Crítica de Música

Europa: capital, París

La anécdota es conocida: Turina estrena su Op.1, un Quinteto para piano y cuerdas, en París en mayo de 1907. En octubre vuelve a presentar la obra en la capital francesa en un concierto al que asistieron entusiasmados Falla y Albéniz. El maestro catalán hizo de la edición de la obra una cuestión personal, pero a la vez aconsejó al sevillano que se apartara de ese estilo, típico de la Schola Cantorum parisina, orientándolo hacia la música de raíz española. Se perdió acaso con ello un gran compositor de perfil cosmopolita, pues la obra es espléndida, tanto en sus perfiles generales como en sus detalles. El Festival Turina reunió a un equipo que la interpretó de forma extraordinaria, con una intensidad arrolladora, una claridad pasmosa y una pasta sonora poderosa y flexible.

Fue la culminación a un recital que en la primera parte dejó la portentosa actuación de la joven oboísta jiennense Cristina Gómez: la Sonata de Saint-Saëns no deja de ser una curiosidad, pero su sonido, la ductilidad de su fraseo y la delicadeza de sus matices resultaron oro finísimo. No extraña que sea solista en la orquesta berlinesa de Barenboim.

El violinista Philippe Graffin ofreció después una Sonata de Poulenc de acentos muy marcados, fraseo incisivo y sonido agresivo, hasta rozar incluso las estridencias en el Final. Lifits fue el pianista exquisito y delicado que ya conocíamos por sus anteriores presencias en el Festival.

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