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Cultura

Cinematogramas de la conciencia

  • Antònia Escandell publica un estimulante ensayo sobre 'La Jetée', ese hermoso artefacto visual de Chris Marker sobre la memoria y las imágenes, posiblemente la obra más singular del cineasta

Chris Marker y 'La Jetée'. La fotografía después del cine. Antònia Escandell Tur. Jekyll & Jill. Zaragoza, 2014. 192 páginas. 22 euros.

La Jetée (1962) es posiblemente la más conocida y singular de todas las películas de Christian François Bouche-Villeneuve, o lo que es lo mismo, Chris Marker (1921-2012). Tan singular que no es ni siquiera una película propiamente dicha, como tal vez sepa ya el lector iniciado. Ensayo visual (y sonoro) sobre la sustancia de la memoria y las imágenes con forma de relato de ciencia-ficción futurista, La Jetée está compuesta casi íntegramente (apenas un plano, el de un leve parpadeo, fue rodado con una cámara de cine) de imágenes fijas, aparentes fotogramas extraídos de un filme imaginario, que nos sitúan ante un artefacto único y estéticamente problemático inscrito entre dos universos, el de la fotografía y el cine, justo en sus intersticios, proponiendo a su espectador un ejercicio de relleno de sentido (acaso no es esa la operación mental que hace el cine) que la sitúa como una de las obras clave de todo el cine moderno a pesar de su metraje de apenas 28 minutos.

Pero La Jetée es también una reflexión mortuoria y elegíaca sobre la civilización y la Historia (entre guerras, con evidentes ecos a los campos de exterminio) y, sobre todo, una melancólica historia de amor, variación parisina, decolorada y apocalíptica de Vértigo, de Hitchcock, un relato obsesivo, premonitorio y meándrico entre un hombre secuestrado y una recurrente imagen de la infancia: la de una mujer en un muelle de un aeropuerto a la que perseguirá a través del Tiempo, entre otras imágenes y recuerdos, desde la prisión de las catacumbas subterráneas tras la Tercera Guerra Mundial, buscando, como James Stewart, resucitarla de nuevo, generar el milagro de hacerle abrir los ojos por una última vez antes de tomar conciencia de su propia muerte.

Es La Jetée un objeto que elimina las viejas reglas del tiempo narrativo para proponerse, en palabras de Philippe Dubois, como un "filme mental que se sustenta completamente sobre una fotografía y que es a su vez la película misma (una fotografía que dura)".

Al propio Chris Marker, tan parco en palabras y apariciones, le gustó siempre presentar y acompañar a su película, insistir en su carácter precario ("el material se creó con una Pentax 24x36, y la única parte de cine (ese parpadeo), con una Arriflex de 35 mm, alquilada durante una hora"), ponerla como estímulo para nuevas generaciones de cineastas. Con todo, su photo-roman sigue permaneciendo aislado (apenas acompañado por algunas propuestas de su amiga Agnès Varda -Salut les Cubans- o de José Luis Guerin -Unas fotografías en la ciudad de Sylvia-) en la historia del cine, tal es su carácter único e inimitable, por más que la chequera y el desahogo hayan perpetrado aquella 12 monos que se quiso remake-homenaje sin que nadie lo hubiera pedido.

Este enjundioso y estupendo ensayo de Antònia Escandell Tur que ahora edita con mimo la editorial zaragozana Jekyll & Jill viene a sumarse a la celebración bibliográfica de esta pequeña gran obra desde el rigor analítico y la precisión contextual. Estamos ante un trabajo de investigación académico, sí, pero despojado de los habituales y molestos peajes de este tipo de publicaciones gracias a una exquisita labor editorial, generosa en ilustraciones y pequeños detalles, entre ellos el que materializa "al amante que se interpone entre la pareja que forman el cine y la fotografía" en las viñetas de un cómic, que hace de este libro un pequeño fetiche para markerianos.

La tesis no es otra que buscar el justo acomodo teórico (de Barthes a Lytoard, de Kristeva a Derrida, de Benjamin a Deleuze, de Rancière a Fontcuberta, pasando por las monografías de referencia de Dubois, Ortega o Weinrichter) a ese lugar insólito que ocupan las imágenes, el montaje y los sonidos (su voz en off, la música de Trevor Duncan, sus esenciales efectos sonoros) de La Jetée, a saber, este interregno para "narrar la historia de un amor imposible que no es únicamente el de sus protagonistas, separados por estratos temporales y condenados a no encontrarse jamás. Otro romance late bajo las imágenes y les imprime un temblor, una tensión de donde surge la extrema intimidad que emana de los fotogramas: el idilio entre la fotografía y el cine, igualmente imposible -por la prohibición del incesto".

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