Autorretrato en sepia de Vicente Escudero

flamenco

Athenaica publica las obras literarias completas del bailaor vallisoletano, paradigma de la vanguardia jonda

Escudero por Man Ray, París, 23 de mayo de 1928.
Escudero por Man Ray, París, 23 de mayo de 1928.
Juan Vergillos

18 de diciembre 2017 - 08:09

La ficha

'Mi baile (y otros textos)'. Vicente Escudero. Athenaica. Prólogo de Pedro G. Romero. 207 páginas. 24 euros (10 en formato digital).

Su visión del flamenco, que divide en bailes grandes y chicos, y al que considera en franca decadencia en el momento de la publicación del libro (en el que estaban en activo, además de él mismo, que se considera el único representante del baile grande, Pastora Imperio, Carmen Amaya, Rosario, Pilar López, Rosa Durán o su rival Antonio Ruiz Soler), es hija de su tiempo. También se inventa una genealogía gitana y andaluza, acorde con la estética dominante. Véase, en este sentido, su consideración de la soleá como "una mala caricatura de las alegrías". Su historia del flamenco es tan mítica, en relación obviamente con la flamencología del momento, como su propio relato de iniciación personal y el resto de su autobiografía.

Entre líneas podemos leer cosas muy jugosas para la historia del baile flamenco: cómo en sus inicios le baila "a la guitarra", es decir, no existía aún el cante para el baile. Y cómo los bailes titulados Panaderos, Olé de la Curra o La maja y el torero aún no recibían el nombre de Escuela Bolera, que fue usado por vez primera, según creo, por Ángel Pericet Carmona y Ángel Pericet Jiménez en 1942. Vicente Escudero (Valladolid, 1888-Barcelona, 1980) se confiesa en esta obra. Pero, tratándose como digo de un artista en activo en el momento de escribirlo, prácticamente enseña tanto como esconde. El libro responde a esta estrategia. Se reivindica como el creador del baile por seguiriyas, cosa que hasta ese momento no había tenido la necesidad de hacer, puesto que en ese momento el impulso de vanguardia, del que es su máximo representante, está en retroceso. Nos encontramos en los tiempos oscuros de las posguerras española y mundial. El mundo tiene miedo del otro y se impone la parcelación de la tierra y el arte. Escudero prescribe normas y marca territorios. Respecto a su currículo vanguardista, pocos méritos le quedan por enseñar dada su estrecha relación con el cubismo, el surrealismo y el dadaísmo, que él mismo repasa en esta obra. Es una época oscura, de leyes fundamentales y decálogos. Y no tardaría en llegar el suyo propio, en la década de los 50, incluido también en esta publicación.

El bailaor todavía alimenta los espíritus disconformes, rupturistas, de lo jondo

El bailaor de Valladolid fue el primero en muchas cosas y su obra aún alimenta a todos los espíritus disconformes, rupturistas, de lo jondo, desde Israel Galván hasta Rocío Molina pasando por Andrés Marín o Rocío Márquez. Esa tradición a la que llamamos vanguardia.

Los últimos capítulos son los más honestos y, por tanto, los más interesantes. Cuando Escudero expone su credo de bailar inspirándose en la naturaleza, en los árboles, en el ruido de la materia, sea ésta maquinal o natural. Su desprecio, de marca surrealista, de los caminos trillados en el arte, su aburrimiento por repetir y repetirse. Su deseo de ser parte de la ola de la vida, no algo al margen de la vida, superpuesto a ella. Ahí surge a borbotones la verdad, el artista Escudero. Ahí el libro cobra vida y color frente al retrato en sepia de los primeros capítulos que debemos considerar un texto circunstancial motivado por las difíciles circunstancias vitales de su autor, acuciado por la edad y el desprecio de sus contemporáneos.

Escudero representa en 1947, fecha de publicación del libro, como hoy, un flamenco que murió para siempre el 18 de julio de 1936, el día en que lo hizo su admirada Antonia Mercé, La Argentina, de un fulminante ataque cardiaco en Bayona. El bailaor dedica a Antonia Mercé el primer capítulo de este libro, abriendo su corazón al admirador y también a las disensiones, pues no en vano son dos artistas que, dentro del mismo espíritu de vanguardia, representan estéticas opuestas, que no contradictorias: la vitalidad, el colorido, la voluptuosidad, la fantasía de La Argentina frente a la sequedad castellana, la sobriedad en las formas de Escudero.

El libro recoge, además de Mi baile, el resto de la producción literaria de Vicente Escudero, una producción que se reedita, por tanto, en esta ocasión por vez primera. La excepción es la edición facsímil de Mi baile que hizo el Ayuntamiento de Valladolid en 1994. Además del citado Decálogo podemos encontrar Pintura que baila, El enigma de Berruguete y la conferencia Arte flamenco jondo.

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