La música según Félix de Azúa

Lo buscábamos primero en las páginas de la revista CD Compact. Firmaba con seudónimo, pero todos sabíamos que era él. Sus reseñas iban siempre algo más allá de la mera relación de virtudes o defectos técnicos y expresivos sobre la interpretación, abría puertas, iluminaba estancias, dejaba miguitas de pan en el camino que nosotros, los recién iniciados, seguíamos con deleite. Esa es la tarea del crítico. Así se crea el gusto.

Pasaron los años, CD Compact desapareció y era difícil encontrar su firma en temas musicales, acaso de vez en cuando alguna reseña o algún artículo polemista en El País. Luego empezó a escribir columnas mensuales en Scherzo. Y hasta hoy.

Este volumen publicado en Debate con edición de Andreu Jaume nos vuelve al pensamiento lúcido y a la lectura siempre profunda que Félix de Azúa hace de los temas musicales, ya sea en conferencias sobre el Orfeo de Monteverdi, Bruckner o Debussy o en una columna en la que aprovecha un disco, un libro, una efeméride, un concierto vivido para volver sobre algunas de sus constantes: las relaciones entre la música y las otras artes, sus interacciones con la filosofía y las ciencias, los conflictos de la modernidad, con sus derivaciones sociológicas y aun éticas, el choque de las vanguardias con el público (y aquí sus bien difundidas –en su día– polémicas con Sánchez Verdú, Cristóbal Halffter o Stephen Plaistow), la dialéctica entre música y palabra que provocó una cesura decisiva a principios del siglo XVII, la búsqueda en la música de sus raíces mágicas, chamánicas (y en esto me recuerda tanto a algunas de las cosas que ha escrito Ted Gioia)...

La música es ciertamente un tema inagotable y es un lujo recorrer sus mil bifurcaciones y explanadas, las más concurridas y las recoletas, a través del verbo indagador, claro, luminoso de una de las grandes personalidades de la cultura española de nuestros días.