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PopCAAC 2021 | crítica

Un peaje demasiado caro

  • Califato 3/4 fue la gran atracción de la Verbena Flamenca que tuvo lugar la noche del jueves en el Festival PopCAAC 2021

Califato 3/4 en el PopCAAC 2021

Califato 3/4 en el PopCAAC 2021 / Ángel Bernabéu

Aunque Califato ¾ hable en su manifiesto de explorar, abrir nuevos caminos, combinar, desarrollar, reinterpretar, expandir; en las entrevistas sale la verdad primigenia, que más allá de responsabilidades, ellos están en la música para divertirse, algo que es muy lícito, sobre todo porque hacen divertirse también a los que van a sus conciertos. No va a ser esta otra crítica sangrienta, porque siendo más de lo mismo, han mejorado su propuesta en directo. No lo parecía así mientras discurría una introducción de más de tres minutos, tópica, tediosa y facilona, pero la Çambra der Huebê Çanto con que comenzaron, una base electrónica pobre aunque con una repetición animosa, muy favorecida por las visiones diversas de las marchas de semana santa y los silbidos de Kurt Savoy, posee la magia del tiempo invisible que hay entre que Curro Morales grita: su nombreee y todo el recinto le responde: Andalucíaaa; efectivo y efectista, un gran momento del concierto. Como también lo fue La Puerta, con su magnífico final ravero, en la que la voz de Rosana Pappalardo, que le da al grupo una dimensión superior, esbozó el quejío que avanzase antes en Canelita en rama, para soltarse hasta tapar a la de Curro en La bía en roça y desatarse en las Alegrías de la Alamea rematadas con unas cortas Bulerías de Cai. Cuando el flamenco se hace más presente todo cambia y la guitarra de Guillermo Iniesta surge cabal, pero aunque Lorca escribiese que es imposible callarla, Manuel Chaparro lo hace, una y otra vez, con gritos desaforados y consignas baratas que constituyen un precio demasiado elevado para disfrutar de lo que hace el resto del Califato. Y peor aún que restar en vez de sumar es el hecho de que arrastra a los demás a unos sainetes insoportables tirando a chabacanos.

Viéndoles me vino a la mente el innegable paralelismo con la figura casposa y ya erradicada del agradaó: el tipo que divertía al señorito y le servía de bufón en las fiestas flamencas aunque los cantaores y guitarristas fuesen excepcionales y no hiciese falta nada más para que la reunión fuese una gloria. Un fracaso en la huida de la Andalucía que quieren dejar atrás.

Antes de terminar con el break desafinao que supone la versión que hacen del himno andaluz, que funciona por motivos obvios, me quedé muy frustrado con la recta final del concierto, para la que eligieron dos piezas, Ruina y Te quiero y lo çabê, que no hay por dónde cogerlas, cuando podían haberse despedido a lo grande con el Crîtto de la nabahâ, paradigma del sonido intenso, más rico y atractivo, de los nuevos arreglos, que tras la unión del reggae con la marcha Eternidad se resolvió en un break beat muy potente, que hizo que la gente perdiese los papeles más de lo aconsejado por el protocolo del covid. Esto sí unía raíces y electrónica, lo otro no fue ni carne ni pescao.

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