Justin Taylor | Crítica

Bach en las manos de Scarlatti

Justin Taylor tocando a Bach en el Espacio Turina

Justin Taylor tocando a Bach en el Espacio Turina / Luis Ollero

Justin Taylor es un gran scarlattiano, como mostró sobradamente en la primera de las dos sorprendentes propinas que ofreció tras su interpretación de las Goldberg (la segunda fue el famoso Adagio del Concierto para oboe de Marcello que Bach adaptó para el clave y el músico acaba de registrar en su último álbum, Bach & l'Italie), una interpretación que pareció colocada bajo la mirada del gran maestro hispanoitaliano.

Fueron el ritmo (el conde Keyserling podría haber bailado perfectamente la giga de la variación 7, en una de las versiones más descaradamente sensuales que yo haya  escuchado nunca), el timbre, el color la preocupación esencial del clavecinista francés. Las Goldberg son, por supuesto, una obra para virtuosos, pero Taylor concibió el virtuosismo más desde el exhibicionismo de recursos técnicos que desde la profundidad estructural que soporta el edificio bachiano. Su lectura fue fulgurante y de una precisión y una claridad admirables, algo caótica en la elección de tempi y en las repeticiones, que no contempló en su totalidad (y por eso su versión duró exactamente 69’ frente a los casi 90 de la que nos dejó Benjamin Alard en esta misma sala en marzo de 2018).

Taylor provocó además algunos encabalgamientos abruptos, por ejemplo entre las variaciones 18 y 19, aunque más notorio fue aún lo que hizo entre la 26 y la 29, tocadas sin reposo, sin respiro, casi como si formaran una de esas sonatas scarlattianas en prestissimo. Sorprendentemente, para el Quodlibet de la 30 se frenó muy apreciablemente, y la tocó muy lenta, eludiendo las repeticiones en ambas secciones. Taylor aprovechó además todos los recursos tímbricos del instrumento de Andrea Restelli (sobre Christian Vater) que tuvo entre sus manos, buscando contrastes de color y llegando a rozar en algunos casos una cierta ingravidez (variación 13). Salvo en momentos puntuales (especialmente en los pasajes lentos, el aria, al principio y en el da capo, el Adagio de la variación 25...), el francés fue en general sobrio ornamentando repeticiones (las que hizo), fundamentalmente, porque los tempi escogidos tampoco permitían demasiadas alegrías, acaso un mordente por un lado, una disminución, una accaciatura, una pequeña retención, y en sus articulaciones casi no contempló el legato, aunque lo usó a veces con efectos de relajación maravillosos (variación 21).

Justin Taylor ha cumplido ya 31 años. Es aún joven, impulsivo, apasionado y parece tener ideas muy personales (ya lo demostró el año pasado en esta sala al frente de su conjunto, Le Consort), que aplicó en este concierto para ofrecer unas Goldberg singularísimas, libres, sin complejo alguno, libérrimas incluso, de una perfección técnica asombrosa, livianas y coloristas, eso sí, antes que hondas y expresivas, deslumbrantes en cualquier caso.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios