Arte

Identidad del pintor

  • Del romanticismo alemán al pop, y de éste a Magritte, Buzón reinterpreta la tradición para conseguir los cuadros que busca

Hay en la muestra un cuadro, a mi juicio, decisivo porque define el impulso y el quehacer de todos los demás. Es un interior, se titula Estudio y tiene como fecha 2001. Es un espacio vacío, en el que todo apunta en una sola dirección: la luz y las líneas de fuga que forman el filo de un mueble a la izquierda y a la derecha la mesa y el ventanal, así como la forzada inclinación del techo, todo se dirige a un centro para la mirada y la atención: el cuadro colgado en el muro al fondo. Nada hay trazado en él pero es sin duda el centro de la preocupación del autor. El estudio del pintor, que en la tradición pictórica era signo de la invención del artista y de la potencia de la pintura, se condensa aquí en ese desiderátum: el cuadro vacío, promesa de la creación pictórica, más allá del tópico y los lenguajes al uso. La exposición de Javier Buzón es en buena parte el desarrollo de una acción, la de pintar, contenida en este silencioso lienzo.

No quiere esto decir que los paisajes expuestos se hayan elaborado en la tranquilidad y retiro del estudio. Éste es sólo un índice de la apuesta de Buzón por la pintura y también del riesgo que entraña cada cuadro. El paisaje supone siempre diversas formas de contacto con el entorno, sea natural o urbano. Vidal de la Blache, un geógrafo francés, decía que el paisaje no es una vista: es ante todo un territorio cuyas relaciones poco a poco se van tornando visibles. Algo de esto sugieren los paisajes de Buzón. La serie titulada Árboles (2004) tiene algo de ese primer contacto con paisajes que la vista no llega a dominar y la percepción los define ante todo como proximidad o inminencia. Ya se advierte algo de esto en algunos de los cuadros de la serie Villanueva, pero se desarrolla sobre todo en los valores táctiles de la niebla de Noviembre, la humedad de Ramas 2 o en la claridad visual de Palmeras.

En el otro polo de esos paisajes de la inmediatez está el panorama. Vidal de la Blache decía que el mapa o el plano era la racionalización plena del paisaje: ya no hay visión del sitio sino trazado racional de relaciones. El panorama sería el nivel anterior al mapa porque todavía requiere la mirada. Tal vez haya que situar aquí otra valiosa serie de Javier Buzón, los Nocturnos. En ella los entornos urbanos se expanden en amplias vistas (Avenida, Reflejos) o se contraen en enclaves de apariencia misteriosa pero perfectamente ordenados por las diferentes luces (Parque, Plaza).

Entre ambos extremos se encuadran las otras tres series de la muestra. La titulada Paisajes, fechada en 1995, sugiere una primera toma de posición visual del entorno, en la que tiene especial peso la fantasía. La impronta que hay en estos cuadros de la paisajística romántica indican esa intervención de la imaginación que simplifica los espacios y los baña de cierto misterio: la inquietud que despierta el territorio se resuelve en una lírica que permite objetivarlos y ofrecerlos así al espectador. Distinta es la serie Villanueva: aunque los bajos horizontes puedan recordar a la paisajística romántica, en los cuadros hay sobre todo una tranquila sensualidad. Quizá por eso las gamas ácidas, frecuentes en Caspar David Friedrich y sus seguidores, como Gustav Carus, adquieren, en manos de Buzón, un carácter distinto: se acercan a la sensibilidad del pop californiano.

La serie más madura es la titulada Espacios. Contiene una verdadera indagación del enclave y de las relaciones que se cruzan en él, y logra dar cuenta de la red de conexiones que tiende el cuerpo en su entorno y que poco a poco ordenan la imaginación y la inteligencia hasta lograr una mirada densa y serena. Un cable o una carretera no le hurtan fuerza al cuadro, si el espacio adquiere auténtica dignidad pictórica. Así, los cuadros más recientes -Luz en el bosque o Luz entre las ramas- reescriben la serie Árboles: no enfatizan la inminencia, convierten un fragmento de la naturaleza en obra estrictamente pictórica.

Todo esto hace volver al principio, al Estudio y al cuadro que lo centra. Porque el contenido de la muestra no es sino el empeño de Buzón por lograr, lienzo a lienzo, su identidad como pintor. No le asusta recurrir a la tradición (he hablado del romanticismo alemán y del pop, pero también habría que citar al Magritte del Imperio de las luces) porque la retoma y reinterpreta a fin de conseguir en cada caso el cuadro logrado. Ésa es la mejor lección de esta muestra cuyo único defecto es el exceso de obras y un cierto desorden al colgarlas que oscurecen la trayectoria del autor.

Paisajes. Casa de la Provincia (Plaza del Triunfo), Sevilla. Hasta el próximo domingo.

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