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el fantasma del 11-s | boston recupera el aliento y pasa la página del pánico

"Vi verjas volar y paré"

  • Testigos recuerdan que algunos corredores estaban tan aterrorizados que ni lograban saltar el parterre

Todo permanece detenido en la línea de meta. Las botellas, zapatos o mochilas se han convertido en testigos de un atentado inesperado que desató el pánico.

"Yo crucé la meta cinco minutos antes de la explosión. Lo primero que pensé fue en mi mujer y mis hijos, que estaban detrás, pero estaban bien", explica el venezolano Iván Gómez, que recuerda los estruendo secos y el eco de las dos explosiones.

"Era impresionante ver las caras de pánico. Estaban tan fuera de sí que no conseguían saltar los parterres de la acera para escapar", indica Gómez, quien abandonó ayer Boston con su familia.

Una de las participantes, Whitney Hunter, contó al canal de televisión NBC que se encontraba a unos 300 metros cuando escuchó la primera explosión y apenas 20 segundos más tarde la segunda. "Vi verjas volar, sabía que algo no iba bien y paré", dice.

La zona del parque de Copley Square está congelada en el tiempo, acordonada con cintas amarillas, con vallas grandes rotas y cajas de fruta y envoltorios abiertos de barritas energéticas, listas para avituallar a los miles de corredores que aún no habían llegado a la línea final. Agentes federales, efectivos de la guardia nacional fuertemente armados, tanquetas blindadas y unidades antiexplosivos merodean por la zona bajo banderas a media asta.

Los corredores, con las sudaderas azules y amarillas que regaló la organización, caminan con la mirada perdida y otean desde el cordón policial unas gradas en las que más de 176 personas resultaron heridas, 17 de extrema gravedad.

Todd Brown ha corrido anualmente la maratón de Boston desde 1995 y recuerda que escuchó las dos explosiones cuando miraba a los participantes desde la ventana de su hotel. "La zona de la línea final estaba llena de gente, miles de personas animando a los participantes cuando la explosión ocurrió", explica.

La mayor preocupación de Brown era entrar en contacto con los 40 corredores que él había traído desde Connecticut para participar en el maratón. Tras una hora reagrupándolos a todos, pudo constatar que estaban bien, aunque "una persona recibió el impacto de la metralla, pero sin heridas".

Martin, un vecino de Boston que trabajaba en la zona pese a que era un día festivo en la ciudad, recuerda que tras las detonaciones la calle se convirtió en un caos de carreras, agentes de Policía confusos y gritos.

En uno de los hospitales adonde fueron llevados los heridos más graves, el Brigham Hospital, los médicos indicaron en rueda de prensa que entre las amputaciones y heridas están encontrando un patrón: metralla muy similar. Según el doctor Ron Walls, los objetos extraídos son "claramente diseñados para convertirse en proyectiles", como en el caso de bolas o clavos.

Tras la infausta carrera, Boston intenta recobrar el aliento.

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