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Cultura

Diálogos entre la persona y el artista

  • Luis de Córdoba, Manolo Marín, Paco Cepero y Juan José Amador rememoran sus vidas y sus carreras en Santa Clara.

¿En qué momento, por qué, cómo el aficionado se convierte en artista? ¿De quiénes aprendió, en qué terreno se siente cómodo o inseguro, cómo se ve a sí mismo esa persona que tantas veces ha subido a los escenarios para mantener viva una tradición? El ciclo Los flamencos hablan de símismos fue creado para ahondar en esta clase de cuestiones, para acercarse, en definitiva, a las claves personales y sociológicas que explican la evolución de un arte que contiene un caudal de experiencias humanas muchas veces inadvertido.

Desde mañana hasta el viernes, el ciclo celebra su séptima edición con protagonistas del cante, el baile y el toque. "Su gran valor es la posibilidad de acceder a testimonios de primera mano, y de conservarlos para las generaciones venideras y los estudiosos", explica el periodista y flamencólogo Manuel Curao, que de nuevo dirige un ciclo nacido en su momento bajo el amparo de la Universidad Internacional de Andalucía y con el firme respaldo de Juan Manuel Suárez Japón; y que este año, debido a la coincidencia con el mayor evento internacional del flamenco, se celebra en Santa Clara, sede administrativa y escénica de la Bienal, en cuya oferta de actividades paralelas se encuadra.

En la primera sesión, el martes de 10:00 a 13:00 con un descanso de media hora (el mismo horario de las demás citas), el propio Curao entrevistará a Luis de Córdoba (Posadas, 1950), uno de los cantaores más destacados de la generación de los 70, ganador de la Lámpara Minera, el máximo galardón del Festival de las Minas de La Unión en dos años consecutivos, 1973 y 1974. El miércoles, conducido por la periodista de Diario de Sevilla Patricia Godino, el encuentro será con Manolo Marín (Sevilla, 1936), uno de esos artistas, destaca el director del ciclo, "con buena memoria del baile en toda su evolución y esplendor", un veterano de las tablas que ha sido maestro, colaborador y testigo de muchas de las figuras que hoy tienen un sitio destacado en el baile flamenco, desde María Pagés a Isabel Bayón, pasando por Rafael Campallo o Fernando Romero. El jueves, de la mano del periodista y crítico de Abc Alberto García Reyes, Juan José Amador (Sevilla, 1960), miembro de la fértil e influyente saga de las Tres Mil y uno de los más grandes cantaores para el baile, repasará su trayectoria, la misma que lo señala como "figura clave", dice Curao, para entender "el tránsito de Triana al polígono". En el cierre del ciclo, el viernes, llegará el turno del que fue el primer guitarrista de Camarón, Paco Cepero (Jerez, 1942), quien junto al director de Diario de Jerez David Fernández evocará los hitos de su carrera, una de las más importantes entre sus coetáneos.

Manuel Curao se muestra orgulloso de la continuidad del ciclo, el cual, pese a haber sobrevivido en un panorama cada vez más hostil para la cultura, se resiente de una escasez de presupuesto que ha impedido, por ahora, la publicación del material reunido en los encuentros del año pasado, a los que acudieron el bailaor Javier Latorre y los cantaores Pedro Peña y Calixto Sánchez. Las otras ediciones, las cinco primeras, sí han sido editadas: las entrevistas íntegras, transcritas, junto con fragmentos escogidos de las mismas en DVD. Sólo hay que acudir a ellas para comprobar, como recuerda Curao, en qué medida contribuyeron sus protagonistas al patrimonio flamenco. Son los casos de Enrique Morente, que participó en el ciclo sólo tres meses antes de su muerte, o de Chano Lobato, Eva la Yerbabuena, El Lebrijano, Matilde Coral, Fosforito, Arcángel, Enrique de Melchor o Miguel Poveda, entre mucho otros. Pero en cualquier caso aquí se trata de las personas, no de la Historia, de modo que las charlas se pronuncian en minúsculas, deliciosas y divertidas minúsculas con frecuencia, como cuando Diego Carrasco confesó, nada más iniciar su intervención, que en toda su vida sólo se había levantado tres veces antes de las nueve de la mañana: el día de su primera comunión, el de su jura de bandera y un rato antes, para asistir al ciclo en el que se permitió este alarde de guasa y bohemia.

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