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Música

Interestelar, soy fan de ti

  • Niños Mutantes, SFDK, The Grooves o La Casa Azul destacan en la primera jornada del festival, que logró sobreponerse a la lluvia

Una espectadora se fotografía ante un rótulo del festival.

Una espectadora se fotografía ante un rótulo del festival. / Víctor Rodríguez

En la tarde del viernes los truenos pusieron un extra de percusión al concierto de Villanueva cuando la pradera de la Cartuja estaba practicamente vacía y el todavía escaso número de asistentes se agolpaba en las carpas de las barras hasta que la embestida de los Elefantes inició el éxodo hacia los escenarios con su potente instrumentación. Canciones muy luminosas, pero por la estructura de sus acordes y por el timbre de voz de Shuarma uno nunca se quita de encima la sensación de que está oyendo a Camilo Sesto. Más aún cuando la parte más puretona de la audiencia coreaba con él las dos palabras que componen el estribillo del Te quiero de Perales. Con Elefantes el Interestelar se parecía ya al gran festival del año pasado, con ellos aparecieron los primeros coros multitudinarios sacando el grito de Que yo no lo sabía de centenares de gargantas que comenzaban a calentarse. Pero fue un intento fallido porque mientras sonaban las notas de Duele hizo su aparición la lluvia que nos dolió a todos y que hizo volver al festival a su punto de partida.

Con los espectadores más conservadores a cubierto, el corazón audaz del público más joven les lanzó hacia el escenario Cruzcampo en cuanto Carlos Sadness se asomó y el festival Interestelar le ganó la batalla a las nubes, derrotadas para no volver a aparecer. La predisposición a la felicidad y las estupendas vibraciones eran sumamente contagiosas, hasta que en un momento determinado éste que suscribe se vió inmerso en un mar de jovencitas que saltaban y ondeaban sus brazos mientras cantaban “eres mi fruta favorita” acompañando el Amor papaya de Carlos. ¿Es esto indie-reguetón? Uno ya se pierde entre tantas etiquetas y en vez de quedarse pensando en la respuesta a preguntas como ésa lo mejor es ir a buscar rock and roll.

Pero Arco no nos lo dio. La voz rota de Antonio no conseguía convertir su pop preciosista en el rock enérgico que buscábamos. En la transición de los conciertos de Carlos Sadness a Juanito Makandé comenzó el llenazo ante los escenarios. Abriéndolo con unos metales desnudos y directos Juanito describió su concierto como “un orgasmo para el alma”, algo que todos los presentes compartíeron con él a pesar de que a veces cojease su singular fusión del flamenco con el reggae, quizás debido a algo que él mismo nos señaló también: “la guitarra de palo se desafina con la humedad”.

Y por fin llegó el rock and roll, al escenario J&B, y como no, de manos de las mujeres. The Grooves hacen en realidad un soul sudoroso y sensual sacado adelante con una voz andrógina perfectamente arropada por un ritmo casi de rock electrónico. Cuando María nos lanzó la invitación de “nunca dejéis de bailar”, fue cuando se presentó la noche para hacerlo con nosotros.

Un momento de la actuación de Niños Mutantes. Un momento de la actuación de Niños Mutantes.

Un momento de la actuación de Niños Mutantes. / Víctor Rodríguez

Para entonces la energía propiciada por la música era imparable; los Niños Mutantes hacían que desconocidos de diferentes edades chocasen sus vasos en alegres brindis. Los más jóvenes entonaban con Juan Alberto canciones como NM o Sin pensar, mientras a los mayores se les notaba en la cara el pensamiento de “nosotros tendremos que esperar a los conciertos de mañana de Josele y Kiko para sabernos las canciones”. La brecha intergeneracional se hizo patente cuando interpretaron su versión de A galopar; cuando la interpreta Pájaro toda la audiencia la canta con él, pero aquí no la coreó ni uno de todos aquellos jovencitos. También es cierto que los arreglos de guitarristas de la talla de Andrés Herrera y Raúl Fernández están muy por encima de la monotonía que le ha impreso a los suyos esta banda.

Cuando los Sidecars salieron ya no se distinguía a la gente que había delante del escenario Negrita de la que había ante el escenario Cruzcampo, toda la pradera era una inmensa marea humana rendida a la música que le llegaba por su derecha y por su izquierda en un impecable alterne de conciertos que no dejaba lugar más que a disfrutar de ellos. El teclado hacía que fuese puro sonido mod el de Sidecars, que incendiaron la noche con sus trallazos guitarreros y los gloriosos estribillos de canciones que, como Fan de ti me dio hecho el titular de esta crónica.

Los SFDK abrieron con una declaración de intenciones: "A mí no me vengas con milongas"

Nuestros paisanos de SFDK eran recibidos con el coro de la canción de White Stripes que tan famosa se ha hecho en las gradas de los estadios, roto aquí por unos estruendosos teclados que dieron paso a Zatu y Acción Sánchez avanzando como robots. En su primera pieza ya escuchamos una declaración de intenciones: “a mí no me vengas con milongas”. Salvo algún nombre singular, si hay una música local que ha trascendido de verdad las fronteras sevillanas convirtiéndose en un referente nacional e incluso latinoamericano es el rap de Pino Montano. Y SFDK volvió a demostrar con creces en el Interestelar por qué eso es así y ascendieron como el humo de los cuatro cañones verticales que plantaron en el escenario. Manos arriba, aplausos con rítmo y todos congratulándonos de no haberle hecho caso a uno de sus nuevos himnos y estar allí gritando con ellos Me queo en mi casa.

Ya solo quedaba La Casa Azul, y en cuanto comenzaron a sonar las notas de Podría ser peor, supimos que el fin de fiesta iba a ser inmejorable. Animados por su marchoso electropop, a las tres de la mañana todavía eran muchos centenares los espectadores que querían seguir con la diversión de la forma en que en Los chicos hoy saltarán a la pista cantaba Guille Milkyway: “como si fuera el último día”.

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