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20 años de la liberación de Mandela, fin del 'apartheid'

  • Icono de Suráfrica e ídolo mundial, el 11 de febrero de 1990 recuperó la libertad tras 27 años de reclusión.

Su paso hacia la libertad significó  el fin de una era de racismo y el inicio de un experimento sin igual  de reconciliación nacional. Cuando, después de pasar 27 años en la  prisión Victor Verster, cerca de Ciudad del Cabo, Nelson Mandela fue  liberado el 11 de febrero de 1990, se confirmó el fin del apartheid, el régimen de segregación racial surafricano. 

Fue un triunfo de la fuerza de voluntad, del idealismo y de la  visión de un hombre increíble del siglo XX. El premio Nobel de la Paz tiene hoy en día 91 años, está gravemente enfermo, es ya desde hace tiempo no  sólo el icono de la Suráfrica moderna, sino un ídolo de la humanidad. 

El gobierno de Suráfrica casi imploró a finales de los 80 a Mandela, que ya en ese entonces era venerado como un luchador por la igualdad  y el humanismo, que abandonara la prisión. Pero como esto siempre  estaba asociado a condiciones como abandonar el partido Congreso Nacional Africano (ANC, entonces proscrito) y abjurar de la  violencia, Mandela se negaba firmemente. 

No fue hasta el 2 de febrero de 1990 cuando de forma absolutamente sorprendente el recién elegido presidente Frederik Willem de Klerk  anunció, al inaugurar el Parlamento, el fin de la política del apartheid y el levantamiento de la prohibición del ANC, Mandela  pudo abandonar la cárcel con la frente en alto. La población negra de  Sueáfrica –la gran mayoría– festejó, y con ella el mundo entero. 

De Klerk mencionó hace poco los principales motivos por los cuales  la política del apartheid en Suráfrica estaba condenada al fracaso:  el aislamiento mundial del gobierno de minoría blanco, las sanciones económicas internacionales y la caída de la Unión Soviética. Sin  embargo, uno de los principales motivos fue también el carisma de Mandela, que le dio rostro al movimiento de liberación surafricano y  que se convirtió luego en el primer presidente negro en gobernar el país, entre 1994 y 1999. 

Sin embargo, este hombre de la etnia Xhosa se convirtió en un gigante de la historia porque logró encauzar hacia el camino de la  reconciliación y una democracia que funciona a un país amargamente  dividido después de años de odio y derramamiento de sangre. "La vida de Nelson Mandela nos enseña que lo imposible es posible, pero sólo  si las personas tienen el coraje de trabajar por el cambio", llegó a decir el presidente estadounidense Barack Obama, también el primer negro en gobernar su país, acerca de Mandela. 

Madiba, el nombre de clan por el cual lo llaman sus seguidores, no fue un hombre de venganza, aunque tampoco fue un pacifista. Este abogado de buena formación, que de joven era también un buen boxeador, también logró cerrar la boca a los muchos afro-pesimistas que, debido a las malas experiencias de las últimas décadas, creen  que todos los luchadores por la liberación africanos se convierten, una vez llegados al poder, en malos gobernantes, y en muchos otros casos en sangrientos y codiciosos dictadores. 

El carisma de Mandela deslumbró al mundo desde el principio. Se rindieron ante él estadistas y personas comunes. El actor estadounidense Morgan Freeman, que ya interpretó en la pantalla grande a presidentes e incluso a Dios, dijo que el papel de Mandela en Invictus, el último film de Clint Eastwood, fue el más difícil de su vida. "Cuando conoces a Mandela sientes la presencia de la grandeza", afirmó el actor. "No sólo es el político más grande, sino la persona más amada en este planeta", opinó Freeman. "Si el mundo pudiera elegir a un único padre, elegiría a Nelson Mandela". 

Hoy en día, Mandela, ya anciano, está muy enfermo y débil y vive retirado en Johannesburgo. Aparece en público muy de vez en cuando. Los surafricanos esperan, en su más profundo interior, que Mandela viva hasta el 11 de junio para poder ser testigo del Mundial de fútbol que se realizará en Suráfrica, el primero en África. Esta  fiesta mundial del deporte en suelo surafricano simboliza también el respeto del mundo ante esta nueva y floreciente Suráfrica. 

El país sigue teniendo enormes problemas, como una alta tasa de criminalidad, de sida y de desempleo. Sin embargo, Suráfrica parece  estar yendo, a pesar de la gran carga de su historia, por una senda estable, fascinante, a la que nadie contribuyó más que Nelson Mandela.

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