Diego de Morón | Crítica

Tocar, un instante, la gloria

Diego del Gastor ofreció su toque en el ciclo 'Íntimos de Triana'.

Diego del Gastor ofreció su toque en el ciclo 'Íntimos de Triana'. / Javier Fergo/Festival de Jerez

El espectáculo al que asistimos en pleno corazón de Triana fue singular en muchos aspectos. Se trata de un intérprete de acusada personalidad dentro de una casa y una estética tocaora característica. Es un toque que parece sencillo al nivel técnico por el uso reiterado de la "cuerda pelá", esto es, de la melodía sin armonizar, que nos retrotrae a la guitarra decimonónica. Y Diego de Morón es, acaso, el tocaor más imaginativo de esta generación del toque de su tierra, a la sombra del genio de su tío, Diego del Gastor. De hecho, las falsetas de ambos, tío y sobrino, se suceden en el recital sin que el oyente perciba diferencias de calidad ni de otro tipo. Luego está la puesta en escena, alejada, no sólo de lo que es habitual en los espectáculos flamencos de hoy, también de cualquier otro concierto al uso, incluso de cualquier otra propuesta escénica. Con un vestuario de hace cuarenta años, sin megafonía, y con el tocaor parando la interpretación porque no recuerda alguna variación, o no le sale, o porque tiene ganas de hablar con el público o con el cantaor. Cuando una falseta no sale, se repite hasta que salga. O hasta que, definitivamente, no salga. Después de escanciar unas brilantes, luminosas, emotivas a fogonazos, variaciones por seguiriya, bulería y soleá a petición del público, pide al cantaor que suba. Encuentra, encontramos, que no hay cejilla, así que el tocaor y el cantaor hacen lo que puenden sin este artilugio. Ahí el de Morón se siente inspirado y, no solo le da unas réplicas brillantes al cante sino que ofrece un solo por alegrías inopinado y espectacular, a un tempo hipnótico, escalofriante por lo lento. También en los tangos aparece la inspiración y es ahí donde se dan los niveles de complicidad mayores entre los dos intérpretes. El público, no solo pasa por alto las vacilaciones y los actos fallidos, sino que parece entenderlos como parte de la propuesta. Pero, eso sí, cuando las cosas salen como el intérprete desea, ciertamente tocamos la gloria.

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