciones presidenciales, en 2016.

Sin embargo, Biden ya se ha convertido en el candidato presidencial que ha conseguido más votos en la historia de la Unión con más de 70,1 millones de sufragios, superando el récord de 69,5 que marcó Barack Obama durante su primera campaña presidencial, en 2008. Es posible que Trump también supere la marca del primer presidente negro de la historia de Estados Unidos una vez que se cuenten todos los votos, puesto que ahora cuenta con más de 67 millones de sufragios a su favor.

En 2016, la candidata demócrata Hillary Clinton ganó el voto popular por más de 3 millones de votos -aproximadamente el mismo margen que saca ahora Biden a Trump-, pero aún así no obtuvo las llaves del número 1600 de la avenida de Pensilvania de Washington.

Son los números en los que se refleja la división que ahora azota a Estados Unidos.

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