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Cultura

"Drácula no muestra ningún deseo, él es el deseo"

  • El investigador repasa en su libro 'El vampiro en el espejo' muchas de las versiones cinematográficas que se han realizado sobre este mito

-¿Por qué ha elegido esta cita de Bram Stoker para abrir el libro: "Los seres que llamamos vampiros existen"?

-Se dice que los vampiros viven entre nosotros amparados por la incredulidad de la gente. Pero haberlos, haylos. La moderna psiquiatría estudia el vampirismo como un trastorno mental o una parafilia; hay personas que se excitan sexualmente a través de la ingesta de sangre. El vampirismo real -no el de la ficción- está relacionado con el sadismo y la necrofilia. Yo también creo en vampiros, pero no los imagino durmiendo en ataúdes ni transformándose en murciélagos, sino viviendo en mansiones de lujo y desviando sus fortunas hacia cuentas secretas en Suiza. Chupan la sangre de otro modo.

-¿Cuál es el secreto de la eterna juventud del vampiro?

-Pues a lo mejor se debe a esa dieta suya: sangre, nocturnidad y ningún escrúpulo... No, en serio: en la figura del monstruo solemos proyectar lo que tememos; en el vampiro, en cambio, hemos depositado temores y algún afán retorcido: la eterna juventud, como bien dices, o una existencia más allá del bien y del mal...

-¿Drácula es el vampiro más popular?

-La figura del vampiro no se entiende sin Drácula. En su novela, Bram Stoker hizo una especie de síntesis de toda la literatura vampírica previa y, al hacerlo, fijó un patrón que ha influido en cuantos han venido después. Drácula es el gran patriarca de su estirpe.

-¿Y qué tiene él para resultar tan sexy?

-A propósito del Drácula interpretado por Christopher Lee en 1958, Renato Venturelli escribió que no mostraba tener ningún deseo, sino encarnar él el deseo. En este mito, el componente sexual es fortísimo.

-¿Y las vampiresas?

-En el caso de las vampiresas, lo que sale a la superficie es una obvia misoginia: la vampiresa sería una mala pécora que lleva a la perdición a los buenos padres de familia. En la ficción, la vampira por antonomasia es Carmilla y más que una devoradora de hombres, lo es de mujeres; es lesbiana. El vampiro, como digo, tiene un fuerte componente sexual y siempre ha coqueteado con lo que antaño llamaban desviaciones.

-¿En qué se diferencian los vampiros de antes de los de ahora?

-El personaje ha perdido ascendente entre el público, y los vampiros pijos de la serie Crepúsculo, la verdad, no han ayudado nada a devolverle credibilidad. En el cine de terror actual hay otros monstruos -otras proyecciones simbólicas- con mayor capacidad de inquietud, como el zombi o el psicópata carnicero.

-¿Cuántas películas de vampiros hay?

-Imposible saberlo. En mi libro me ocupo de un centenar de títulos, lo más granado del cine europeo y estadounidense, pero el personaje cuenta con una notable presencia en cinematografías tan distintas y distantes como la mexicana, la japonesa o la filipina. De haber intentado abarcarlas a todas no bastaría un libro, habría necesitado una enciclopedia.

-¿Cuál es la mejor película de vampiros? ¿Y la peor?

-El personaje ha inspirado buen cine y mal cine. Yo siento debilidad por el díptico dirigido por Terence Fisher y protagonizado por Christopher Lee: Drácula (1958) y Drácula, príncipe de las tinieblas (1966). El plagio de Murnau es magistral. De los títulos más recientes, recomiendo Stake Land. Entre lo peor colocaría la serie Crepúsculo, sin dudarlo: es bochornosa. Si Drácula levantara la cabeza le daría un buen soplamocos a Edward Cullen, es la vergüenza de la familia.

-Usted imparte la materia Cine y sociedad en la Facultad de Filosofía y Letras de Granada, ¿qué le llevó a elegir este tema de entre todos los posibles?

-En mis clases analizamos el cine como producto cultural, social y político. De modo que cuando me decidí a escribir un libro que focalizara todo ello en un punto de inmediato pensé en el vampiro. Es una figura poliédrica, polisémica, inagotable. Me encanta el cine fantástico en general y el de terror en especial; en contra de cuanto piensa la mayoría, la fantasía no es una huida de la realidad, sino un acercamiento oblicuo a ésta.

-¿Le llevó mucho tiempo elaborar El vampiro en el espejo?

-Lo escribí entre abril de 2011 y enero de 2012. Mi intención era que se publicara coincidiendo con el centenario de la muerte de Bram Stoker, en abril del año pasado, pero estas cosas llevan su tiempo y al final no pudo ser.

-¿El libro está dirigido a interesados en el cine, o en los vampiros?

-Está dirigido a cualquier persona con un mínimo de curiosidad, no forzosamente un estudiante de cine o miembro de ninguna tribu gótica. Si te ha gustado alguna película o novela sobre el tema, en el libro quizás encuentres el porqué.

-Como teórico, ¿qué características cree que debe tener un vampiro? En ciertas versiones carecen hasta de colmillos.

-Al igual que otros elementos del folclore vampírico, los colmillos cumplen una función simbólica. Desde el punto de vista psicoanalítico, los colmillos son un símbolo fálico: el momento en que crecen representa el de la erección; el mordisco, el de la penetración... Para mí, un vampiro como dios manda debe tener un buen par de colmillos, alimentarse de sangre y no de sucedáneos, salir exclusivamente de noche y no reflejarse en ningún espejo, salvo el del cine.

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