HERMANOS JUSSEN | CRÍTICA

Dos más dos, cuatro

Lucas y Arthur Jussen

Lucas y Arthur Jussen / Marco Borggreve

En los tiempos de la mercadotecnia y del predominio del significante sobre el significado, numerosos son los productos lanzados por la industria musical que, por debajo de la muy cuidada construcción de una identidad visual, atesoran en realidad un magro capital artístico. No es el caso, afortunadamente para los escasos asistentes a este concierto, de los hermanos Jussen, quienes más allá de la cuidada puesta en escena, mostraron ser dos grandes pianistas con mucho que decir.

Dada su relación familiar era de esperar una conjunción y una compenetración perfectas, como así fue. Identificación mutua en materia de articulación y de fraseo que se hizo realidad ya desde la sonata de Mozart, interpretada con una articulación picada y saltarina, con legato muy controlado y un tempo vivo, cerrando una versión llena de transparencia. Mayor densidad en el fraseo y en el sonido conjunto emanó de la Fantasía de Schubert, en una lectura más atenta a los pasajes líricos, deletreados con mimo y sensibilidad sin excesos, que a subrayar los contrastes con los pasajes más agitados. Esa tendencia a suavizar el fraseo emergió de nuevo con Mendelssohn, especialmente en el Andante.

La magnífica versión para dos pianos del propio Stravinsky de La consagración de la primavera tuvo en los Jussen a dos entregados intérpretes atentos a la claridad de la texturas y los cambios de ritmo, con especial atención a los pasajes más recogidos.

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