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Lela Soto | Crítica

Una cantaora del siglo XXI

Lela Soto, anoche en el Alcázar sevillano.

Lela Soto, anoche en el Alcázar sevillano. / ACTIDEA

Lela Soto ofreció en el Alcázar de Sevilla un magnífico recital en la última de sus cuatro intervenciones en el ciclo. Vino acompañada por Antonio Malena, que ofreció un acompañamiento seguro, tradicional, con la tensión y la seguridad características de la mejor guitarra jerezana del siglo XX. Pero Soto es una cantaora del siglo XXI. Porque, a la seguridad y la fuerza propia de su casa cantaora, los Sordera, suma dulzura, melodía, y un rango vocal francamente asombroso. Soto continúa con el proceso de madurez jonda que inició hace unos años. Con 27 años demuestra que es una digna sucesora de su padre, Vicente Soto, y de su abuelo Sordera. Y con personalidad, como comprobamos en las cantiñas que abrieron la noche con estilos como el mirabrás, la romera, los cantes del Pinini y las alegrías clásicas dichas a una manera dulce, íntima, personal, muy emotiva. Siguió su recital con una milonga compuesta por su padre sobre un poema de Rubén Darío incluida en su espectáculo Entre dos mundos. Lo mejor de la noche, para mi gusto, fue cuando Lela Soto evocó a Manuel Sordera en la tremenda bulería por soleá, un prodigio de melodía, compás exacto y sentido directo de la letra del que el cantaor jerezano hizo bandera. En los tientos se mostró grave y en los tangos recorrió diferentes geografías jondas representativas de este estilo. Otro momento solemne fue la seguiriya, que anunció como "de mi antepasado Paco la Luz". Tuvo este cante pasajes de mucha emoción aunque los primeros tercios de cada copla me parecieron brillantes en exceso. Soto cerró su recital por fandangos naturales ya que, "no puedo cantar por bulerías, ya que no hay palmeros". La cantaora se mostró en todo momento relajada y eso le permitió dar lo mejor de ella misma en este recital. Soto demostró que los jurados que le han otorgado varios galardones jondos en los últimos años no se han equivocado, en absoluto.

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