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AUXILIADORA GIL & JUAN RONDA | CRÍTICA

Colores de la flauta y del piano

Auxiliadora Gil y Juan Ronda en Cajasol.

Auxiliadora Gil y Juan Ronda en Cajasol. / Federico Mantecón

Auxiliadora Gil y Juan Ronda forman pareja artística estable desde hace varios años y ello se nota en la forma de interactuar y de compenetrarse con apenas unos signos o miradas, logrando un grado de comunión artística sobresaliente. Empezaron su concierto con una versión ciertamente alejada de los estándares actuales de la interpretación del Barroco, con la genial sonata BWV 1030 de Bach. A pesar de claros esfuerzos por controlar el vibrato de la flauta y de controlar la resonancia del piano (poco pedal, pulsación contenida), el uso de una articulación demasiado ligada en la flauta y la escasa atención a la acentuación y a la desigual distribución del peso de notas (fraseo inégal) condujeron a una versión plana en la que cabe, no obstante alabar la claridad del fraseo de Gil, en el que se podía distinguir a la perfección la línea melódica de la mano derecha y el acompañamiento al bajo de la izquierda.

Mucho mejor y en estilo la sonata de Prokofiev. Su aire irónico y lúdico, que se alterna con efusiones líricas nada más iniciarse el primer tiempo, fue muy bien entendido por los intérpretes, con articulación saltarina y picada en ambos instrumentos, con momentos de intensidad casi percutiva en el piano en el cuarto tiempo, con su aire de marcha irónica bien marcado. Ronda pudo aquí explayarse en larguísimas frases que denotan el dominio de un fiato impresionante, así como en agilidades y control del color. Igual dio sentido a los pasajes más enérgicos que a los más poéticos, como en el Andante, toda una lección de legato. Gil, por su parte, sostuvo de manera incansable el ritmo en la mano izquierda en el Presto.

Ambos intérpretes son los responsables de la transcripción para flauta de la sonata Española de Turina. Aquí fue el color, especialmente en el piano, el protagonista de la interpretación, gracias a una Auxiliadora Gil que, complementando el pedal con el control de la pulsación (siempre precisa y nitida), extrajo toda una paleta de sensaciones sonoras. Cabe señalar como detalle la delicadeza con la hizo aparecer el ritmo de zorcico en el primer tiempo y la manera de articular, con soltura de los cambios rítmicos, los aires de tanguillos y de zambras del Vivo. Por su parte, Ronda llevó la pieza a su terreno sin arredrarse ante las largas frases originalmente creadas para el violín. Controló en todo momentos el sonido y lo supo regular con sentido expresivo, con audacias técncias como las de los cambios dinámicos en la misma frase y con el mismo fiato del primer tiempo.

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