Joyas escondidas

Los conciertos del Alcázar son buen laboratorio para testar nuevas formaciones camerísticas y para probar la respuesta del público ante nuevos repertorios que se alejen de las sendas más habitualmente holladas en los programas de las salas de conciertos. Así, en la noche del pasado martes pudimos conocer el alto nivel que puede alcanzar este denominado Cuarteto Carreño y que está integrado por algunos nombres habituales de la música sevillana, aunque a menudo postergados de las programaciones de otros espacios musicales de la ciudad. Y, además, lo hicieron con el coraje de poner en sus atriles dos obras desconocidas para el gran público, dos exigentes cuartetos de cuerda de la venezolana Teresa Carreño y del salmantino Tomás Bretón, dos obras que bien podrían competir con el repertorio habitual de esta formación.

La noche mostraba un índice de humedad superior al habitual y ello redundó en problemas para conseguir en algunos momentos sonidos firmes y brillantes en las cuerdas, como sucedió en los minutos iniciales a D'Aprile en la cuerda superior y a Ferrer y Martínez en algunos pasajes sobre el registro agudo. Pero dejado esto al margen, cabe subrayar la notable conjunción y el empaste del grupo, con un sonido denso y rico en tonalidades, con precisión en los ataques y homogeneidad en la articulación. Con obras de tanta carga expresiva, arrebatada a veces, el Carreño se adentró en un fraseo emocional, enérgico y muy matizado, con riqueza de acentuaciones y de gradaciones dinámicas. Al virtuosismo individual (especialmente el del primer violín en el Scherzo de Bretón) se superpuso el virtuosismo grupal, señaladamente en la compleja fuga final de la pieza de Bretón.