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ARTEFACTUM | CRÍTICA

Loores al Rey Trovador

Artefactum.

Artefactum. / ACTIDEA

Alfonso X pasó los momentos más importantes de su reinado en Sevilla, en ese Alcázar al que ordenó añadirle el Palacio Gótico. En esta ciudad que no le dejó en los momentos en que su hijo Sancho se levantó contra él, en estos muros venerables en los que es posible que escribiera algunas de las cantigas y en los que a buen seguro reunió a aquel trascendental grupo de sabios y traductores que permitieron el trasvase de la cultura clásica con la intermediación de las traducciones árabes que aquí pasaron al latín y de aquí a Europa.

Justo era, por tanto, que se le rindiera homenaje a los ocho siglos de su nacimiento con la interpretación de algunas de sus cantigas a cargo del grupo que mejor sabe entender estas músicas del medievo. Más de un cuarto de siglo lleva Artefactum adentrándose en las músicas del pleno medievo y ello se nota en la soltura y familiaridad que muestran sus interpretaciones. Sin olvidar una profunda investigación en las fuentes y en los usos musicales de entonces, Artefactum ofrece interpretaciones marcadas por el sentido lúdico de la música, por el juego con los timbres y los colores instrumentales. Así, en la noche del martes, fueron alternando con buen control de los tiempos y combinaciones instrumentales, especialmente en los vientos tan magistralmente tocados por Gil. Además de sus siempre esperados comentarios, Vaquero jugó con los discantos en el organetto, arriesgando incluso disonancias en la nº 179. Carazo prestó su voz natural y flexible a versiones que gozaron de la fantasía de Garrido en la percusión.

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