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Falete | Crítica

Pasión sin estridencias

  • Falete se mostró en las Noches Icónicas del Colón como el artista que realmente es, paseando su gran voz entre la canción melódica y el flamenco con mucho gusto y pasión

A causa de este concierto, durante los últimos días he tenido que poner su nombre varias veces en mensajes de whatsapp y el corrector automático del móvil se empeñaba en escribir Falsete. Y si hay un calificativo que esté más lejos de la realidad al aplicárselo a Falete es el de falso, porque es pura autenticidad. Más allá de consideraciones espurias que le hagan degenerar de su origen y su naturaleza, es en las distancias cortas donde un artista demuestra que lo es. Y yo salí convencido anoche del Hotel Colón de que Falete lo es. Aquí la distancia con nosotros, el público, no es que fuese corta, sino cortísima; una cincuentena larga de espectadores reunidos en semicircunferencia frente al pequeño escenario, de forma que su voz se apoderaba de todos no solamente cuando nos llegaba amplificada electrónicamente, sino, todavía mucho mejor, cuando Falete bajaba el micro hasta su regazo y lanzaba su voz para que la escuchásemos de forma natural, como la fuerza de la naturaleza a la que alude una de las acepciones que tiene el diccionario sobre esa palabra, que es esa voz.

Falete, además, eligió un repertorio que era toda una declaración de principios y de intenciones. Canciones que destilaron pasión, despecho y protesta; que nos mostraron su personalidad viva y vital, lejos de la que vemos a veces en la mentirosa pantalla de nuestro salón, en la que en ocasiones se ha prestado sin que sepamos ni nos importe por qué; ¿qué sabe nadie?, nos dijo cantando, de mi manera de ser, de mis ansias y mis sueños. Falete es la expresión pura de vivir de una forma que no responde a los convencionalismos sociales, por eso le va tan bien expresarse a través del bolero y con dos de ellos comenzó su concierto, desgarrándose en Soy lo prohibido, la canción que popularizase Bambino sobre esos amores que tienen que ser vividos en la clandestinidad, y Contigo aprendí, el himno al amor con el que Armando Manzanero alcanzó su madurez musical.

Esta forma de sentirse tan cerca del público significó para Falete una inyección de energía y adrenalina, nos confesó, antes de seguir engrasando la lenta máquina del desamor con La gata bajo la lluvia y Mi amante amigo. Estuvo presente Manuel Alejandro en varios momentos más de la noche; algo muy normal considerando que él fue como nuestro Burt Bacharach jerezano -valga este recuerdo al gran autor fallecido hace unos días- y compuso grandes canciones para un sinfín de artistas, recordando Falete tras esta última también Procuro olvidarte, Lo siento mi amor y Qué sabe nadie, que fue la siguiente que interpretó, con un final de esos que antes mencioné, con poderío en vez de micrófono.

Falete. Falete.

Falete. / Juan Carlos Muñoz

Hasta este momento Falete había estado acompañado por la percusión de cajón y pandero de David Rodriguez Chupete y la guitarra del trianero Víctor Torres, que se convirtió en la segunda estrella de la noche, músico polifacético al que descubrió Chiquetete, acompañando desde entonces a Pastora Soler, Juan Valderrama e incluso a intérpretes de otros géneros tan apartados de este universo musical como el rap con Junior. Además, es compositor y arreglista de enorme soltura y así lo evidenció cuando llenó la espera por el cambio de vestuario de Falete con unos geniales toques que fuimos reconociendo a medida que se convertían en los acordes de María de la O, a la que llevó a terrenos que igual pertenecían a la copla que al jazz, hasta que se hicieron completamente flamencos cuando sirvieron para acompañar el baile de Álvaro Ortiz el Sarabia y Fede Núñez, que salieron a escena para acompañar con el compás de sus palmas, un poco antes de lucirse sobre el improvisado tablao.

Falete apareció ahora de rojo, con una estampa más flamenca que la de la primera parte de la velada, porque sus interpretaciones desde ahora fueron más jondas. Así convirtió el Puro teatro de La Lupe en una preciosa canción que iba y venía entre el bolero y la bulería, con un gran trabajo, de nuevo, de Torres sobre las seis cuerdas. Falete tiene en sus discos canciones propias que debería traer a los directos, sobre todo porque, como también nos confesó anoche, le pesa cantar tantas y tantas veces las mismas canciones ajenas, pero es que son canciones que han marcado su vida y seguirá volcándose en ellas, inevitablemente, aunque pasen los años. El caso paradigmático es S.O.S. con los versos de Mayte Martín lanzados aquí de la forma más hermosa y al mismo tiempo más dolorosa de toda la noche. La guitarra le hizo al comienzo un acompañamiento mínimo y delicado; su voz llenaba el recinto de forma que no necesitaba más; después comenzó a acompañarse también de unas percusiones y palmas muy suaves, para irse arriba y transformarla en un portento de bulerías y enlazarla con Procuro olvidarte. Lloró luego con el alma cantando Aquella, demostrando que este tsunami de Shakira y Piqué solo es consecuencia de otras grandes corrientes anteriores, mucho más fuertes e intensas, como María Jiménez resentida y dándole a su pareja un cheque en blanco, donde dice desprecio ese debe ser tu precio y va firmado por mí, las palabras del final de la canción, que Falete lanzó al viento de forma épica, generando los mayores aplausos del concierto. Y con las puertas de la malquerencia abiertas de par en par, la canción siguiente no podía ser otra que Lo siento mi amor, entonada con toda su alma, para rematarla trayendo de nuevo a Bambino con un Payaso por bulerías, en un final otra vez sin micro, que hizo surgir oles y más oles.

Falete Falete

Falete / Juan Carlos Muñoz

Se acercaba el final y llegó este con una de esas demostraciones que dejan patente que hay canciones que nadie es capaz de estropearlas por mucho empeño que pongan en ello. Y en A mi manera lo han puesto por toneladas algunos intérpretes. No fue el caso de Falete, porque la sacó adelante muy bien, aunque el público no le ayudase a ello ni poniendo voluntad en su acompañamiento. Ya sea como A mi manera, como My way, como Comme d’habitude, esta canción resiste cualquier envite y Falete la eligió para dejarnos muy claro que quiero seguir siendo la persona que soy y vivir siempre la vida a mi manera. La rodeó de una atmósfera calmada, sin estridencias, cabal; suave hasta el final, donde la aceleró impulsada por las palmas por rumbas a las que el público se unió, descompasándose poco a poco para convertirse en la gran ovación de despedida que acompañó al artista, antes de volver para cerrar el espectáculo definitivamente con un jaleo flamenco de cante y baile, ya del todo sin micrófono ni ná, por bulerías y tangos de la abuela Montoya.

La Noche Icónica del Colón estuvo llena de tensión y armonía, con el vigor expresivo tan especial que derrochó Falete, que desarrolló la representación como si fuese una historia de desamor con final feliz; como mandan los cánones, con su planteamiento, nudo y desenlace: yo soy lo prohibido y a pesar de lo que piense la gente también sé amar y me entrego; tú no respondes a mis expectativas y no mereces estar a mi lado, así que te echo, con la displicencia que mereces y sigo viviendo mi vida a mi manera y lo celebro yéndome cantando y bailando. Una forma de sentir y de pensar expuesta con el espíritu elevado hasta donde alcanza la vista. Olé, Falete.

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