Dolor para celebrar la vida

'La ridícula idea de no volver a verte'. Rosa Montero. Seix Barral. Barcelona, 2013. 240 páginas. 18 euros (Ebook: 10,99).

Dolor para celebrar la vida
Dolor para celebrar la vida
Manuel Ruesga

16 de febrero 2014 - 05:00

"Como no he tenido hijos, lo más importante que me ha sucedido en la vida son mis muertos". El último libro de Rosa Montero arranca con esta desgarradora frase que hace referencia a la muerte de Pablo Lezcano, su pareja durante 21 años, para continuar con un recorrido que lleva hacia todos lados. La ridícula idea de no volver a verte es una obra que se abre pensando encontrar amargura tras esa primera oración, y que se sumerge en una reflexión entre el duelo y la vida.

Ni biografía, ni novela, ni ensayo. Aunque con todo eso nos vamos encontrando en un libro que se centra en el dolor ante la muerte para celebrar la vida, y donde la escritora narra detalles autobiográficos, fragmentos de la vida de Marie Curie y reflexiones sobre la perdida y la intimidad, e introduce secretos íntimos: confesiones, recuerdos, y fotografías históricas y personales.

El libro surgió de una forma poco convencional, tras la petición de que elaborase un prólogo para acompañar el diario que la científica Marie Curie escribió durante el año posterior a la muerte de su marido, Pierre. Montero se dio cuenta que el paralelismo circunstancial entre ambas era evidente, y a ello se sumó la admiración hacia la científica que logró aislar el polonio y el radio: "Cuando leí su diario fue como encontrar un espejo de aumento sobre mis reflexiones".

La premio Nobel se trastornó con la muerte de su marido, atropellado por un carruaje en París: "Quiero decirte que ya no me gustan ni el sol ni las flores, verlos me hace sufrir, me siento mejor con un tiempo sombrío como el del día de tu muerte", escribe el 14 de mayo de 1906. La investigadora guardó durante dos meses en su armario ropa con restos de sesos de Pierre, pero incluso entre la oscuridad del duelo hay espacio para la luz: "El duelo no es un túnel cerrado, la vida es tan maravillosa que incluso en estos momentos cualquier cosa te esponja el corazón y puede hacer feliz a ratos".

Ante su duelo, la escritora hizo algo muy distinto a la científica, lo que creía que tenía que hacer: se mudó de casa, se deshizo de su ropa y tapizó el sillón favorito de Lezcano. Luego se arrepintió: "En esos momentos tratas de responder más a las exigencias de los demás que a las propias. Hay que saber cómo colocar el dolor y cómo reinventarse porque ya no volverás a ser la misma".

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